EL CONFIDENCIAL 20/06/17
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Se han perpetrado dos añagazas: la proclamación de una falsa plurinacionalidad de España y el revestimiento como democracia directa de los omnímodos poderes del ‘renacido’ Sánchez
El 15 de mayo pasado, Patxi López, en el debate de los candidatos a la secretaría general del PSOE, espetó a Pedro Sánchez, secamente, una pregunta: “Vamos a ver, Pedro, ¿sabes qué es una nación?”. La respuesta fue confusa, pero la interrogación resultó severa en el tono, en la exigencia, e incorporaba un reproche. Ahora, tras el 39º Congreso del partido, el vasco ha asumido la secretaría de Política Federal y es a él a quien corresponde contestar cumplidamente a esa cuestión. Lo hizo ayer en ‘El Correo’ de Bilbao de una manera tópica y, para los secesionistas, semánticamente estafadora: “La definición de un Estado como plurinacional no conlleva ni el derecho de autodeterminación, ni el derecho a decidir ni a la soberanía. Simplemente, es la definición de un conjunto de personas, de ciudadanos, que se sienten partícipes de una misma lengua, de una misma historia, de una misma tradición y de una misma cultura”.
Cuando la plurinacionalidad hay que comenzar a definirla por lo que no es y luego iniciar su descripción con un ‘simplemente’, vamos mal. Tan mal como han acogido en Catalunya —al margen del PSC— este juego de palabras. Francesc-Marc Álvaro, que es unos de los analistas de referencia del independentismo catalán, escribió ayer en ‘La Vanguardia’ un artículo bajo el título ‘¿Querer a Catalunya?’ cuyo último párrafo decía: “El nuevo líder del PSOE ha proclamado que ‘España quiere a Catalunya’, frase amable que demuestra que no entiende nada. O que es un cínico que trata de distraernos para eludir la cuestión de fondo, asesorado, entre otros, por Josep Borrell, jacobino contumaz. A Alfonso Guerra, muy afectado por el calor, no hay que mencionarlo. Ubicar la actual reclamación independentista en el guion sentimental más rancio, es un grave error de Sánchez, que indica escaso conocimiento de la causa del conflicto que estamos viviendo. Y una admirable capacidad para tapar la realidad con humo”.
¿Es una cortina de humo, un cinismo o una aproximación ingenua al independentismo la proclamación de la plurinacionalidad de España?
Estas palabras relevan de ulteriores comentarios si se enlazan con el entendimiento de López de la plurinacionalidad de España y su definición negativa, que también articuló Sánchez en su discurso congresual. Ni uno ni otro saben lo que es una nación para un nacionalismo que ha llevado a máximos su aspiración, es decir, se ha convertido en secesionista. ¿Qué parte de la pregunta del referéndum unilateral que quiere convocar Puigdemont el 1 de octubre no han entendido en el PSOE?, ¿es una cortina de humo, un cinismo o una aproximación ingenua al independentismo la proclamación de la plurinacionalidad de España?, ¿existe algún socialista militante favorable a Sánchez que pueda creer que esa tesis de amabilidad, de mullidas palabras, podría desactivar a estas alturas la cuestión catalana? La plurinacionalidad o lo es de naciones políticas, o es un recurso de circunstancias. Que puede convertirse en una estafa semántica.
· Sánchez trata de superar el faccionalismo en el partido acaparando facultades. Caben otras interpretaciones, como la del ajuste de cuentas
También lo es la concentración de poder que en un análisis interesante ha detectado el profesor de Ciencia Política Juan Rodríguez Teruel (‘Agenda Pública’) como el otro vector, junto a la plurinacionalidad, del 39º Congreso del PSOE. El académico supone que Sánchez trata de superar el faccionalismo en el partido acaparando facultades. Es una interpretación legítima, pero caben otras. Porque también es procedente la del ajuste de cuentas, instalando en el PSOE un nuevo caudillismo que desecha todo rastro de organicidad y democracia representativa para, como en los mejores guiones de los líderes populistas, establecer un vínculo directo entre el secretario general y las bases, neutralizando los órganos de decisión intermedios, que pasan a ser poco menos que irrelevantes. A eso lo llaman democracia directa, pero otros lo denominan más crudamente como cesarismo. Y lo es, porque Sánchez se ha quitado de en medio —entre el fervor del 70% de los delegados (o sea, un fervor no general)— cualquier factor de reequilibrio de su poder interno. Él va a responder ante la historia y ante la militancia.
El 39º Congreso del PSOE les ha salido bien a Sánchez y a los suyos, pero no tanto al partido y al país. En él se han perpetrado dos añagazas de consideración: la proclamación de una falsa plurinacionalidad de España y el revestimiento como democracia directa de los omnímodos poderes del ‘renacido’ secretario general. Y lo peor: Sánchez se ha presentado como nuevo en esta plaza, cuando a su espalda llevaba un buen hatillo de elecciones perdidas (dos generales, autonómicas) y una batalla campal en la organización cuyas heridas él —¿contra el faccionalismo o para ajustar cuentas?— no ha querido restañar. Es su momento, él tiene la palabra. Pero ha empezado mal: contándonos dos milongas: la de su propio poder (descontrolado) y la de la plurinacionalidad de España.