El ‘reunionismo’ se toma un respiro

EL MUNDO – 13/03/16 – LUCÍA MÉNDEZ

· Susana Díaz, la única dirigente que puede disputar a Pedro Sánchez el puesto a la Secretaría General del PSOE en el congreso del 8 de mayo, permanece callada. Pero dirigentes históricos del PSOE no descartan que la presidenta andaluza acabe dando el salto a la política nacional. «Todos los barones están mirando a Sevilla», aseguran. Los notables del PSOE argumentan que Sánchez está «quemado» para unas nuevas elecciones. En el PP, mientras tanto, Mariano Rajoy confía a los suyos que no se va a ir y que nadie le va a echar. Repite que su partido «es el único que mantiene la cohesión interna» frente a la división del resto de formaciones

Quienes conocen bien la política cubana están familiarizados con la palabra «reunionismo». El reunionismo es un vicio nacional en Cuba y consiste en un exceso de reuniones de dirigentes políticos que siempre acaban sin resultados concretos. El reunionismo que ha caracterizado la política española desde el 20-D, cuyo resultado ha sido la investidura fallida de Pedro Sánchez, se ha tomado un respiro. Desde que concluyó la sesión de investidura, las reuniones han tocado a su fin y no hay fecha para reanudarlas. La realidad aritmética de la Cámara se impuso a la ilusión del líder socialista de que su acuerdo con Ciudadanos fructificara en su elección como presidente del Gobierno.

El pacto Sánchez-Rivera, que ambos mantienen en equilibrio inestable, se va deshilachando con el paso de los días. El último escollo es la imputación del líder socialista gallego y la presión de Ciudadanos para que Sánchez prescinda de él. Por otro lado, los encuentros anunciados por Rajoy con los líderes del PSOE y Ciudadanos se han suspendido sine die. El presidente del PP no está dispuesto a protagonizar un ménage à trois y pide los encuentros por separado.

El bloqueo político e institucional continúa tozudo e impasible cuando faltan siete semanas aún para la disolución automática de las Cortes el 3 de mayo, si antes nadie logra los votos necesarios para ser investido presidente. Conforme transcurren los días, las formaciones políticas están cayendo en la cuenta de que el plazo se les va a hacer eterno y comienzan a surgir los desgastes propios de la situación de estancamiento. Nadie está dispuesto a dar su brazo a torcer. Y aunque los estados mayores de todos los partidos coinciden en que a nadie le interesa la repetición de las elecciones, tampoco nadie da los pasos necesarios para poder evitarlo. Como la maldición de esos personajes literarios que saben que viajan hacia un destino fatal, pero no pueden evitarlo porque es la fuerza del destino y no su voluntad la que guía sus pasos.

A ratos, parecería que todos los actores incluso se encuentran cómodos en la situación actual. Podrían seguir así no dos meses, sino dos años. El presidente en funciones, en La Moncloa. Pedro Sánchez, como candidato eterno a presidente. Albert Rivera, como el invitado de lujo. Pablo Iglesias, como el único líder rebelde. En consonancia con la naturalidad mostrada por los actores políticos ante la mayor crisis institucional desde la Transición, los españoles tampoco parecen muy preocupados por la interinidad. Según el último barómetro del CIS, sólo el 1,4% de los ciudadanos cree que sea un problema no tener Gobierno ni perspectivas verosímiles de tenerlo. A pesar de que no se puede excluir una solución de última hora, tampoco se aprecia un posible escenario en el que alguno de los actores políticos renuncie a sus posiciones ni retroceda sobre el camino andado después del 20-D.

El estado de la cuestión es el siguiente. Descartada casi por completo la gran coalición PP-PSOE, el secretario general socialista sigue alimentando el sueño de que Podemos, nacionalistas e independentistas se abstengan para dejarle gobernar con los 130 escaños que suman PSOE y Ciudadanos. Albert Rivera presiona para que Rajoy deje paso a otro dirigente del PP como fórmula para intentar desbloquear la situación. Pero el pacto PSOE-Podemos parece cada vez más lejos. Y la división interna de algunas federaciones de la formación de Pablo Iglesias –particularmente la madrileña– está siendo aprovechada por los socialistas para aventar discrepancias entre el líder de Podemos y su número dos,Íñigo Errejón.

De acuerdo con la versión difundida por el PSOE, Iglesias es el duro que no quiere pactar y Errejón, el blando. Sin embargo, no existen datos objetivos que permitan pensar que esa interpretación se ajusta a la realidad. Lo único cierto es que todo ello contribuye a incrementar la desconfianza entre el PSOE y Podemos –teóricamente llamados a pactar–, ya muy dañada desde que Pablo Iglesias ofendió en sede parlamentaria al icono socialista recordando la responsabilidad de Felipe González en la guerra sucia contra ETA.

Aunque el pacto con Ciudadanos se apaga y su candidatura cosechó 219 votos en contra, la interpretación más extendida en la política española es que Pedro Sánchez se ha consolidado como líder del PSOE gracias a su hábil gestión del encargo del Rey para formar Gobierno. El silencio de los barones regionales así parece indicarlo. Según aseguran fuentes de la dirección socialista, Sánchez tiene el camino expedito para ser el único candidato a las primarias para la elección de secretario general del PSOE convocadas para el 8 de mayo. La única dirigente que podría disputarle el puesto, Susana Díaz, permanece callada y aparentemente inmóvil. Sin embargo, este periódico ha podido hablar con varios dirigentes históricos del PSOE, retirados de la primera línea, que no descartan el salto de la presidenta andaluza a la política nacional. El argumento de estos notables del partido es que «Pedro Sánchez está quemado y el PSOE no puede ir con este candidato si se convocan las elecciones en junio». «De momento, nadie quiere decir nada públicamente, pero todos los barones están mirando a Sevilla», asegura un veterano socialista que sigue conociendo de primera mano lo que sucede en el partido.

Hay que recordar que Felipe González aconsejó hace pocos días a Susana Díaz que no se moviera de Sevilla. Sin embargo, la presidenta andaluza recibe también otros consejos en sentido contrario. Su silencio, apuntan las mismas fuentes, se debe a que está esperando a que se formalicen los plazos para presentar las candidaturas a la Secretaría General, del 11 al 15 de abril. «De momento, la cuestión no está en la agenda política de estos días, pero hay un congreso convocado y puede haber competición por la Secretaría General del PSOE», asegura otro ex dirigente. Los barones regionales, que son quienes tienen en su mano un posible vuelco en el liderazgo socialista, se mantienen silenciosos y a la espera, por lo que Pedro Sánchez se considera a salvo de Díaz. Al menos, en apariencia. Algunos dirigentes piensan que las bases están más con él que con ella, que perdería la votación si da la batalla.

La tesis de los veteranos socialistas que apuestan por el relevo es que un posible cambio en el liderazgo del PSOE abriría un nuevo tiempo político y obligaría al PP a reconsiderar asimismo su estrategia de cara a las elecciones. La estrategia del PP es clara, rocosa e inamovible. Mariano Rajoy sigue firmemente decidido a no dar un paso atrás, ni a ninguno de los lados. «Hay una campaña perfectamente orquestada contra Rajoy que va a continuar en los próximos meses, de sectores externos, del Ibex, de los medios de comunicación fascinados por Rivera», asegura un ministro en funciones. Una campaña, añaden todos los próximos al presidente, destinada al fracaso. Rajoy ha confiado a los suyos que no se va a ir y que nadie le va a echar.

Las voces aisladas que le han pedido que renuncie –el ex presidente murciano Alberto Garre y el ex presidente del PP de Navarra Jaime Ignacio del Burgo– han causado incomodidad, pero han sido inmediatamente acalladas por un aluvión declarativo contra ellos de dirigentes del PP y ministros. «Se ha instalado el mantra de que alguien le diga a Rajoy: vete que nos estás matando. Pero dentro del partido no hay nadie que dude de que él debe ser nuestro candidato. Rajoy no está cuestionado por la sencilla razón de que no hay alternativa a su liderazgo dentro del PP», asegura una persona próxima al presidente en funciones.

El líder del PP ha transmitido a los suyos que su partido «es el único que mantiene la cohesión interna» en contraposición con la división del resto de las formaciones políticas. Esta tesis, ampliamente compartida por las fuentes consultadas, sostiene que el PP corre el riesgo de «entrar en barrena» si Rajoy abriera el melón de su sucesión en este momento. Según la dirección popular, el cásting de nombres que se publican en los medios para sustituir a Rajoy –Alberto Núñez Feijóo, Soraya Sáenz de Santamaría, Alfonso Alonso o Cristina Cifuentes– son filtrados por personas afines a los interesados. A los ya conocidos se ha añadido en las últimas semanas el de Ana Pastor, la ministra de Fomento, quien acoge con ironía e incredulidad estas especulaciones.

La unidad y disciplina forman parte del ADN del PP. El ex diputado y ex portavoz del partido Gabriel Elorriaga, en una entrevista difundida por la Red Floridablanca, explica que «la eficacia en el PP se ha buscado en la jerarquía, de modo que sólo se pueden alcanzar los objetivos políticos sobre la base de una estructura muy disciplinada, carente de debate interno y de contraste de opiniones».

La dirección popular rebate asimismo la tesis con la que presionan Rivera y Ciudadanos según la cual, la retirada de Mariano Rajoy facilitaría la posibilidad de un Gobierno PP-PSOE-Ciudadanos. Según ha reiterado la cúpula socialista, el veto no es nominal contra Rajoy, sus diputados no facilitarán un Gobierno presidido por nadie del PP.

Ante el probable escenario de unas nuevas elecciones, todos los partidos debaten cómo llenar el tiempo que resta hasta la disolución y la convocatoria electoral. Todos albergan el temor de pagar los platos rotos de su incapacidad para llegar a un acuerdo. Los pagarán, pero no saben cómo. Y tampoco acaban de fiarse de las encuestas. Nadie es capaz de predecir cómo reaccionará el electorado si es convocado a las urnas otra vez seis meses después.

EL MUNDO – 13/03/16 – LUCÍA MÉNDEZ