EL MUNDO – 16/12/15 – LUCÍA MÉNDEZ
· Ha vuelto la crispación y la han traído los de siempre. Hay muchas visiones de lo que pasó el lunes por la noche en el debate académico. Una de ellas es que los políticos que lideran los partidos tradicionales se muerden en prime time, mientras que los nuevos son jóvenes educados que no se alzan la voz ni la alzan a sus mayores. El bipartidismo tenía la esperanza de impulsarse frente a Podemos y Ciudadanos con el último debate televisivo de la campaña.
El posdebate permite concluir que lo único que lograron PP y PSOE fue protagonizar una trifulca improductiva. Los dos partidos que presumen de experiencia frente a los amateurs recién llegados no fueron capaces de trasladar la solvencia, la capacidad, la responsabilidad y el crédito político que se les supone. O se les suponía. Si lo único que son capaces de ofrecer a la España actual es lo que se escuchó, mal vamos. Aparte de las descalificaciones, no se les entendió nada.
La espuma de la ola deja un Rajoy indignado con la falta de «categoría», la «mala educación» y el «macarrismo» de Pedro Sánchez. Pero el rastro del cara a cara trasciende al ofendido honor presidencial. Las dos horas que Mariano Rajoy estuvo en pantalla fueron un resumen preciso, nítido y conciso de la legislatura del Gobierno del PP. Por ser más concretos, del fracaso del diseño estratégico del mandato de Mariano Rajoy.
El presidente del Gobierno decidió que era la economía, y sólo la economía, lo único importante. Por muchas cosas que pasaran en el país –la corrupción, los recortes, el desafío catalán, las desigualdades sociales, la indignación, la estafa de las preferentes, los abusos del poder financiero, la quiebra de las cajas sin exigir responsabilidades a los gestores, el empobrecimiento de las clases medias, el paro desbocado, la desprotección de la juventud, el grito unánime de regeneración–, Mariano Rajoy negó la realidad, actuando como si no pasara nada. Hasta abdicó el Rey cuando el Estado advirtió que la revolución estaba en marcha, pero el presidente del Gobierno constató que todos esos cambios no iban con él. Desde el primer día había dicho que lo único importante era la economía y no iba a rectificar. La política, para los charlatanes. La gente con «categoría» acabará premiando el crecimiento del PIB al 3%.
Con este piñón fijo se presentó Rajoy en el cara a cara. No hubo rescate bancario, no hay recortes en la Ley de Dependencia, no hay desigualdad y de Cataluña no hablo porque es un lío. ¿Qué propone el candidato del PP para el futuro de España? Seguir gestionando la economía y la política… ya tal.
«Aquí hay 186 patriotas y un Gobierno de gilipollas», dijo un diputado del PP un día en el Congreso. Mariano Rajoy ha podido permanecer impasible mientras todo cambiaba a su alrededor gracias a los 186 diputados dispuestos a apretar el botón del sí. Pero cuando los 186 se conviertan en 110 ó 120, a ver lo que pasa. A juzgar por la actitud desmayada del candidato del PP en el cara a cara, no da la impresión de ser un líder capaz de afrontar con fortaleza el complejo escenario político que nos espera.
EL MUNDO – 16/12/15 – LUCÍA MÉNDEZ