ABC 11/04/17
EDURNE URIARTE
· Es muy difícil combatir la posverdad de un terrorismo de extrema izquierda, las FARC y ETA son una prueba
¿ HA sido derrotada ETA? No del todo. O eso es lo que yo contestaría a una pregunta semejante sobre el nazismo si viera al carnicero de Lyon, a Klaus Barbie, subido al escenario de Bayona el pasado sábado y haciendo un homenaje a los nazis, tras haber dejado bien claro que reivindica todos y cada uno de sus crímenes. No estaba en Bayona el carnicero de Lyon que murió en la cárcel en 1991, pero sí estaba el carnicero de Mondragón, ya libre a pesar de sus 600 años de condena y perfectamente orgulloso de sus 17 asesinatos.
Y quedan muchos nazis por el mundo, ciertamente, pero los detienen y condenan a la mínima como se les ocurra montar el show del pasado sábado con la excusa de que entregan unas cuantas armas viejas. Sobre todo en Francia, donde no les pasan ni una, como debe ser, por otra parte. Sensibles como son, entre otras cosas por los numerosos franceses que asesinaron criminales como Barbie. Aquí mismo conté la semana pasada las condenas judiciales, incluida una de cárcel, que lleva el cómico Dieudonné por hacer «chistes» antisemitas. En cambio, les produce cierta indiferencia lo de los asesinatos de ETA, de ahí que los etarras tengan esa afición a montar reuniones en Francia. Y no es por la diferencia de número en los crímenes entre los nazis y ETA. Es por la diferencia de ideología que justificó unos asesinatos y otros. Es ahí donde ETA no ha sido derrotada claramente como sí lo fue el nazismo.
Ahora se ha puesto de moda lo de la «posverdad», pero los etarras y quienes les han comprendido llevan varios años de exitosa posverdad. Consiste, por ejemplo, en llamar «lucha armada» a los asesinatos, «conflicto» al crimen y «diálogo y normalización» a la impunidad del asesino. O en presentar como «líder de la izquierda independentista vasca» a Arnaldo Otegui. Así lo hacía ayer John Carlin. Me pregunto si presentaría al carnicero de Mondragón como «activista de una organización independentista». Es posible que fuera capaz, si recordamos todo lo que nos llamó a los críticos de la negociación del Gobierno colombiano con las FARC. Otra posverdad para la historia. Lo nuestro es una nadería en comparación con aquella bacanal de impunidad y legitimación de una organización terrorista. El propio ministro de Justicia colombiano dijo hace unas semanas que lo que quieren es «reparar a las víctimas y eso no se logra con mandar a la gente de las FARC a prisión, sino con la verdad y la reparación». Para ganar un campeonato de la posverdad. A Barbie le habría encantado esa interpretación de la reparación de las víctimas. Y a todos los asesinos del planeta.
De aquí a nada los tenemos dando conferencias sobre justicia en España y, por supuesto, en Francia con el carnicero de Mondragón y compañía. Y España no podrá escandalizarse demasiado tras el lamentable apoyo que ha ofrecido a esa impunidad, Parlamento en pleno incluido. Quizá porque nos pasa lo que a Francia con ETA, que los «guerrilleros» (otra posverdad) de las FARC asesinan colombianos y no españoles.
Es muy difícil combatir la posverdad de un terrorismo de extrema izquierda, las FARC y ETA son una prueba. Pero no es imposible, como prueba la movilización que ha generado el manifiesto «Un fin de ETA sin impunidad». A la hora de escribir estas líneas, lleva casi 25.000 firmas en change.org (https./www.change.org/p/a-la-gente-debien-que –los-asesinos-pongan-reglas-un-fin-deeta-sin-impunidad).Es una esperanza.