Parábola para Sánchez

ABC 03/01/16
IGNACIO CAMACHO

· González conoce la estrategia de Podemos: primero el asalto a la hegemonía de la izquierda, luego el allanamiento del sistema

EL que sepa leer, que lea. Esos tres folios de Felipe González en «El País», mil palabras bajo el expresivo título de «La destrucción de Venezuela», no son sólo ni en realidad el alegato de un dirigente de prestigio internacional ante el desastre del poschavismo. En plena crisis del PSOE, con el debate abierto sobre los pactos con Podemos, se trata de un mensaje (poco) cifrado, una requisitoria oblicua de advertencia. No hay casualidades: ese relato alarmante de las calamidades del bolivarismo contiene un exhorto indisimulado contra su principal franquicia europea. El ex presidente ha abierto el año con una especie de manifiesto que es un grito en la pared de la calle Ferraz, una epístola moral a Pedro Sánchez y a la militancia ilustrada del partido.

Nadie ignora ya en Madrid el protagonismo activista con que González agita el estado de opinión interno del PSOE. Gestiones, llamadas, reuniones, contactos, un despliegue lobbístico de toda su capacidad de influencia. Mientras Sánchez explora la alianza con Pablo Iglesias para salvar su liderazgo, Felipe intenta cortocicuitarla para salvar a su partido. Por instinto y por experiencia de estadista ha detectado el peligro de que la socialdemocracia pierda su papel de estabilizador bajo el empuje del populismo. El hombre que evitó dos veces el sorpasso –frente a Carrillo y frente a Anguita– teme con serias razones que esta vez la organización carezca de la cohesión necesaria para impedirlo.

La movilización del Viejo Testamento socialista es evidente. Pero aunque el felipismo conserva la auctoritas carece de resortes de poder y se sabe estigmatizado por la crecida del adanismo. Su esperanza se llama Susana Díaz, que sigue asaltada por las dudas y tiene tendencia a derrotarse a sí misma en la elección de las oportunidades. Además una parte del PSOE siente pánico a parecer un instrumento del Ibex, un defensor de los privilegios, un aliado de la derecha; el fantasma de la vieja política. Entre González y Rajoy ha habido llamadas que no se filtran por temor al espantajo del bipartidismo. Podemos ha cuajado como catalizador de la ruptura y su dominio propagandístico es palmario. La denuncia de Venezuela es la parábola gonzalista sobre la amenaza en ciernes: primero el asalto a la hegemonía de la izquierda, el «empate catastrófico» con el bloque burgués, y luego el golpe a la Constitución, el allanamiento del sistema.

La situación es delicadísima porque la estabilidad del Estado depende de un PSOE moral y estructuralmente en quiebra. Unas nuevas elecciones podrían precipitar su catástrofe volcando el voto útil hacia el extremismo, y un pacto constitucionalista dejaría sombras de duda en su propio electorado natural. Felipe adoctrina, Susana vacila, Pedro aletea y nadie decide: el clásico vacío que favorece a cualquier adversario capaz de emplear sin titubeos la estrategia de la audacia.