Juan Carlos Girauta-ABC
El Ejecutivo de Redondo hace todo lo posible por no ser transparente, pero no lo consigue pues, sin querer, se va de boca
A simple vista, la quedada gubernamental del finde en Quintos de Mora no tiene sustancia para una columna, pero me gustan los retos. Perseguía Sánchez que Viva la Gente se conociera mejor. Bien hecho. Como nunca me ha interesado el tema de la indumentaria ajena, solo hallé algo llamativo: lo de la ministra del mundo exterior. Creyó doña Arancha digno de difusión que los veintidós, más adláteres, estuvieran trabajando en sábado. Y en ese orgullo laboral hay que ahondar.
El Ejecutivo de Redondo hace todo lo posible por no ser transparente, pero no lo consigue pues, sin querer, se va de boca. La heroicidad de trabajar algunos sábados la comparte la señora González con periodistas, policías, médicos, taxistas, camareros, taxidermistas,
autónomos de toda laya e innumerables trabajadores a destajo.
También con los dependientes, cajeros y guardias de seguridad de los millares de tiendas abiertas en Madrid, un espectáculo de escaparates luminosos, de intercambios y actividad muy buenos para el PIB. Tanta vitalidad nos sorprende mucho a los de provincias, acostumbrados a gobiernillos que, en plena era Amazon, creen conveniente regular los horarios comerciales para hacerlos coincidir con los de oficinas. Ese poner las cosas difíciles a la gente es un hábito molesto que Ada Colau está convirtiendo en arte para satisfacción de la Barcelona masoquista que uno ha dejado atrás.
Si me refiero a la señora González como «ministra del mundo exterior» es por su mirada extraterrestre sobre este planeta: «Es sábado y estamos trabajando». Hercúleo. A lo mejor no es una desconexión brutal con el mundo real, como parece, sino el estrago de sus últimos años en Ginebra, que, siendo una ciudad admirable en muchos sentidos, aloja al espectro de Calvino. Fíjate lo que los siglos han hecho allí desde que el enfermizo e implacable teólogo bendijera la usura.
Aunque macerado, algo se conserva de tantos rigores. Además, al eco ardiente del suplicio de Servet siguen sin prestarle atención. Afirmo que la ministra es un argumento a favor de la infame predestinación; en orden cronológico: Universidad de Navarra, bufete bruselense, funcionaria europea, alto cargo en la OMC, directora del Centro de Comercio Internacional y ministra de AAEE. Ahora mismo, junto a su colega de Defensa, ¡le está echando un pulso a Estados Unidos!
He aquí el enigma: ¿es posible ascender por la ruta descrita y a la vez considerar que merece mención, y aun vanagloria, trabajar algún sábado? Solo si te vino rodado porque estás predestinada. Pero como yo creo en el libre albedrío, y bastante más en los actos que en la fe, solo veo dos posibles explicaciones al misterio: o la predestinación de la señora González es agustiniana en vez de calvinista (y por tanto más digerible, aunque no menos motivadora para el elegido), o lo que a ella le parecía asombroso en realidad era que trabajaran en sábado sus compañeros de gabinete.