LUIS R. AIZPEOLEA – EL PAIS – 07/05/17
· Ciudadanos corrientes, víctimas del terrorismo, intelectuales y políticos plantaron cara a ETA durante los años de plomo.
En los denominados años del plomo en el País Vasco, un puñado de ciudadanos corrientes se levantó contra ETA. No eran muchos, pero tampoco una nimiedad. Entre ellos se cuenta Roberto Lertxundi, secretario general en 1979 del Partido Comunista de Euskadi (PCE), que participó, ese año, en la primera manifestación contra el terrorismo en democracia, celebrada en Portugalete. O los dueños de la librería Lagun, que se negaron a cerrar en una huelga organizada por el entorno etarra. Son, en palabras del historiador Raúl Ruiz Romo, los justos, los que sin ser víctimas, rechazan permanecer al margen. A excepción del PCE por convocar la primera manifestación contra ETA, y del Pacto de Ajuria Enea, por su vertiente movilizadora, no aparecen políticos, aunque fueron bastantes los que tuvieron un comportamiento digno.
28 de junio de 1978. Primera manifestación ciudadana contra ETA en democracia
La convocó el Partido Comunista de Euskadi (PCE) en Portugalete, Romo y Eibar en protesta por el asesinato del periodista José María Portell. Roberto Lertxundi, su secretario general entonces, lo explica: “Algunos militantes del PCE procedíamos de ETA y creímos que desaparecería con la democracia. Nos equivocamos.
Un exlíder comunista: “A la primera manifestación fuimos solo unas decenas”
Y comprobamos que el terrorismo no era malo sólo por asesinar inocentes: también perjudicaba a Euskadi y a la izquierda al primar la supervivencia y subordinar los problemas sociales y políticos. En aquella primera manifestación nos juntamos sólo unas decenas. Había miedo y mucha gente cerraba las ventanas a nuestro paso. Los militantes del PCE, el partido que más luchó contra la dictadura, teníamos la sensación de que ETA nos robaba la democracia. Salimos a la calle para reivindicar nuestra dignidad”.
29 de abril de 1980. Primer rechazo público de un empresario a la extorsión
Juan Alkorta, un empresario donostiarra autodidacta, fue, a sus 59 años, el primero que plantó cara a ETA. En una carta pública lo argumentó: “Me rebelo ante la idea de tener que pagar para salvar la vida, de ceder al miedo absoluto de morir”. Alkorta desafió a ETA pocos días antes de que Euskadi inaugurara Parlamento y Gobierno autónomos, y les emplazó: “ETA es el problema más grave que tiene el pueblo vasco, al que se le distrae con asuntos de segundo orden.
Cristina Cuesta, hija de un asesinado: “La desatención era tremenda”
Confío en que las nuevas instituciones lo aborden”. También retó a ETA: “Seguiré viviendo como siempre. Me veréis en mis empresas; en Atocha aplaudiendo a la Real”. El domingo siguiente se fotografiaba a la salida del estadio, acompañado del secretario general del PSE, Txiki Benegas. Le ayudaron a sobrevivir, además de las medidas de seguridad, su coraje y su conocimiento de la política y la sociedad vascas. Fue amigo de Felipe González, en cuyo domicilio estuvo alojado. Falleció con 83 años.
27 de mayo de 1980. Primer manifiesto de intelectuales
Lo redactaron el lingüista Koldo Mitxelena, el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja y el cantautor Xabier Lete. Lo firmaron 33 intelectuales. Denunciaron el terrorismo y totalitarismo de ETA. Lo coordinó el director de la revista nacionalista Muga, Eugenio Ibarzábal, que sumó a Eduardo Chillida, entre otros. Ibarzábal lo cuenta: “No fue difícil recoger las 33 firmas. Podían haber sido muchas más. Era como si de repente nos percatáramos de que ETA, a la que se creía fruto momentáneo del franquismo, lejos de desaparecer, pretendía adueñarse de la situación. Sorprendía no sólo su actuación sino su soberbia al exigir que la solución pasaba por aceptar sus condiciones”.
Gesto por la Paz montó la campaña del lazo azul: “A veces llevarlo era heroico”
Ibarzábal recuerda que la fragilidad política del momento condicionó el manifiesto: “Había que hacer algo porque lo anterior no tenía autoridad y lo nuevo (democracia y autonomía) no acababa de instalarse. Todo pendía de un hilo. Era el momento de alzar la voz contra ETA”. Él se muestra contrariado por actitudes como la del escritor Mario Vargas Llosa, quien, refiriéndose al terrorismo, habla del “condenado nacionalismo, problema de fondo”. “Si el origen del terrorismo era el nacionalismo, ¿por qué tantos nacionalistas, como Mitxelena y los promotores de la carta de los 33, condenábamos a ETA?”, replica.
Julio de 1983. Primer ataque del entorno de ETA a la Librería Lagun, símbolo de la resistencia cultural al totalitarismo
Nació en la Parte Vieja donostiarra en 1968 con María Teresa Castells e Ignacio Latierro como promotores. Atacada por los ultras en el franquismo, en julio de 1983 sufrió la primera agresión de ETA tras negarse a secundar un cierre promovido por el entorno etarra después de que un terrorista muriera activando una bomba. El Gobierno civil no envió policías por temor a entrar en la Parte Vieja. Sólo tres comercios de la zona no secundaron el cierre, los mismos que habían cerrado durante el franquismo para protestar contra las condenas a muerte del juicio de Burgos (lo que a Castells le costó un mes de cárcel por no pagar la multa gubernativa).
Elkarri recibió críticas por su perfil ‘abertzale’ y ataques de Batasuna.
En los noventa, los ataques fueron sistemáticos. En noviembre de 1996 la librería fue arrasada. “Empezó a llegar mucha gente. En las Navidades siguió el flujo. Nos compraban los libros destrozados. Seguimos por el apoyo ciudadano”, dice Latierro. El grave ataque de enero de 1997 tuvo repercusión internacional y la Ertzaintza se instaló permanentemente. Pero en 2000, tras atentar ETA contra José Ramón Recalde —esposo de Teresa Castells— y amenazar a Latierro —sus amigos José Luis López Lacalle y Juan Mari Jáuregui fueron asesinados—, Lagun se trasladó a otro punto de la ciudad por seguridad. Latierro explica su actitud: “Nunca cedimos al chantaje de ETA. Quisimos ser coherentes con nuestra resistencia al totalitarismo y divulgación de la cultura democrática. Hemos comprobado que los antifranquistas activos han sido quienes, en democracia, más se han enfrentado a ETA”.
25 de noviembre de 1985. Gesto por la Paz. Primera respuesta ciudadana a cada atentado
Gentes procedentes de movimientos sociales, cristianos de base o sindicalistas, sin color político, decidieron responder a la “anormalidad” del terrorismo, recuerda Imanol Zubero, uno de los promotores de Gesto por la Paz. “No éramos víctimas del terrorismo. Queríamos denunciar la anormalidad de ETA con una fórmula sencilla: quince minutos de silencio por atentado”. Su primera salida fue a la Plaza Circular de Bilbao el 25 de noviembre de 1985, tras cuatro asesinatos de ETA en 24 horas.
El alcalde de Ermua: “Le quitamos a ETA la calle y cayó cuesta abajo y sin frenos”
Su eco social creció con su campaña del lazo azul, mediados los noventa. “ETA hizo tres secuestros muy largos en dos años —Julio Iglesias Zamora, José María Aldaya y Ortega Lara— y quisimos responder permanentemente. El lazo rojo contra el sida nos dio la idea. Era una fórmula sencilla. No requería ser un héroe, aunque en algunos lugares llevarlo fue heroico. Comprobamos su repercusión porque Batasuna respondió con contramanifestaciones. Les disputamos la calle”, dice Zubero. En 1997 pasaron a segundo plano. “Las instituciones ocuparon nuestro espacio con sus convocatorias a cada atentado. Gesto fue una expresión de la dignidad de los vascos”.
13 de abril de 1986. La rebelión de una víctima
El 13 de abril de 1986, en unas jornadas sobre prensa y terrorismo en San Sebastián, una joven de 24 años tomó la palabra como víctima —su padre había sido asesinado tres años antes— y reclamó un espacio. Era insólito. Se llamaba Cristina Cuesta. En la mesa estaba el entonces director de EL PAÍS, Juan Luis Cebrián. Pidió que la entrevistaran y pocos días después Mercedes Milá la llevó al programa que presentaba en TVE. Cuesta anunció su sueño de crear una asociación por la paz. Recibió 3.000 cartas y seleccionó a 22 gipuzkoanos para constituir el grupo inicial. El 22 de mayo salieron a la Plaza de Gipuzkoa donostiarra 60 personas para protestar por el asesinato de un policía.
Cuesta lo explica: “Reaccioné por rebeldía. Me sentía víctima de una profunda injusticia. Quería que las víctimas hablaran. Tuve de profesores a Alfredo Tamayo y Fernando Savater, que se resistían a las huelgas de los etarras y les plantaban cara”. Confluyó con Gesto por la Paz y en 1989 constituyó una Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo. “La desatención era tremenda”. Hoy sigue trabajando por las víctimas como gerente de la Fundación Miguel Ángel Blanco y su empeño es impedir que ETA imponga su relato. “Quieren huir de su responsabilidad en el daño causado”.
12 de enero de 1988. La respuesta institucional
Una década después de terminada la dictadura, los partidos vascos no tenían un diagnóstico común sobre cómo combatir el terrorismo. Fue con el Gobierno PNV-PSE y con José Antonio Ardanza como lehendakari cuando, en enero de 1988, los partidos vascos, a excepción de Batasuna, firmaron el Pacto de Ajuria Enea, acordando que ETA no tenía justificación y que no se pagaría precio político por su final. Jugaron un papel crucial el socialista Txiki Benegas, Kepa Aulestia (Euskadiko Ezkerra) y José Luis Zubizarreta, asesor del lehendakari. El Pacto de Ajuria Enea fue un formidable motor movilizador y el 18 de marzo de 1989 convocó en Bilbao la mayor manifestación contra el terrorismo hasta esa fecha.
“Logramos un compromiso unitario social y político contra ETA. La legitimación política de la violencia quedó derrotada para siempre”, dice Ardanza. El exlehendakari niega que los vascos miraran a otra parte con ETA: “La sociedad siguió a sus líderes. Mi Gobierno, con Juan Mari Atutxa [de consejero de Interior], no tuvo contemplaciones con los actos terroristas de ETA. También propiciamos el diálogo cuando fue posible. ETA lo desaprovechó y su historia ha sido un fracaso que ha dejado mucho dolor y requiere una generación para superarlo”. Ajuria Enea fue referente para el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en el proceso final de ETA, subraya Ardanza.
1992. Elkarri. Movimiento social por el diálogo y contra la violencia
A sus fundadores —Jonan Fernández, Bittor Aierdi, Gorka Espiaur, Paul Ríos— les unió el rechazo a la violencia y el diálogo social y político como alternativa. Procedían de entornos distintos: eran miembros de la izquierda abertzale, de movimientos sociales, cristianos de base o no nacionalistas como el exministro Ernest Lluch, asesinado años después por ETA. Gesto por la Paz colaboró con Elkarri, a la que valoraba como “plataforma importante” de atracción del abertzalismo crítico con el terrorismo. Organizó conferencias por la paz. Jugó un papel de mediación. En 2006 se disolvió y su testigo lo tomó Lokarri, clave en la preparación de la Declaración de Aiete, antesala del “cese definitivo” de ETA en 2011.
Jonan Fernández destaca de Elkarri su respaldo “a los procesos de paz en Euskadi” y su idea de que la violencia debía ser derrotada por “el respeto a la dignidad humana”, no por el “vencedores y vencidos”. Elkarri ha sido criticada por el origen abertzale de algunos de sus promotores. Esas críticas ignoran los duros ataques que recibió de Batasuna.
10 de julio de 1997. Un Ayuntamiento, Ermua, levanta a la calle contra ETA
El 10 de julio de 1997, el socialista Carlos Totorica, alcalde de Ermua (Bizkaia), conoció el secuestro del concejal del PP Miguel Ángel Blanco y se prometió a sí mismo: “¡A ETA no le va a salir gratis!”. Encargó a la Policía Municipal que convocara por megafonía una manifestación, y a las ocho de la tarde buena parte de Ermua salía a la calle. Fue el inicio de una rebelión contra ETA que se extendió a toda España y forzó a Batasuna a refugiarse en sus sedes. Totorica lo explica: “No partíamos de cero en Ermua.
Las casualidades no mueven el mundo. Nosotros controlábamos la calle. A Batasuna le plantábamos cara desde hacía tiempo. Una vez, ETA colocó carteles con la imagen de una diana. Convoqué el pleno municipal en el cine para debatir sobre la violencia delante de todos. No hubo más dianas. Con el asesinato de Miguel Ángel vimos que ETA nos quería callar. Les llamamos asesinos y exigimos libertad. Teníamos más indignación que miedo y supimos que a ETA le rompíamos el espinazo. Cuanta más movilización, más deslegitimación de ETA. Le quitamos la calle y empezó a caer cuesta abajo y sin frenos”.
“Fue clave en la movilización el carácter no partidista de las convocatorias, la participación ciudadana y la pluralidad de Ermua”, insiste Totorica. Tras aquella marcha inédita, se creó el Foro de Ermua para mantener la llama. El periodista José María Calleja, de Foro de Ermua y antes en Gesto, narra la evolución: “Cuando protestamos contra ETA con Cristina Cuesta éramos muy pocos. Estaba mal visto. La campaña del lazo azul fue determinante. Preparó el terreno para las grandes movilizaciones contra ETA a partir del asesinato de Miguel Ángel. Fueron claves para acabar con la banda. No es casual que quienes estuvimos contra Franco nos encontramos contra ETA”.
1999. Nace Basta Ya contra el terrorismo etarra
Al romper ETA la tregua de 1998-99 surgió la plataforma Basta Ya, crítica con el nacionalismo —gobernaba en Euskadi el soberanista Juan José Ibarretxe—, y organizó manifestaciones masivas contra una ETA desesperada, que asesinaba indiscriminadamente. Dos de sus integrantes, Joseba Pagazaurtundua y José Luis López de Lacalle, fueron asesinados por la banda. El escritor y filósofo Fernando Savater, que había militado en Gesto y en el Foro de Ermua, cuenta por qué fundó Basta Ya: “Daba a la movilización sentido político. No esperábamos a que hubiera víctimas para manifestarnos. No éramos muñecos de pim pam pum. Combatimos a ETA.
Defendimos la Constitución y rechazamos el nacionalismo obligatorio”. Savater explica así su compromiso: “Yo me dedicaba a hablar de ética y no podía permanecer pasivo. También venía entrenado de la lucha antifranquista. Además, el terrorismo me tocó muy cerca. Cristina [Cuesta] era alumna mía, y Juan de Dios Doval, parlamentario asesinado por ETA, amigo de mi familia. Después asesinaron a Joseba Pagazaurtundua, que era como de la familia, y lo intentaron con Recalde y otros amigos”.
Él cree que la movilización social, especialmente tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, sirvió para concitar el Pacto Antiterrorista y la ilegalización de Batasuna, que aceleró el fin de ETA. Su móvil personal fue este: “Sentirnos realizados como personas y no avergonzados por la pasividad. Además, aquel activismo nos hizo revivir la juventud, defender los ideales por los que luchamos contra la dictadura, precisando la democracia que queríamos”.
LUIS R. AIZPEOLEA – EL PAIS – 07/05/17