ABC – 09/03/16 – IGNACIO CAMACHO
· Sólo un 1,4 % de españoles están preocupados por el bloqueo de la investidura. Como para que el Rey no lo tome con tiempo.
Con soberana elegancia, el Rey le ha hecho un pasapalabra a Patxi López, la única fórmula que estaba a su alcance. «Diles que hablen entre ellos y ya si eso me vuelves a llamar». Es lo más parecido a un puñetazo en la mesa que puede dar el Monarca, entre cuyas estrictas atribuciones está la de aguantar que usen su nombre en vano como en el debate de investidura y hasta la de escuchar impávido la silbatina de reglamento en la final de Copa, pero no la de permitir que le tomen el pelo. La Corona no está autorizada para convocar elecciones ni para llamar por su cuenta a un caballo
blanco, un candidato independiente a la italiana. Esta última función, así como la de mediación entre los partidos, la podría ejercer el presidente del Congreso, pero Pedro Sánchez no lo puso ahí para que se crea el papel de tercera autoridad del Estado. De modo que Felipe VI no tenía otra salida que darse oficialmente por enterado de lo que ya sabía: que no habrá pactos al menos hasta que alguna de las partes sienta en la nuca la presión de un vértigo electoral desfavorable. Y entretanto lo que le conviene es mantenerse lejos del tráfago partidista, del postureo táctico y de la ingeniería política de salón que tanto gusta en ese Madrid de los conciliábulos.
Porque si este bloqueo tiene alguna salida que no pase por las urnas será inextremis, en el último momento. Es una regla tácita de toda negociación que las condiciones más preciadas hay que sostenerlas hasta el límite del tiempo. Si alguien va a acabar cediendo sólo lo hará cuando no quede más remedio, es decir, cuando sienta la certidumbre de salir perjudicado en las urnas. Para eso quedan muchas encuestas, muchas reuniones, muchos tanteos, muchas ruedas de prensa, mucho tira y afloja, mucha apariencia de diálogo; la nueva política no es más que la vieja con más televisión por medio. En realidad, este proceso que ahora parece inédito sucede en España cada cuatro años, en la constitución de los ayuntamientos.
Y siempre acaba en pactos sobre la campana porque si no, como las elecciones locales no se pueden repetir, gobierna automáticamente el partido más votado. Convendría tomar nota para ese prometido futuro de reformas estructurales.
El Rey, que aunque está de estreno como los nuevos líderes tiene bastante más horas de preparación a cuestas, se ha hecho un perfecto cuadro de situación; en realidad lleva trabajando en ello desde que leyó los resultados de diciembre. Y no va a involucrarse en maniobras de distracción ni de bloqueo. Si los candidatos quieren tiempo, tiempo tendrán: el que marca la ley, ni un minuto menos. Tampoco parece que los españoles estén demasiado ansiosos: el país funciona al trantrán tan mal o tan bien como antes y en la oleada del CIS de ayer sólo un 1,4 por ciento se declara preocupado por la ausencia de Gobierno. El resto, o sea, la inmensa mayoría, ya se inquietará si eso.
ABC – 09/03/16 – IGNACIO CAMACHO