Entrevista a PHILIPPE-JOSEPH SALAZAR – EL MUNDO – 09/12/15
· Filósofo francés. Experto en la propaganda del Estado Islámico, advierte de que el califato ofrece «la conversión a un ideal» frente a un Occidente que sólo es capaz de proporcionar «bienes de consumo»
François Hollande ha pasado las últimas semanas repitiendo que su objetivo es destruir al Estado Islámico (IS). Estamos lejos de hacerlo porque ni siquiera hemos comprendido cómo funcionan. Ésta es la idea que defiende el filósofo francés Philippe-Joseph Salazar en su ensayo Paroles armées: comprendre et combattre la propagande terroriste (Palabras armadas, comprender y combatir la propaganda terrorista), premiado con el Prix Bristol des Lumières.
Salazar, antiguo alumno de Roland Barthes y ex director del Colegio Internacional de Filosofía de París, trabaja en la Universidad de Cabo, Sudáfrica, como profesor de Retórica. Estos dos últimos años ha revisado la propaganda del califato y observado que «ellos están mucho más determinados a defender sus valores que nosotros los nuestros».
Pregunta. – La propaganda del IS debe ser muy buena para convencer a jóvenes occidentales a viajar 5.000 kms para unirse a una guerra…
Respuesta.– En realidad no hemos comprendido bien la naturaleza de la propaganda del califato, que actúa a dos niveles: por un lado internet, vídeo, revistas… que son importantes, pero no esenciales. La clave es que el califato ofrece un ideal. El gran problema de la cultura occidental es que es esencialmente materialista ya que, aparte de la adquisición de bienes de consumo no ofrece nada más. El califato ha reflexionado así, sus intelectuales, que son gente muy inteligente, conocedores de la cultura musulmana y la occidental, han comprendido que había posibilidad de convertir a la gente. Su propaganda se centra en la exaltación del individuo, ellos venden una camaradería extraordinaria entre sus soldados, por ejemplo. En Occidente no lo entendemos y nos reímos o decimos que están enfermos. Pero ni están locos ni son imbéciles.
P.– ¿Es decir que estos jóvenes convertidos simplemente están interesados en otros valores?
R.– Exactamente. La respuesta que tenemos cada vez que hay un problema social es o socializarlo o medicalizarlo: sea lo que sea o decimos hay razones sociales o problemas psicológicos. Decir que cualquiera que tiene una aspiración religiosa o incluso ideológica está loco. Esto es muy grave porque el califato se hace fuerte mientras.
P.– ¿No queremos comprenderlos para que parezcan menos fuertes?
R.– Es muy importante que hablemos de califato. Políticamente es mejor dar un nombre digno al adversario para enfrentarse a él que nombrarlo de forma sarcástica (Daesh, IS…), lo que disminuye nuestro esfuerzo de contraataque. El discurso de fundación del califato en la mezquita de Mosul, una de las más antiguas e importantes del mundo, fue magnífico. He ahí alguien que traza su genealogía hasta el Profeta, que comienza a dirigir un Estado, y nosotros nos reímos. El resultado es que nunca nos hemos preparado para los atentados terroristas.
P.– ¿Qué quieren esos terroristas?
R.– No son kamikazes, son comandos de asalto muy bien entrenados. En París, por la decena de personas que atacaron debía haber un centenar detrás en la logística. Cuando uno pertenece a un comando de asalto no puede dejarse capturar vivo. LLamándoles kamikazes se traslada el mensaje de que son locos dispuestos a todo y no, son soldados muy bien entrenados. Los soldados que operan en Europa son partisanos, una guerrilla que se considera en resistencia contra las leyes infieles, contra los valores occidentales; son nuestros valores y nuestros derechos los que les aterrorizan y por ello creen que deben resistir.
P.– Critica el doble lenguaje de nuestros gobiernos. Por un lado nos burlamos de que sean 30.000, pero por otro suponen una amenaza tal que Francia decreta el estado de emergencia tres meses.
R.– Sí, son 30.000, pero ¿cuál es la naturaleza de esta cifra? Vienen del mundo entero, son voluntarios, nadie les ha forzado. Es increíble como poco, ¿no cree? Son brigadas internacionales, como en los tiempos de la guerra de España. Es un pueblo yihadista que se construye a través del mundo entero en la base del voluntarismo, como en los grandes movimientos populares. Si hacemos la lista de los que se han unido desde todo el mundo veremos que hay ingenieros, pilotos, médicos, abogados… Atraen a las élites.
P.– ¿La guerra sirve de algo?
R.– No lo sé. Antes de que Francia bombardeara, británicos y americanos ya lo habían hecho y no frenaron el avance del califato, al contrario, lo que hicieron es provocar la conversión de muchos más ciudadanos.
P.– Usted ha dicho que no vio a los jóvenes franceses defender los valores de la República tras los ataques contra Charlie Hebdo…
R.– Sí, lo dije y por ello me acusan de pesimista. No tenemos ninguna noción de obligación civil, mientras que los soldados del islam están en la sumisión y en la obediencia a lo que hacen. No hago juicios, sólo contrasto las dos actitudes.
P.– ¿Qué imagen tienen ellos de nosotros, los occidentales?
R.– Para ellos nosotros somos todos cristianos y los cristianos nos hemos extraviado de la buena vía, de la palabra de Cristo, hemos perdido la fe. Estamos perdidos por el deporte, la bebida, el sexo. Somos unos idólatras y nuestros ídolos son frágiles. Cuando derriban estatuas en Palmira están enviando un mensaje muy fuerte. Nos dicen: ‘Vuestros valores son tan frágiles como esta estatua de granito que derribamos con un martillo de picar. Estas estatuas están aquí desde hace 4000 años y en diez minutos ya no existen. Son colosos con los pies de barro’.