Agotados los gestos de complicidad y halago a los votantes radicales, ha llegado para el PNV y EA la hora de recoger las nueces.
Aunque la política nunca ha sido un reino angélico y en la pugna por el poder no se pueden aplicar exactamente las mismas reglas que en otros órdenes de las relaciones interpersonales, hay ocasiones en que determinadas maniobras orientadas a ganar elecciones sobrepasan cualquier límite y producen una náusea incontenible. No se trata del dilema provocado por la distinción clásica que hizo Max Weber entre ética de los principios y ética de las responsabilidades, sino de estrategias desaprensivas que desprecian los más mínimos escrúpulos con tal de alcanzar sus fines. Tanto el Partido Nacionalista Vasco como Eusko Alkartasuna han venido oponiéndose sistemáticamente a las iniciativas conjuntas de los dos grandes partidos nacionales para neutralizar a Batasuna e impedir que el dinero del contribuyente acabe en manos del crimen organizado. Desde el mismo inicio del proceso parlamentario y jurídico que ha culminado afortunadamente en la ilegalización del brazo institucional de la banda terrorista, la cúpula nacionalista vasca no ha cesado de manifestar su rechazo a tan saludable medida, de defender con todo tipo de argumentos el derecho de los asesinos a cobrar del erario público, de presentar lo que no es sino un acto de elemental justicia como un ataque a la democracia y al pluralismo, y de prestar apoyo moral a un grupo de delincuentes que viven del vandalismo y la tortura.
Por supuesto, han seguido manteniendo de manera ostensible cordiales relaciones con los dirigentes de esta mafia sanguinaria, han sostenido con sus votos a no pocos alcaldes batasunos incluso después de alevosos atentados jaleados y disculpados por esos mismos que gobiernan con su apoyo y se han negado a disolver los grupos municipales etarras ilegalizados en los consistorios bajo su control, además de permitir que el grupo parlamentario liderado por el siniestro Otegi conservara sus subvenciones y prebendas en la Cámara autonómica. En una muestra extrema de virtuosismo maquiavélico, han coqueteado hasta el último minuto con la posibilidad de ayudar a ETA a contar papeletas atribuidas a AuB, las nuevas siglas de la organización terrorista concebidas para burlar la ley.
Sin embargo, anteayer se han quitado por fin la careta. Tanto el portavoz del PNV como el de EA han declarado que se desentienden de la suerte que puedan correr las listas ilegales de ETA y que los comicios deben celebrarse tal como está previsto. En otras palabras, que agotados los gestos de complicidad y halago a los votantes radicales, ha llegado la hora de recoger las nueces. Primero se alimenta el terror y cuando la reacción del Estado de Derecho lo aparta de la mesa del juego democrático, se corre a devorar la pitanza abandonada por las fieras en su huida. El nacionalismo sedicentemente democrático muestra así su verdadero y repulsivo rostro de nacionalismo carroñero.
Aleix Vidal-Quadras, LA RAZON, 9/5/2003