EL MUNDO – 22/11/15 – ARCADI ESPADA
· Mi liberada: Esta semana estuve en Cádiz, uno de esos lugares donde ejercéis la soberanía. Por fortuna me mantuve entre amigos y apenas salí de la casa de Pemán, un caserón de empaque en la plaza de San Antonio. Ir a ver a Pemán en Cádiz es un acto de insurrección, y una delicia. Hace unos meses humillaron su memoria en Jerez, cortándole la cabeza que honraba un teatro municipal. Y este viernes el Ayuntamiento de Cádiz inició los trámites para que el teatro de verano de la ciudad deje de llevar su nombre. El teatro está en obras desde tiempo inmemorial. Y es más difícil acabarlas que dedicarse a la onomástica.
Una concejal jerezana de Izquierda Unida, Ana Fernández, ha sido la gran autora de esta revisión de Pemán. Algo rudimentaria, pero eficaz. Dijo de él que había sido un fascista, un misógino y un asesino, y este último adjetivo le ha costado una querella de la familia de la que no saldrá con bien. La concejal no tiene información ninguna de que Pemán fuera un asesino, y ante un juez justo no podrá invocar la condición genérica de partidario de Franco. Por el contrario, y aunque ella tampoco las tenga, sí hay noticias de que Pemán salvara algunas vidas concretas.
Por ejemplo, la del padre del escritor Haro Tecglen, según este cuenta en El niño republicano. Una acción humanitaria que tuvo el benéfico hecho colateral de que Haro no consintiera que en Triunfo aparecieran críticas al escritor. Ciertamente, las tres referencias que encuentro en el interesantísimo archivo digital de la revista son elogiosas, entre ellas un inacabable artículo de Manuel Vázquez Montalbán sobre El Séneca, aquella célebre serie de televisión que Mvm veía como logrado ejemplo del pensamiento liberal y límite máximo de lo que la censura podía tolerar en un programa popular.
La del padre de Haro no fue la única vida rescatada. A Leonardo Rodríguez Lavín, abuelo del redactor constitucional Pérez Llorca, y gran masón, logró avisarle a tiempo de que iban a por él. Estos ejemplos prueban que la democracia, y la española en especial, tiene un grave problema con el coste a pagar por la diseminación de las mentiras. Sería magnífico que empezara a resolverlo en la persona de la concejal Fernández.
Había ido a Cádiz a hablar de la mentira y otros asuntos vinculados y, al acabar de hacerlo, los responsables de la fundación Cajasol, que cuidan de la casa de Pemán y de su legado, me invitaron a subir a echar una ojeada a la biblioteca. Mi interés principal en aquel momento era darme a la manzanilla y al chicharrón en lonchas, pero me erguí. A la entrada de la biblioteca encontré un retrato del escritor en toisón que le pintó Hernán Cortés, estupendo en general y delicioso en los bruñidos mocasines que calzaba. Y después de un vistazo rápido a los libros de los otros, pasé a los propios. Pulcramente ordenados estaban allí los cientos de manuscritos de su obra ingente. Incluido, por cierto, di con él, el de Mis almuerzos con gente importante, crónica soberbia del franquismo. Un poco por rutina se me ocurrió preguntar:
– ¿Hay algún inédito?
La casa Pemán lleva pocos meses abierta y Mar Díez, su directora, aún está tomándole las medidas. Algo vacilante me dijo que creía que sí. Pregunté por lo fácil.
– ¿Cartas?
– Ah sí, hay mucha correspondencia. Y sólo se han publicado, que yo sepa, las cartas con Falla.
No sé cómo apareció la carpeta del año 1937 y la abrí. Pemán era un grafómano minucioso y guardaba una copia en carbón de sus propias cartas. De tal modo que empecé a comprobar que en esas decenas de carpetas no solo están las cartas del mundo a Pemán sino también las de Pemán al mundo. Una carta a Lola Membrives, por ejemplo: «…yo quisiera creer que el primer episodio tenga una explicación en el afecto personal que usted pudiera tener al poeta Lorca y en la admiración por su obra de poeta que puede ser compatible con el mayor fervor españolista. El episodio triste del fusilamiento de Lorca es algo independiente de la magna causa nacional y sobre el cual hasta el más fervoroso nacionalista debe tener en suspenso el juicio hasta tanto se esclarezcan sus circunstancias y razones».
Pemán había cedido su repertorio teatral a la gran actriz. Pero le llegan noticias de su actitud ante el asesinato de Lorca. Y también de que ha levantado el puño al finalizar un estreno en Montevideo. La carta acaba con la amenaza apenas velada de quitarle el repertorio si todo eso se confirma.
Me senté, saqué las cartas del 37 y las puse encima de la mesa. Un buen fajo. Iba a pasarme la noche. Más hipnóticas que la manzanilla. Pero Mar Díez iba a pronunciar unas palabras fatales.
– Y luego, claro, están los diarios.
– ¿Diarios? ¿Inéditos?
– Supongo, sí.
Inéditos, desde luego. Veintitrés cuadernos donde con su escritura pulcra y seguida, sin apenas tachaduras, fue dando cuenta de su vida. El primero es de 1922, cuando tenía 25 años. El último es de 1967. Hay años sin cuadernos, y una abundante anotación de los 40 y 50. De los años de la guerra consta uno, el de 1937. Doy fe de estos 23 cuadernos. Pero soy incapaz de decir si hay más. El archivo es inmenso. El problema es que faltan los catálogos. Después de un rato preguntando no logré hacerme una idea cierta de por qué faltan los catálogos. Voy pasando páginas. De los años 40. «Almuerzo en casa de Antonio Maura. Simpático. Al salir voy a casa de Cambó». De los años 60, sobre el baronet Segur, hallado en una boda portuguesa: «Entre la chaqueta azul impecable de Segur y su cuerpo encorsetado no cabe una idea». Pero enseguida dejo de tomar fotos. Por la rabia y por la incomodidad del saqueo.
Los saqueos deben ser metódicos. Durante medio siglo Pemán fue un hombre importante en el establishment cultural y político de España. Fue, además, un escritor tocado por la gracia, de una gran categoría, al que el franquismo perjudicó más que ayudó. ¿Cómo es posible que 23 cuadernos de diarios hayan permanecido desdeñosamente ocultos al interés editorial? ¿Cómo es posible que de una correspondencia sin fondo se hayan extraído tan solo las cartas a Manuel de Falla?
Por suerte, disponemos de la concejala. Ana Fernández será su redentora. El escritor iba derecho al olvido y la camarada le ha hecho un favor grande. Ya entre manzanillas, mi amigo Fernando Santiago alaba la oportuna chispa de Fernández y me anuncia que prepara una película sobre Pemán. Le insisto en que toda ella parta de ese archivo milagroso y desconocido.
Tú que eres mayor en edad y condición, liberada, deberías enseñarle a tu concejala que en España los escritores se mueren solos y no es recomendable tomarse el trabajo de matarlos.
Y sigue ciega tu camino.