· Mi liberada: Sé que cada 6 de diciembre tu corazón brinca, y me alegra escribirte. Tengo una historia ejemplar que contarte. Hace un par de meses el regimiento del Ejército de guarnición en Navarra mandó una carta a los colegios de la región invitándoles a asistir a la parada militar que el regimiento celebra un viernes al mes. La intención del mando se inscribía en una estrategia obvia y decente: recuperar la visibilidad que el terrorismo había robado durante décadas al Ejército. Una visibilidad que el nacionalismo se empeña en oscurecer cuando boicotea, sistemáticamente, las actividades militares en ciudades, valles y montañas. Ellos también tienen su estrategia, y es la de expulsar al Ejército y a las fuerzas de seguridad de lo que consideran su territorio.
La iniciativa del regimiento tuvo una rápida respuesta. El grupo Bildu presentó una moción en el Parlamento que tenía tres puntos de sutura. El primero decía: «El Parlamento de Navarra rechaza firmemente las iniciativas puestas en marcha por las instituciones militares y fuerzas de seguridad para influir en el ámbito educativo, puesto que los valores militaristas no concuerdan con el cultivo de los valores formativos de paz y convivencia». No solo se redactó en esos términos, sino que se aprobó con el apoyo de Geroa-Bai [Sí al Pasado], Izquierda Unida y Podéis.
Deberías ver ese debate, liberada. Disfrutarás. (http://www.parlamentodenavarra.es/47/section.aspx/viewvideo/5623. Punto 8, número 2). Yo lo he visto en la posición de firmes, que es la única forma de soportar su general afrenta. Su comienzo te conmoverá especialmente. El debate sobre las actividades del Ejército venía después de una moción, aprobada por unanimidad, por la que se instaba a considerar una cuestión de Estado la lucha contra lo que llamáis «violencia machista». Yo pensé que el orden era puramente azaroso, pero escuchando el principio de la intervención de la señora Bildu vi que las mociones se habían agrupado temáticamente:
«Los temas [violencia machista y violencia militar] no son tan contradictorios, porque nos da pie a seguir hablando en esta moción de violencia, cuando hablamos de educación se nos suele llenar boca, cuando hablamos de paz, de los valores de la convivencia, de igualdad, de coeducación, de solidaridad…».
El eje de las argumentaciones de la señora Bildu era su repulsa del militarismo. No tengo nada que discutirle, porque, en realidad, no sabía de lo que estaba hablando. Para la señora Bildu el militarismo es lo que hacen los militares como el surrealismo es lo que hacen los surreales. Si alguien le dijera que el militarismo trata del apoderamiento militar de las instituciones civiles, se sorprendería.
Yo, en cambio, me sorprendía de las críticas al militarismo de alguien que pertenece a un partido que estuvo tantos años sometido a las directrices de su brazo militar, por emplear la lengua con que ellos llamaban a su brazo asesino. Pero tú encontrarás en su discurso muchas otras ocasiones para el regocijo. Cuando dice, en su réplica a los grupos contrarios a la moción (PP y Unión del Pueblo Navarro), que la Policía y la Guardia Civil torturan. O cuando calificó de «excusa» la matanza de París. Excusa. De excusa para el militarismo.
La señora Bildu dijo eso, y diez cosas más, con total impunidad. No solo las dijo, sino que fueron aprobadas. Mientras la oía iba pensando en el recurrente debate sobre la democracia militante. Varias veces el Tribunal Constitucional ha razonado que la democracia española no es una democracia militante, del tipo alemana, donde los partidos que quieren destruirla están prohibidos. Bildu, en cualquiera de sus escamoteos, fue un partido que difundió legalmente las consignas de terroristas. Pero aunque sea el ejemplo sangrante no es el único de esta democracia concesiva. En España, el máximo representante del Estado en Cataluña sigue haciendo su vida normal después de desobedecer la ley constitucional y de haber detallado su voluntad sediciosa en una nítida hoja de ruta. La democracia española permite, en fin, la existencia de partidos que abogan por su destrucción. Y los financia.
El debate jurídico es excitante y complejo. Pero lo que me interesa, en el día de la Constitución y al inicio de una nueva campaña electoral, es constatar hasta qué punto se ha confundido en España la democracia concesiva con la democracia inerme. Escuchando a la señora Bildu se comprueba que en España es posible decir, no por la inmunidad del diputado sino la inmunodeficiencia del Estado, que la Policía tortura. Ni siquiera que un policía pudo torturar como un cura abusar o un político robar. No. La Policía es tortura.
La democracia inerme es haber convertido a Podéis, firme partidario del delirio, en una organización políticamente respetable; y haber visto cómo un plan para sacar a Cataluña de España, de Europa y del orden civilizado recibe el apoyo de la mitad de los catalanes; y recordar cómo ¡el militarista! Aznar suprimió la mili sin sustituirla por nada, al contrario de Francia, por ejemplo, que estableció unas obligatorias Jornadas de Defensa y Ciudadanía para los jóvenes, cuyo diploma correspondiente se requiere para ingresar en la función pública. La democracia inerme no es solo responsabilidad de los políticos. Ni siquiera tienen la mayor responsabilidad. Buena parte de los ciudadanos españoles no han sabido defender su prosperidad moral.
Por ignorancia, por frivolidad o por crimen. Pero no han sabido defenderla. Ahora, cuando no es que el terrorismo quiera insertar su proyecto en alguna forma de democracia, aunque fuese aria, sino que quiere destruir la democracia y sustituirla por la democracia de dios, sigue habiendo muchos españoles que piensan que los muertos son solo una excusa de la derecha.
La señora Bildu solo dijo la verdad cuando enumeró el aprecio de los navarros a las emociones patrióticas, que está bastante por debajo de la media española, según la última encuesta del CIS (2013) que utilizó en su discurso. Me decepcionó, sin embargo, que no aludiera al dato más extraordinario de esa encuesta, que es la disposición navarra de arriesgar la vida por algo más que la familia. Mientras la media española es del 47,2, la navarra es del 29: no hay ninguna comunidad española más remisa a jugársela. Aunque comprendo que la señora Bildu se resistiera a utilizar el dato. No por vergonzante, desde luego. Sino porque prueba que si alguien necesita en España un soldado es el navarrico valiente.
Y sigue ciega tu camino…