JON JUARISTI – ABC – 09/04/17
· ¿Para esto ha muerto un millar de españoles? Pues sí, mire usted por dónde…
Fernando Savater y Maite Pagazaurtundúa, entre otros, impulsan un manifiesto por «un fin de ETA sin impunidad». Me habría gustado mucho poder firmarlo, pero no lo voy a hacer. Una cosa es lo que me gustaría, y otra suscribir iniciativas noblemente testimoniales destinadas, por su inutilidad, a producir melancolía. ETA quedará impune, ya ha quedado impune, porque el pragmatismo del bloque constitucional o de lo que él sobrevive así lo exige.
ETA es y será impune porque –pongo por caso– el partido del Gobierno necesita que el PNV apruebe los Presupuestos Generales del Estado y el PNV necesita la impunidad de ETA para tener la fiesta en paz. Para tenerla fuera, pero, sobre todo, en casa. O sea, para que la izquierda abertzale no quiebre la cohesión de la comunidad nacionalista vasca.
En vez de cocear contra el aguijón, deberíamos preguntarnos por el sentido de este final de ETA que el PNV quiere convertir en efemérides incomparable y en refundación o nuevo comienzo de la historia vasca. En 1986, hace más de treinta años, el por entonces lehendakari Ardanza pronosticó que ETA sólo se disolvería cuando el Estado español respetase los legítimos derechos del pueblo vasco.
No especificaba cuáles eran, a su juicio, los supuestos derechos legítimos de un sujeto tan problemático, pero para mí estaba claro, y lo sigue estando, que Ardanza y los nacionalistas vascos en general entendían y entienden por legítimos derechos del pueblo vasco cualquier cosa que los nacionalistas vascos reclamen como legítimos derechos del pueblo vasco. Si ETA consiente en escenificar un final es porque el Estado español ha terminado por reconocer los legítimos derechos del pueblo vasco, es decir, ha terminado por reconocer como legítimo derecho del pueblo vasco todo lo que los nacionalistas vascos reclamen como legítimo derecho del pueblo vasco.
¿Cómo se ha llegado a esto? La respuesta es muy sencilla: el escarmiento ha funcionado. ETA ha aniquilado la resistencia de la nación española al nacionalismo vasco. Los españoles no quieren que el horror vuelva a empezar, o sea que, por la paz, lo que haga falta, que en este caso es bastante más que un avemaría. Me hacen mucha gracia los desmedidos elogios a un PNV que, al contrario que el independentismo catalán, ya no esgrime el «derecho a decidir». ¿Para qué iba a hacerlo? No lo necesita. Ha obtenido con creces lo que Ardanza reclamaba en 1986. Y lo ha obtenido gracias a ETA. Por eso ETA quedará impune. Porque su impunidad es uno de los derechos legítimos del pueblo vasco.
Por todo lo dicho no voy a firmar el manifiesto por un fin de ETA sin impunidad. ETA no es nada, sólo un dispositivo obsoleto que ya ha cumplido la función para la que se creó. No quiero que sus beneficiarios disfruten viendo que me olvido de ellos para arremeter contra sus esbirros jubilados. La impunidad de éstos me parece escandalosa, por supuesto, pero no tanto como la indecente hipocresía del nacionalismo vasco que orquesta, solemniza y enaltece el final de ETA desde las instituciones autonómicas vascongadas y navarras.
En unas y otras se ha instalado una especie de franquismo abertzale que amenaza durar tanto, por lo menos, como duró el genuino. Si no chistas, como sucedía bajo aquel el execrado régimen tan acendradamente español según el nacionalismo vasco, nadie te molestará (salvo que seas guardia civil en Alsasua). Con todo, no es esto lo peor. Después de todo, siempre que España se ha acercado a la libertad, lo más bruto del «pueblo vasco» se ha echado al monte. A matar liberales, aunque terminen matando españoles en general (Dios reconocerá a los suyos). Hasta ahora, sin embargo, los españoles nunca se habían rendido.
JON JUARISTI – ABC – 09/04/17