EL CONFIDENCIAL 12/03/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· El PP se apuntan a la resistencia ordenada mediante una posición política en círculo y con fuego a discreción
En el PP y en el Gobierno se han interiorizado dos graves decisiones. La primera: no dejar caer a Mariano Rajoy. Y la segunda: prepararse ya para unas nuevas elecciones, el 26 de junio. Ambas determinaciones de los dirigentes y cuadros del partido son complementarias: entregar la cabeza del presidente en funciones ante las peticiones expresas de Rivera en tal sentido -aunque la reclamación sea indirecta- y ante la lógica complacencia de Sánchez, sería tanto como una claudicación que no garantizaría la formación de un Gobierno con la intervención decisiva del PP (es decir, su presidencia, fuera cual fuese el candidato de recambio) y, en consecuencia, las elecciones devendrían inevitables a no ser que Podemos, en un giro posible pero improbable, y los independentistas catalanes, en otro aún más inverosímil, presten su respaldo al pacto entre el PSOE y Ciudadanos.
Los populares se la juegan todo a que los de Iglesias mantengan su hostilidad contra los socialistas -lo que les gratifica de manera particular- y a que en unos nuevos comicios, ya se vería si con Rajoy o sin él, la suma del centro (Ciudadanos) y derecha (PP) alterase fuertemente la actual correlación de fuerzas. El jueves, un sondeo de Gesop para ‘El Periódico de Catalunya’, preveía que el PP estaría entre 107 y 110 escaños, pero que Ciudadanos pasará de sus actuales 40 a 59-62, lo que arrojaría una mayoría no absoluta, pero cercana a serlo, del centro-derecha. Este panorama, así diseñado, dispone de algunas interrogantes. Las dos principales: que los problemas internos de Podemos le desaconsejen unas elecciones y les indiquen como más conveniente un acuerdo con el PSOE-Ciudadanos, y que los de Rivera sigan estrechamente vinculados con el PSOE, no sólo ahora, sino también en el futuro. En ambos supuestos, las expectativas del PP quedarían defraudadas.
El “clamor” sobre la precariedad del liderazgo de Rajoy se constata en Génova como un “ruido” que se produce fuera pero no dentro del partido
En todo caso, el PP ha decidido enrocarse, resistir, porque se siente seriamente agredido. En primer lugar por la intrusión de Rivera en la libertad de la organización para tomar sus decisiones. En segundo lugar, por el comportamiento de determinados grupos de investigación de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que, en funciones de policía judicial, presentan en los juzgados, o filtran, informes contra dirigentes del PP con acusaciones de corrupción. En tercer lugar, por las decisiones de muchos jueces que “alegremente” (sic) montan operaciones policiales en episodios de presunta corrupción contra dirigentes populares que, al final, desembocan en investigaciones/imputaciones de carácter preventivo. En cuarto lugar, por los planteamientos de la mayoría de los medios de comunicación que se han abonado “a las tesis más destructivas de la reputación del partido” (sic), y en quinto lugar -y relativamente sorprendente- por el distanciamiento del Rey en sus relaciones con el presidente del Gobierno en funciones, y de éste con aquel.
El “clamor” y el “rumor” sobre la precariedad del liderazgo de Rajoy -según algunos pero poco relevantes ex dirigentes populares- se constata en Génova como un “ruido” (sic) que se produce fuera pero no dentro del partido. En el que se ha acordado resistir como lo hizo el general Custer con el 7º Regimiento de Caballería en la batalla de Little Big Horn el 25 de junio de 1876 ante el ataque concertado de sioux, cheyennes y arapahoes, comandados por Caballo loco. Según unas crónicas, los soldados norteamericanos se inmolaron heroicamente; según otras, la batalla terminó con una desordenada desbandada. Los populares se apuntan a la resistencia ordenada, mediante una posición política en círculo y con fuego a discreción. Desde el PP, insisten, no le vendrá el gobierno que Sánchez y Rivera pretenden, sino, además del “tiro al pichón” contra el catalán, una defensa artillada de los criterios populares.
El PP ha decidido resistir porque se siente agredido. En primer lugar por la intrusión de Rivera en la libertad de la organización para tomar sus decisiones
Se ha adoptado una decisión complementaria: mantener actitudes desafiantes. Y así, el Gobierno no se va a someter a sesiones de control del actual Congreso de los Diputados porque entiende que está en funciones y su legitimidad no deriva de las actuales Cortes sino de las anteriores; y Mariano Rajoy no se acochinará y por eso, pese a la declaración de “non grata” a su persona por el Ayuntamiento de su ciudad, se va a Pontevedra. Además, los ministros no dejarán de hacer manifestaciones críticas, e incluso, de choque, tantas cuantas veces la ocasión lo requiera, como ha sucedido con el comportamiento de Ada Colau respecto del stand de las Fuerzas Armadas en el Salón de la Enseñanza de Barcelona. Así están las posiciones del PP, sean o no inteligentes, racionales, audaces y, al final, acertadas. En su momento, cada palo tendrá que aguantar su vela.