EL MUNDO 10/03/16 – ARCADI ESPADA
· ¿El 155? ¡Quia! Cataluña lleva años dulcemente intervenida y el único mérito del poder político catalán es haber convencido a la opinión pública de que eso no ha sucedido. La Cataluña política es la historia de un gran fracaso moral, político y económico. De un fracaso tan abrasador que incluso ha provocado que los ciudadanos se hayan mostrado remisos a la hora de pedir cuentas. Ni siquiera por el corrupto Pujol las han pedido. Cuando Pujol y sus sucesores han dicho que ellos eran Cataluña no exageraban. Para que Cataluña se pida cuentas a sí misma habrá de pasar algún tiempo y alguna generación.
En esta operación de camuflaje de la realidad intervenida el Gobierno catalán ha contado con el Gobierno central como gran aliado. Por razones difíciles de resumir, pero que se vinculan a una oscura e impostada mala conciencia, el Gobierno central no ha querido explicar que lleva tiempo soportando una gran parte de la carga económica de la autonomía y ha sido de una timidez inconcebible a la hora de difundir la evidencia de que el conjunto de la economía española marcha mejor que el de su parte catalana. La última expresión de esa política apaciguada es la escala del ministro Guindos en el aeropuerto de Barcelona para reunirse con el consejero Junqueras y ver qué ha de hacer el Estado para evitar la quiebra de Cataluña.
La hipotética quiebra de una región que supone el 19 por ciento del Pib sería una pésima noticia española y comprendo que el Gobierno Rajoy haga lo imposible por evitarla. Ahora bien, la ayuda del Estado debe tener contrapartidas y las principales son el control y la transparencia, factores de dudosa aplicación en encuentros histéricos y semiclandestinos en los aeropuertos.
No hace falta decir, además, hasta qué punto esta necesidad se agudiza cuando se piensa que el Estado está ayudando a un Gobierno cuyo objetivo político más nítido, por no decir el único, es la destrucción de ese Estado. La relación entre dinero y secesión puede explicarla bien Artur Mas, no en vano la más peligrosa acusación judicial que afronta es la malversación de fondos públicos para la organización de la consulta del 9-N.
Estoy de acuerdo con que el Estado aporte a Cataluña el dinero que necesite. Solo pido que el dinero lo lleven hasta Cataluña, de un modo visible y celebrado, casi en volandas, un grupo escogido de hombres de negro. Es la mínima lección que merecen los irresponsables que gobiernan Cataluña y los irresponsables que les han votado, y la garantía que deben exigir los españoles acerca del uso que se da al dinero público. Cataluña es hoy tan sistémica como sistemáticamente caótica y desleal.
EL MUNDO 10/03/16 – ARCADI ESPADA