Escraches

Juan Carlos Girauta-ABC

Acosar a los constitucionalistas es lícito; acosarles a ustedes, no

De la práctica guerracivilista del escrache -matonismo que apunta al adversario político y a su familia- ahora interesa saber si los líderes de Podemos lo condenan. Que no aprueben el suyo es normal. Pero el caso es que espolearon, justificaron y contextualizaron los ajenos cuando lo de la casta y la gente.

En realidad, conocer la actual valoración podemita del escrache en general es lo único relevante. Poco aportan las condenas de rigor, las habituales, las de casi todos; nadie civilizado aprueba el acoso personal, y menos a domicilio. La reprobación va de suyo, aunque nunca sobra. Va de suyo cuando el que denuncia las canalladas siempre lo ha hecho. Así que bien está que se repita la gente de

orden, pero abundan en lo obvio: presentarse en casa ajena para decirte cositas desde la puerta solo es admisible si te traen una pizza, correo certificado o paquetes de Amazon.

El paso siguiente al del escrache es que la Motorizada cruce el umbral y se te lleve en una camioneta. Es pesado tener que volver sobre los rudimentos de la democracia liberal. Y quizá signo de tontuna colectiva. Por eso, a lo mejor, es fundada la insistencia y el personal tiene que aprender una y otra vez cuanto atañe a libertades y derechos.

Sea. Los antiguos acosados siguen sin aprobar la práctica cuando la sufre quien antes la aplaudía. Bien. ¿Y Podemos? ¿Qué piensa el señor Iglesias sobre el escrache como herramienta política? ¿Ha cambiado de opinión? Su silencio al respecto es inquietante. Pero mucho peor es cuando habla. Reparen en su lógica: lo malo de acosarle a él en su casa es que otros podrían hacerle lo mismo a X, Y y Z.

¡Pero los X, los Y y los Z siempre han sido carne de escrache, objeto de intimidación de los seguidores de Podemos! A los separatistas ni me molesto en mencionarlos porque su relación con el acoso es estructural. Ellos son acoso. No conocen otra forma de tratar con los constitucionalistas en Cataluña. En el País Vasco y en Navarra no digamos, pero uno recuerda los acosos que conoce mejor. Así que a los separatas los dejamos a un lado. Pretender que condenen la provocación callejera es tanto como pedirles que se disuelvan en un generoso gesto de auto negación.

La cuestión es Podemos. Saber si un partido que gobierna España sigue o no considerando lícito el amedrentamiento del adversario político en su domicilio, con su familia, o cuando sale a pasear al perro por el barrio. Con sus antecedentes, lo que ahora arguyen no son condenas sino amenazas. Vienen a decir que aquí los que acosan son ellos, y que están dispuestos a demostrarlo con nuevas raciones de su jarabe.

Escoja pues, Iglesias: sincérese y afirme que aprueba la práctica, lo que justificaría a sus acosadores. O arrepiéntase de su pasado, confiese que estuvo mal y que solo ahora lo entiende. O bien exprese sin perífrasis ni amenazas veladas lo que hay: acosar a los constitucionalistas es lícito; acosarles a ustedes, no.