EL MUNDO – 13/01/16
· Carles Puigdemont se convirtió ayer en el primer presidente de la Generalitat que no promete o jura el cargo por la Constitución. A diferencia de Artur Mas, que en su segunda toma de posesión ya había emprendido la vía soberanista, el nuevo jefe del Ejecutivo catalán obvió también al Rey y se limitó a garantizar «fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña».
El acto solemne se convirtió ayer en la primera escena de la desconexión con el resto de España que quiere emprender la Generalitat en la legislatura que empieza. El plan, que incluye la proclamación de la independencia y la redacción de una Constitución propia en 18 meses, se inició con una toma de posesión inédita. «¿Prometéis cumplir lealmente las obligaciones del cargo, con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representado por el Parlament?», preguntó la presidenta de la Cámara, Carme Forcadell, sin hacer ninguna referencia al Rey, a la Constitución o al Estatut. «Sí, prometo», respondió Carles Puigdemont.
Forcadell defendió poco después en 8tv que ni ella ni el president habían cometido «ninguna ilegalidad», porque «la fórmula no está regulada». Según ella, si hasta ahora los jefes del Ejecutivo catalán habían hecho un juramento «con pocas variaciones» citando al Rey y a la Constitución es porque Josep Tarradellas sentó ese precedente en 1980.
El ministro de Justicia, Rafael Catalá, ya había avisado por la mañana de que el Gobierno estaría pendiente de la toma de posesión. Y ayer, a última hora de la tarde, la Abogacía del Estado confirmó que estudiará la fórmula utilizada.
El acto fue más breve de lo habitual, y poca gente –apenas 200 personas– lo siguió desde la plaza de Sant Jaume. Pero dentro del Palau de la Generalitat se sucedieron los mensajes de contenido político. Antes de la toma de posesión de Puigdemont, que centró los comentarios de los 400 asistentes, el presidente saliente ya había querido reivindicarse.
Artur Mas hizo una alusión explícita al hecho de que ni el Rey Felipe VI ni el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, le agradecieran en el decreto de cese en el BOE «los servicios prestados», como sucede habitualmente. «Yo sí que os agradezco los servicios prestados, absolutamente a todos», dijo Mas dirigiéndose a los invitados. El ministro del Interior, Jorge Fernández, la delegada del Gobierno, Llanos de Luna, y el inspector general del Ejército en Cataluña, Ricardo Álvarez-Espejo –sentados al lado de Ada Colau–, aguantaron la larga ovación con caras de circunstancia.
Mas, que se resistió hasta el último momento a ceder el cargo, subrayó que ejerció la Presidencia «con vocación de servicio a Cataluña honesta y sincera». Ahora se dedicará a capitanear la refundación de Convergència; la debilidad de su partido para afrontar unas elecciones adelantadas y la presión de la CUP y ERC le empujaron a renunciar en el último minuto.
Puigdemont defendió por su parte su juramento. Afirmó que promete lealtad al pueblo de Cataluña y al Parlament porque constituyen «un círculo virtuoso de legitimidad democrática indiscutible», dejando claro de nuevo el plan soberanista para los próximos meses: sustituir la legalidad española por una específica catalana.
El nuevo presidente de la Generalitat designado por Mas dejó muestras de que piensa seguir el camino trazado por su antecesor. Lo hizo, sobre todo, a través de citas. «Lo más bonito del mar es lo que no hemos navegado», proclamó recogiendo un poema del turco Nazim Hikmet; y, en una sorprendente alusión a una frase que suele utilizar Albert Rivera, añadió: «Imposible es sólo una opinión».
Tampoco olvidó la crítica directa al Gobierno, que fue bastante más directa. «Estamos ahogados y humillados financieramente, desatendidos por el Estado, menospreciados en nuestra identidad», afirmó Puigdemont. Y, en clave soberanista, se comprometió a «implicar a más gente» en la aventura que ha emprendido la Generalitat en los últimos años.
Antes de salir a recibir el saludo de las personas que quedaban en la plaza, el nuevo presidente catalán, que es periodista, se despidió haciendo suya otra cita de Gaziel, histórico director de La Vanguardia: «Soy falible, pero insobornable».
EL MUNDO – 13/01/16