Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Si, para no olvidarlo, quiere usted un compendio de lo sucedido en estos dos últimos meses, escuche el discurso de Pablo Casado ayer en el Congreso. Si lo que desea es saber lo que puede pasar en los próximos meses atienda al discurso de Gabriel Rufián. Antes, no se olvide de tomarse un valium. O dos. El líder del PP, muy efectista tras pedir un minuto de silencio por las víctimas y recordar a su tío fallecido el martes, dio un repaso demoledor a lo sucedido. El presidente Sánchez, sin levantar la mirada de sus papeles durante los veinte minutos que duró la intervención y los diez de la réplica, pareció grogui, dicho sea en la segunda y la tercera acepción de la RAE.

El repaso: Tardanza en la adopción de las medidas, desoyendo a los expertos y priorizando la ideología. Desorganización en el aprovisionamiento del material necesario, poniendo en peligro a los sanitarios e incurriendo en incidentes mercantiles ridículos. Retrasos intolerables en la generalización de los test. Caos en la contabilidad y en la publicación de los datos básicos de la pandemia. Descoordinación en el Gobierno, con una ministra de Trabajo incapaz de explicar lo que es un ERTE, con Pablo Iglesias adelantándose al ministro responsable de la Seguridad Social, y con anuncios dispares del programa de vuelta a la normalidad. Distancia sideral entre las ayudas prometidas a trabajadores, autónomos y empresas y las ayudas recibidas. Decretos confusos publicados horas antes de entrar en vigor. Lapsus increíbles de los responsables de seguridad que despiertan temores que creíamos olvidados, para terminar todo con la payasada de la salida del confinamiento de los niños, que tuvo el enorme mérito de poner de acuerdo a todo el país.

Por su parte, Gabriel Rufián estuvo inmenso. Calificó de perverso el equilibrio buscado entre salud y economía, pues se obvia el hecho de que sin salud no hay economía. Claro que él, a su vez, obvió el hecho de que sin economía no hay salud. Y se contradijo, instantes después, al afirmar que el coronavirus dejará más pobres que muertos. ¿Entonces?

Aseguró que es la suma de las decisiones colectivas la que nos hace humanos. ¿Y quién las prioriza? No lo dijo, pero seguro que piensa en él. Y nos dio la receta del futuro: lo público, lo público y lo público. Tampoco detalló quién dirigirá e interpretará lo público pero estoy seguro de que piensa en él, mucho más que en usted, claro. Luego concretó, pero solo un poco: la solución es una reforma fiscal profunda, sustentada en un Impuesto sobre el Patrimonio valiente, otro sobre la riqueza financiera, igualmente valiente, y uno más sobre las transacciones financieras que también ha de ser valiente. Me temo que, ahora sí, pensaba en usted.