Venezuela espera a Europa

ANTONIO LEDEZMA-EL MUNDO

El autor sostiene que la situación por la que atraviesa Venezuela no sólo es un drama para este país sino una amenaza para la estabilidad mundial. Pide a la UE que reconozca a Juan Guaidó como presidente legítimo.

SE VEA por donde se vea, Nicolás Maduro está en caída libre. Eso no es una sorpresa, lleva tiempo así, pero ha tenido a mano unos paracaídas. Los falsos diálogos, por ejemplo, le han permitido caer con sus patas sobre el pueblo. La única ganancia de esos simulacros de diálogo, es que se puso al descubierto. Ya nadie le cree porque alguien que fue capaz de engañar hasta al Papa, puede ser autor de cualquier cosa. Y ha sido así. Por eso mata sin piedad, roba sin disimulo y condena al pueblo de Venezuela a un genocidio silencioso, con ese esquema criminal de poner a la ciudadanía a pasar hambre y de dejar que mueran miles de venezolanos por falta de atención médica o a manos de las bandas de hampones. Siguen al pie de la letra la cartilla cubana. Empobrecer a la población para someterla con métodos terroríficos de control social. De allí la figura del carnet de la patria, las misiones, el clientelismo y los colectivos armados junto a las milicias. Fidel Castro tenía siempre la fijación con su plan de ponerle la mano al petróleo venezolano. La invasión de Machurucuto fue apenas un capítulo de ese deliro del barbudo porque la intención sigue viva, ahora a cargo de los herederos de la revolución.

Pero el cuadro, a día de hoy, es más complejo. Porque ya no se trata de la interferencia castrista en nuestro país, el panorama también contempla a otros actores, como los iraníes, los rusos, los eslabones de la FARC y del ELN colombianos, los enclaves terroristas relacionados con Hezbolá y las mafias del narcotráfico. Algún lector pudiera corregirme indicándome que me falta incluir en esa lista a los chinos, pero soy de los que piensan que el interés del estamento chino es más comercial que cualquier otra cosa. Lo que busco con este análisis es justificar que el problema no es sólo un drama para los venezolanos; es también una seria amenaza para la estabilidad del mundo entero, muy especialmente del hemisferio americano.

A día de hoy, la ciudadanía retomó las calles masivamente y todo indica que no hay retrocesos. Mucho más ahora, cuando Juan Guaidó asume la Presidencia de la República y es reconocido como tal por la inmensa mayoría de los Gobiernos democráticos del mundo. La crisis de la tiranía es total, con grietas en el estamento militar, choques entre chavistas y maduristas, pleitos por las fortunas robadas y la fuente de financiamiento, el petróleo en bancarrota.

Maduro no tiene legitimidad de ninguna naturaleza, es repudiado mundialmente y adentro lo que más aspira la gente es que salga definitivamente del cuadro. La mesa está servida: que nadie tire del mantel y rompa los platos.

Es falso que Juan Guaidó se haya autoproclamado. Él está siguiendo la ruta constitucional, busca rescatar el estado de derecho quebrantado por Maduro. El mandato que le impone nuestra Carta Magna es nítido. Según el dispositivo constitucional 233, no habiendo presidente electo legítimo, tal como lo definió el ministro de Asuntos Exteriores español, Josep Borrell, le corresponde al presidente de la Asamblea Nacional cubrir ese vacío.

Hay falta absoluta del presidente, según el artículo 231. Eso debe tenerse claro, para no hacerle el coro a los voceros del club Foro de Sao Paulo. Esos espadachines de Maduro rebuscan desgastados argumentos antiimperialistas. Son los típicos y manidos latiguillos de siempre: «Que si viene el imperio a buscar el petróleo venezolano». Falso: el petróleo lo han regalado Chávez y Maduro. Otra porción, grandísima, se la han robado. Lo poco que producen se lo entregan a Cuba, a China y a Rusia. A éstos dos países últimos, por concepto de la operación, venta a futuro. Lo que sobra se lo venden a EEUU, administración que paga en efectivo. Esa es la verdad. Lo que ocurre es que estos populistas, sin empacho alguno, defienden esos anacronismos. Y salen gritando «es el imperio, es el imperio». Es insólito que dirigentes defiendan a ciegas esa vergüenza que desgobierna a Venezuela. Se puede ser de derecha o de izquierda, pero en una u otra corriente se deben proteger valores y principios muy nobles y caros: la libertad, la justicia, la paz, la ética. Resulta que Maduro y su banda menoscaban esos principios. Por lo tanto, es un lastre para cualquier organización partidista cargar con ese bacalao de Maduro y su historial delictivo.

Esperamos que Pedro Sánchez honre el compromiso que tiene España con los venezolanos. No se trata de colocarse al lado de la oposición; se trata de defender lo justo, y lo justo es ser partidarios de la democracia amenazada por una tiranía arbitraria, como muy bien la definió recientemente Felipe González, ex presidente del Gobierno español.

La Unión Europea ha dictado sanciones a los delincuentes que han contribuido a hundir a Venezuela en este abismo de pobreza. La Unión Europea dijo, el año pasado, a raíz del fraudulento proceso electoral que montó a su antojo Maduro, que no le reconocía legitimidad de origen. En ese caso, que no titubeen a la hora de darle un baño de reconocimiento a Juan Guaidó. Venezuela espera a Europa, y allí España tiene un rol muy preponderante.

Antonio Ledezma es opositor venezolano exiliado en España y ex alcalde metropolitano de Caracas, de donde logró escapar en 2017, estando bajo arresto.