El fracaso de la derecha en las presidenciales se ha cobrado su primera víctima. El candidato, François Fillon, deja el liderazgo de Los Republicanos, que quedan, de momento, descabezados. Los socialistas, con Hamon también desaparecido, aplazan su renovación a noviembre. Mientras, el huracán Macron llevaba ayer la euforia a los mercados.
Conservadores y socialistas preparan ya la batalla de las legislativas de junio, mientras a Emmanuel Macron, favorito para ganar la presidencia frente a Marine Le Pen, le llueven los apoyos, entre ellos el del presidente François Hollande. La votación del domingo dejó un país más dividido que nunca.
«No tengo legitimidad para librar está batalla con vosotros», dijo Fillon ante el comité político de Los Republicanos. «Volveré a ser un militante más. Voy a tener que plantear mi vida de otra manera, y curar también las heridas de mi familia», añadió. Y se fue. La reunión prosiguió, con la idea de trazar un nuevo futuro para la formación gaullista, acosada desde la extrema derecha por el Frente Nacional y desde el centro por Emmanuel Macron.
Fillon asumió la responsabilidad de la derrota, pero sólo a medias. Su victoria fue imposible «por un bombardeo intensivo cuya amplitud quedará en los anales de las campañas presidenciales», señaló, refiriéndose al escándalo de los empleos ficticios de su esposa, que estalló en enero y arruinó sus posibilidades cuando encabezaba los sondeos. Ahora afloran las críticas al nepotismo del candidato en la gestión de la crisis: «No es la derecha la que ha perdido, es Fillon», dijo Éric Woerth, ex ministro de Trabajo en el Gobierno de Fillon. Alain Juppé atribuyó el fracaso a «la personalidad de Fillon y su línea política».
El partido, que pide el voto para Emmanuel Macron con el objetivo de frenar a Marine Le Pen, quiere concentrarse en sus posibilidades para las legislativas, pensando ya que una mayoría parlamentaria podría dar lugar a un gobierno de cohabitación con el líder del movimiento En Marche! en la presidencia. Pedir a su electorado que vote a Macron y convencerle más tarde, en junio, de votar contra él, no parece una tarea sencilla. Un reto adicional será evitar que se filtren las voces contra la llamada barrera republicana para no mostrar división, cuando los hay que ya hablan de la «posibilidad» de votar por Le Pen, como Jean-Frédéric Poisson, uno de los perdedores de las primarias internas. La democristiana Christine Boutin, ex ministra de Nicolas Sarkozy con Fillon como jefe de Gobierno, dijo tener decidido el voto para Le Pen, mientras otros optaron por no recomendar el voto para ninguno de los dos.
El comité político de Los Republicanos decidió no afrontar la cuestión del liderazgo hasta asegurarse de que Marine Le Pen es derrotada. Varias voces criticaron el giro derechista imprimido por Fillon y su excesivo acercamiento a las posiciones del Frente Nacional en materias como la identidad francesa y la inmigración. Después de tres horas de reunión sólo se aprobó un breve comunicado que confirmaba el respaldo gaullista a Macron. El partido seguirá descabezado hasta pasadas las presidenciales. Entonces buscará dirigentes más jóvenes, porque parece evidente que los franceses han pedido con su voto renovar la clase política.
El consejo del Partido Socialista se reunió por la mañana y decidió no hacer nada. Tras la apabullante derrota de su candidato, Benoït Hamon, que no llegó siquiera al 7% de los votos, Jean-Marie Cambadélis, primer secretario, retomó las riendas provisionalmente. Cambadélis admitió que la situación era «crítica» pero consideró apropiado «actuar sin precipitaciones». Ofreció el respaldo socialista a Macron y anunció un congreso de renovación en otoño.
Además de gaullistas, socialistas y del presidente Hollande, a Emmanuel Macron le llegaron respaldos desde todas partes. Expresaron su apoyo a la candidatura de Macron desde el portavoz de la canciller alemana Angela Merkel hasta la secretaría general de la Conferencia Episcopal francesa, pasando por la gran patronal Medem y el sindicato mayoritario en la policía, Alliance, así como el sindicato CFDT.
Marion Maréchal-Le Pen, la sobrina de Marine, aprovechó ese aluvión favorable a Macron para señalar que el establishment francés apostaba por el continuismo del «heredero de Hollande» y proclamar que sólo el Frente Nacional representaba el cambio y la esperanza de los más humildes. Es cierto que el Frente Nacional se ha convertido en el primer partido de la clase obrera (37% de los votos, frente a 24% para Jean-Luc Mélenchon y sólo 12% para Macron) y que ha recogido más votos de desempleados que Macron (21% frente a 14%). El candidato de ¡En Marcha! es en cambio el preferido de los empresarios (33% de los votos).
La fractura no sólo es social. Macron ha ganado en las grandes ciudades y arrasado en París (34%), mientras Le Pen se ha impuesto en las zonas rurales y las periferias desfavorecidas.