Anoeta (part two)

SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 06/03/16

Santiago González
Santiago González

· Arnaldo Otegi tuvo dos homenajes el mismo día de su salida de la cárcel: el primero a pie de obra, junto a la prisión de Logroño, en una carpa preparada al efecto. Una dantzari le bailó el aurresku de honor y la misma presentó el acto de la tarde en Elgoibar. Se trata de una redactora de los Servicios de ETB, llamada Ainhoa Lendinez, que fue invitada por la plataforma constituida para pedir la libertad de Otegi. Los responsables de la televisión pública sabían que ella estaba en el ajo y ella les contó que iba a participar. Peor habría sido que la aurreskulari hubiera sido Maite Iturbe, la directora de ETB.

Es la lógica de las cosas. A Iturbe le parecen «sesgadas» las películas de Iñaki Arteta sobre las víctimas del terrorismo. Tiene razón; están todas de parte de las víctimas, no de los asesinos. La primera que hizo ganó un premio en Nueva York y le costó su puesto de trabajo en la Diputación de Vizcaya. Por otra parte, hace ya más de 30 años, el primer director de ETB definió la cosa como «un proyecto abertzale, impulsado por abertzales tras una lucha abertzale. ETA, al margen de su valoración sobre las instituciones, considera a ETB como la televisión de este país. Ello lo demuestra el trato preferente que nos dan en el otro lado de los Pirineos, como en las cárceles, para conseguir información». Eta, Etb, Etc.

Otegi había caldeado el ambiente en vísperas de su gran mitin de ayer con declaraciones que recogieron todos los medios: «El final de la lucha armada tenía que haberse dado antes». Donde se ve que la cárcel tiene un poder pedagógico notable. ¿Cómo cuánto antes? ¿En qué momento se dio cuenta? Este tipo comenzó su carrera terrorista en ETA (pm) para impulsar el Estatuto, y cuando ya lo teníamos se pasó a ETA (m) para seguir luchando, ahora contra el Estatuto.

Contaba yo el otro día que fue incapaz de tener un gesto, una palabra de empatía a los parlamentarios del PSE tras el asesinato de su portavoz, Fernando Buesa. Tres meses después, cuando ETA asesinó a José Luis López de Lacalle, explicó así las razones de los asesinos: «ETA pone sobre la mesa el papel que, a su juicio, los medios están planteando: una estrategia informativa de manipulación y de guerra en el conflicto entre Euskal Herria y el Estado». Fue por entonces cuando Otegi bautizó a ETA con un delicado eufemismo: «la persuasión armada».

El velódromo fue también el lugar en el que Otegi vivió su momento de gloria, el 14 de noviembre de 2004. Tres días antes había muerto en París Yasser Arafat, 30 años exactos después de su legendario discurso en la ONU: «Vengo con el fusil de combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano». La metáfora llevaba una amenaza implícita y evidente, aunque la izquierda beata tomara el fusil de combatiente de la libertad y la rama de olivo como dos alegorías de la paz. Treinta años después, Otegi lo parafraseó con menos disimulo: «La izquierda abertzale viene con una rama de olivo en la mano. Que nadie deje que caiga al suelo». No dijo cuál era la herramienta de la paz que llevaba la izquierda abertzale en la otra mano, aunque se sobreentendía.

En el Parlamento vasco compartía vecindad en el escaño con Josu Ternera y otros terroristas. Juntos votaron una proclama de paz en el acuerdo de legislatura con el PNV, fijando «nuestra apuesta inequívoca por las vías exclusivamente políticas y democráticas para la solución del conflicto de naturaleza política existente en Euskal Herria». Después, Ternera tomó el olivo –¡caramba, qué coinsidensia!–, para ser lo que nunca había dejado de ser: el jefe de la banda terrorista ETA.

En 2004, la organización retuvo a los periodistas 20 minutos en el velódromo, tras el mitin. Ninguno presentó denuncia por detención ilegal. Ayer no pasó; la paz se abre camino.

SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 06/03/16