Ya hubieran querido todos los asesinados por los jefes de Martxelo Otamendi ser objeto de las mismas imaginarias agresiones que él.
El director del periódico en lengua vasca Euskaldunon Egunkaria, Martxelo Otamendi, ha declarado tras salir en libertad bajo fianza que fue sometido a torturas por parte de los guardias civiles que le interrogaron. Otamendi pretende que fue obligado a permanecer en pie desnudo durante horas, a realizar flexiones y que fue insultado y amenazado de muerte. El denunciante de tales atropellos, que mostraba un excelente aspecto físico en el momento de describir a los periodistas su supuesto calvario, ha sido inmediatamente objeto de todo tipo de muestras de solidaridad por parte de miembros del Gobierno vasco, del vicario de San Sebastián -cierto clero guipuzcoano ¬siempre nacionalista antes que cristiano¬ y de diversas instituciones públicas como el consejo de administración de la EITB, el Ayuntamiento de Bilbao o la UPV.
Es bien sabido que en el manual de ETA figura una instrucción muy clara para el supuesto de captura por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado: la de protestar por trato vejatorio, se haya producido o no. Una mentira sobre esta cuestión desvía la atención de la causa de su confinamiento, moviliza a sus simpatizantes, desprestigia a los cuerpos policiales y proyecta hacia los medios extranjeros la imagen de que en el problema terrorista en España hay dos partes igualmente violentas. Por tanto, es más que posible que Otamendi haya seguido fielmente las pautas de comportamiento previstas para este caso. Suponiendo que se hubiera producido algún exceso en el procedimiento previo a la resolución judicial sobre su situación procesal, la experiencia ha venido demostrando que los tribunales españoles son extremadamente rigurosos ante violaciones de las garantías de los acusados y vigilan con encomiable celo el respeto a los derechos humanos. Resulta, por tanto, especialmente repugnante la reacción de los jerarcas del aranismo, que, por supuesto, ante la duda se han manifestado de inmediato a favor del presunto etarra de turno. Iñaki Anasagasti, que en su afán por conservar su puesto en la lista electoral ha probado ya que es capaz de las mayores vilezas, ha llegado a decir que a los colaboradores de ETA contra los que ha actuado con escrupulosa legalidad el magistrado Juan del Olmo se les ha torturado «por el mero hecho de ser vascos», ignorando irresponsablemente el cúmulo de evidencias sobre su relación con la banda criminal. Semejantes afirmaciones en boca de los representantes oficiales del nacionalismo «democrático» demuestran de nuevo donde están sus verdaderas simpatías. Los directivos de la publicación clausurada se han quejado de haber sido tratados «como ratas». Ya hubieran querido todos los asesinados por los jefes de Martxelo Otamendi ser objeto de las mismas imaginarias agresiones que él con descarado cinismo esgrime para continuar con su siniestra labor al servicio de la mafia que le paga.
Aleix Vidal-Quadras, LA RAZÓN, 28/2/2003