EL MUNDO – 23/11/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ
· En su primer Consejo de Ministros como líder de Libertonia, el titular de Hacienda le pasaba a Rufus T. Firefly un informe de Tesorería en Sopa de Ganso. «Espero que esté claro», decía. «¿Claro?», replicaba Groucho. «Hasta un crío de cuatro años podría comprenderlo. Rápido, que traigan a un crío de cuatro años. A mí me parece chino».
Todas las cadenas de televisión han emitido este fin de semana una conversación ejemplar entre un padre, su hijo de cuatro años y un periodista francés sobre los atentados yihadistas de París. Ellos sí tenían a un niño de cuatro años a mano que podía explicárselo todo bastante bien. El periodista le pregunta si sabe el por qué, el famoso why de su oficio. «Sí, porque son muy, muy, muy malos y los malos no son amables». No hay una verdad más sofisticada. Jon Juaristi tuvo la lucidez del niño hace mucho para explicar el por qué se mataba tanto en el País Vasco: «Porque hay mucho asesino suelto».
El niño sigue diciendo que hay que tener cuidado, «porque luego nos tenemos que cambiar de casa», a lo que el padre dice que no se preocupe, que no tendrán que irse: «Francia es nuestra casa». «Sí, pero están los malos, papá». «Malos hay en todas partes», responde el padre. «Sí, pero tienen pistolas y nos pueden disparar, porque son muy, muy, muy malos». «Ellos tienen pistolas, pero nosotros tenemos flores», remata el padre. «Pero las flores no sirven para nada», dice el niño, cartesiano. «Son para luchar contra las pistolas», responde el padre para que el niño acepte finalmente sin gran entusiasmo que las flores y las velas «son para protegernos».
A ver, uno entiende al padre. Roberto Benigni hizo una emocionante película, La vida es bella, en la que un judío y su hijo son llevados a un campo de concentración. El protagonista, para ahorrarle a su hijo la narración del horror, le hace creer que todo es un concurso y que si sabe esconderse puede ganar un carro de combate. Era una mentira tan piadosa como disparatada, pero la poética de las flores (pequeñas flores, diría Ferreras) contra las pistolas es difícilmente mejorable.
Todos los telediarios han mostrado su entusiasmo con el vídeo y lo ponen de ejemplo para ilustrar cómo debe contarse el horror a los niños. Nuestra izquierda se resiste a aceptar que el mal existe, más allá del Partido Popular y la foto de las Azores, mientras los niños, como ese admirable hijo de Ángel Le sí lo saben. O lo sabían antes de que los confundieran con explicaciones sedantes.
Este fin de semana se cumplían 15 años del asesinato de Ernest Lluch. Los telediarios recuperaron entonces imágenes de 17 meses antes, de un mitin del PSE en la Plaza de la Constitución donostiarra el 3 de junio de 1999, con los batasunos montando barrila y exhibiendo fotos de los terroristas presos. «Gritar (sic), gritar más, que gritáis poco, porque mientras gritáis no mataréis. Arnaldo os va a reñir por esto.
Estuve cenando con él el otro día y os va a reñir». Lluch me parecía una buena persona. Al ver las imágenes de aquel mitin patético sirviéndole de obituario, la piedad por la víctima reñía con la deplorable impresión intelectual que me produjo y el inadecuado entusiasmo de los telediarios. Sólo Fernando Savater y Jon Juaristi tuvieron el coraje de escribir la verdad. Arnaldo, que está terminando de cumplir su condena por pertenencia a banda armada, no dijo ni mú.
EL MUNDO – 23/11/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ