Eduardo Uriarte-Editores

El primero fue El Revanchismo. La estrategia de reducir el amplio bagaje político de la izquierda a un salvaje odio hacia la derecha. Deshacer el camino de encuentro, la asunción del socialismo democrático por la III Internacional, revisar el giro transcendental del V Congreso del PCE en el 56, el de la reconciliación nacional, renegar del consenso constitucional, y promover, por el contrario, una estrategia de alianza con el secesionismo, pacto de Tinell o conversaciones de Loiola, para aislar a la derecha y liquidar todo el discurso social-liberal anterior con el NO es NO. La caja de Pandora no se abre ahora con el exilio del rey Juan Carlos, se abrió con la liturgia de la memoria histórica.

Para que la revisión tuviera éxito había que levantar pasiones y sentimientos, desenterrar a los muertos haciéndolos propios, y sacar de sus sepulcros a los vencedores. Volver a traer a la actualidad la guerra civil y sus protagonistas estigmatizando a la derecha como los herederos del franquismo. Hacer imposible pacto alguno con la derecha responsabilizándola de todo tipo de opresión y fascismo. Una derecha que hiciera posible, junto a la izquierda, la transición a la democracia, sin olvidar que la que permitió desde dentro el cambio político fue ella. Con el traslado del cadáver de Franco acabó el primer capítulo.

El segundo.

¿Quién entre los vivos representaba mejor el encuentro? Sin duda el rey emérito, y éste, ahora, segundo capítulo de la Memoria Histórica, se tiene que marchar ante la campaña de acoso que padece. Mi compañero Onaindia -compañero de presidio, y casi de paredón, política y conspiraciones- en su labor literaria no dudó, con cierta piedad y afecto, en calificar a Juan Carlos como un personaje trágico de Shakespeare. Nacido en el exilio, separado de sus padres, educado y controlado por Franco, que tras una larga espera promueve el gobierno del pueblo, y sale al final de sus días de su patria por la puerta de atrás -último acto que no llegó a conocer mi amigo, fin apoteósico de una tragedia personal-.

Es cierta la posibilidad de su procesamiento por su agitada vida privada, pero con ese listón hay pocos políticos que se salven, empezando por su más encarnizado enemigo, Iglesias, y por el falaz Sánchez. Al rey emérito se le debe mucho, incluido que por fin en España hayamos podido los republicanos ver el republicanismo político en ejercicio gracias a la monarquía parlamentaria del 78. Porque las experiencias de régimen republicano resultaron fracasadas, entre otras razones porque en España no hay republicanos. Los pocos hemos preferido con buen criterio que el republicanismo exista en el marco de esta monarquía. La multitud de folklóricos republicanos españoles adolece más de anarquismo que de republicanismo, son muy osados declarándose de ese credo, porque lo que anhelan ciertamente es el antisistema, fin antitético con el republicanismo.

La república de los intelectuales se quedó en el “no es eso” fracasada tras una horrenda guerra civil. Tan fracasada que sólo el PCE y cuatro locos se atrevieron a enfrentarse a un franquismo que gozaba de mucha mayor adhesión popular que lo que cuentan ciertos profesores de humanidades en universidades progres de ahora. Doy fe que en multitud de pueblos hoy de alcaldía de HB, entonces de alcalde requeté, un activista clandestino duraba sin ser detenido dos días. Mediante el Concilio Vaticano II todos se hicieron nacionalistas, y tras el Proceso de Burgos, que fue organizado por los militares más franquistas del equipo de Carrero. España está hoy pletórica de un radicalismo de izquierdas, que se declara republicano, sin pasar ni por el liberalismo ni el republicanismo, pero si por la sacristía.

El rey emérito se va, dicen sus más fieles que no es un exilio, pero el marchar por la puerta de atrás, y según nuestra costumbre patria, cuando se marcha un rey es al exilio. Hubo una excepción, Amadeo, que, tras decir ahí os quedáis, se declaró en huelga (Marx). Merecida huelga teniendo en cuenta la tropa, ¡joder qué tropa! Luego le siguió los pasos, esta vez hacia París, un presidente de la República, para dar a entrada a PI i Margall, muy buena persona, pero imposibilitado ideológicamente para ser presidente de una república, nada menos que federal, porque tal régimen lo contradecía su credo proudhoniano, es decir, anarquista. Un desastre. “País, paisaje y paisanaje”, que decía Unamuno. Creímos que habíamos superado el pasado, hasta tuvimos junto al rey un excepcional presidente socialista, González, pero hemos vuelto a él.

El desastre se repite, exilio que se repite dando fin a una gran etapa histórica en la que Juan Carlos rigió una España en la que los españoles se pusieron de acuerdo. Hoy no es el caso. El timón de la nación está en manos de un presidente que no cree en la nación, es plurinacionalista, es decir, más acrático que el bueno de Pi i Margall, apoyado por todos los que quieren destruir no sólo el actual sistema sino al propio Estado, nacionalistas y radicales bolivarianos. No es de extrañar que el rey se marche, otros ya lo hicieron empezando por Rubalcava tras bautizar al Gobierno que iba a venir con el nombre de Frankenstein.

Felipe VI rey de todas las crisis.

Con un tercio del Gobierno declaradamente en contra, con un tibio o vergonzoso apoyo de Sánchez -un apoyo que sugería la carencia de un apoyo sincero -, y una preocupante carta a la militancia recordando la lealtad a la Constitución,  preparadas las cientos de mociones municipales para borrar de los callejeros la presencia del rey, en muchos casos con el apoyo del PSOE, con Cataluña y Euskadi en procesos de secesión, con una pandemia y economía pésimamente  gestionadas por su Gobierno -posiblemente la peor gestionada en Europa-, Felipe  cuenta los días que le quedan. El siguiente en exiliarse con este Gobierno es él, porque es la Monarquía el objetivo, base de la Constitución del 78.

La buena gente de la derecha, porque la hay, piensa que Sánchez, ni siquiera Iglesias, con todas las crisis acumuladas que padecemos, no serían capaces de meterse en la aventura de asestar hoy el golpe definitivo al sistema.  Consideran que es tiempo de presupuestos y no de golpes, que sería lo normal, que Sánchez se alejará de Iglesias, pero se equivocan. En la teoría y tradición revolucionaria se tiene claro que sólo ésta es posible cuando se produce una acumulación de crisis (lo de la “sobredeterminación” de Althusser que intentábamos entender).

Y si han sido capaces de capitalizar propagandísticamente la pandemia a pesar de todos sus muertos, aprovechar la pandemia para su mayor gloria y apoyo electoral, no van a dejar de aprovechar las “condiciones objetivas” para dar el golpe definitivo al sistema político. Y eso lo harán acusando al padre y defenestrando al hijo, a Felipe VI. Iglesias no tiene más futuro que ese, y Sánchez barruntó con su NO es No que el futuro de encuentro no es lo deseable para un socialismo en caída libre sin capacidad de adecuarse a la actualidad. La búsqueda de una hegemonía social y política similar a la de los nacionalistas en sus respectivos territorios es el proyecto que garantizaría el futuro de la izquierda según sus enajenados promotores. Propuesta nada nueva y que llevó a Europa en los años treinta al enfrentamiento.

O se toma conciencia del riesgo de ruptura política por parte de la izquierda, en la que forma parte sustancial el partido de Pedro Sánchez, o ésta, cual una parodia de todas las revoluciones que se han dado. la veremos en muy poco tiempo. El tercer capítulo es el derrocamiento de la monarquía, y con ella el de la Constitución, pero es tan desmesurado el hecho que muy pocas mentes van a aceptar esa posibilidad. Nadie, ni el Gobierno del PP querían creerse que el nacionalismo catalán iba a declarar la independencia. Hasta el tribunal en su procesamiento lo llamó ensoñación, pero la declaración se produjo.

Mientras no se dé el fatal desenlace asumamos al menos la conclusión de Ignacio Varela: “El balance político está a la vista: por un lado, los analistas coinciden en que el futuro de la monarquía depende, más que nunca, de lo que haga el Partido Socialista. Por otro, el Rey ha quedado debilitado en su autoridad política y moral. Con un presidente del Gobierno que le raciona el oxígeno. Con la familia hecha trizas y una ofensiva colosal de las fuerzas destituyentes contra él y la institución que representa. Maniatado mientras el país se desangra. Si mañana se repitiera la insurrección en Cataluña, Felipe VI no podría hacer una intervención decisiva como la del 3 de octubre de 2017” (El Confidencial, 7/8/2020, “Sánchez se hace más fuerte a costa del Rey e Iglesias”).

El fin: La república democrática y plurinacional, es decir, bananera.

Es todo tan simple, hasta grosero, que supongo al lector reticente a asumir estos argumentos. Infantil fue la declaración de independencia, antes citada, de Cataluña, pero más infantiles y enajenados fueron los orígenes de ETA y ahí los tenemos con 21 diputados en el Parlamento vasco, condicionando totalmente la política del PNV, controlando la cultura y la comunicación vasca, e influyendo de una forma manifiesta en el resto de los procesos de secesión e, incluso, en Podemos y en el PSOE. Cuando no se toma la medida a las amenazas políticas asumimos la postura del idiota ante la realidad.

Aunque sus protagonistas en un ataque de responsabilidad quisieran echar marcha atrás van a ser incapaces de hacerlo, pues están fatalmente atados al libreto trágico de la memoria histórica desde hace tiempo.  Sánchez se debate en una contradicción, adaptarse a las condiciones impuestas por Bruselas, o seguir la galopada rupturista que el programa de Gobierno pactado con Podemos, y los realizados discretamente con los nacionalistas, le obligan. Pero para él no existe tal contradicción, hará lo que desde su entrada en el liderazgo político decidiera hacer. En su naturaleza está, es el fundador del No es No, continuará la deriva revolucionaria paso a paso y subrepticiamente con la esperanza, y osadía, de seguir engañando a todos, hasta a las autoridades de la UE. Espera manipular a Europa como ya lo hiciera con todos nosotros. Los fracasos y errores serán encubiertos, como en todo régimen autoritario, por la propaganda.

Si la anquilosada oposición no es consciente de este proceso y se escuda de una manera pasiva en que no puede llegar tan lejos -un amigo avezado en política, Nicolás Redondo, se equivocaba cuando declaraba en la radio que el PSOE no pactaría con Bildu en Navarra, pacto que luego repitió en el Congreso- tendremos la República Ibérica Plurinacional y Democrática.

República que no será republicana, no existe base teórica en la invención de la plurinacionalidad para erigir una entidad política, como en la I República cada nacionalidad de la plurinacionalidad querrá ser un cantón independiente. Ni democrática ante tal caos, caos que desde el primer momento exigirá un poder férreo y autoritario, formándose así el primer estado bolivariano en Europa. Esto es lo que nos espera de seguir activo el guion marcado por el Gobierno Frankenstein de cuyos logros políticos e ideológicos estamos siendo testigos. Que declararon la independencia, que el rey emérito se exilia, que su sucesor padece el acoso, que la crisis social, sanitaria, económica, es la peor gestionada en Europa, y todo ello lo encubre, una propaganda asfixiante y una corrección política opresiva, como en toda dictadura.