NACHO CARDERO-EL CONFIDENCIAL

  • El vicepresidente azuza la cuestión sin esconderse en circunloquios, metiendo todas las monarquías en el mismo saco, como si fuera lo mismo la de Arabia Saudí que la de España
Pablo Iglesias es uno de esos zombis políticos a los que nos hemos empeñado enterrar a paladas y que, en puridad, gozan de una magnífica salud de hierro. Pese a la menguante presencia de Unidas Podemos en el Congreso, su peso en la acción de gobierno y su ascendiente sobre Pedro Sánchez resultan más que notorios.

Iglesias ocupa una vicepresidencia en el Ejecutivo, ejerce de pegamento institucional con socios como ERC o Bildu, influye en la política fiscal, consigue lanzar medidas controvertidas que ni siquiera los ministros quieren —como la de la intervención de los alquileres— y, ‘piano piano’, está consiguiendo doblar la cerviz a la Corona. A este ritmo de informaciones, va a ‘enterrar’ al Rey de España antes de que las urnas lo ‘entierren’ a él.

La visión estratégica de Iglesias en esta nueva etapa queda negro sobre blanco en una entrevista en la revista socialista ‘Jacobin’ del pasado 20 de octubre, que en nuestro país ha pasado inadvertida y que resulta muy ilustrativa del futuro que bosqueja el líder morado y de la mutación política a la que está sometiendo su figura para lograr tales objetivos.

“Se puede usted imaginar lo que las ministras económicas pensaban de la deuda, del gasto público y la política fiscal antes de la pandemia”

En ella, Iglesias confiesa que más que asaltar los cielos, lo que siempre pretendió fue asaltar la Moncloa, encontrando en Pedro Sánchez al cómplice perfecto. Llegado el momento, aparcó a Laclau en el trastero, se compró un chalé con piscina en Galapagar y se convirtió al pragmatismo con el objeto de tocar un poder que amenazaba con escurrírsele entre los dedos. Ha terminado adoptando los principios de Marx (los de Groucho) y hasta se ve capaz de justificar la expulsión de una compañera de formación cuando está de baja por maternidad.

“La única posibilidad de que fuéramos fuerza de gobierno” era coaligarnos con el PSOE, lo que “nos permite formar parte de la dirección de Estado, formar cuadros de gobierno que no tenemos, un conocimiento y una praxis de Estado que no se adquieren estando en gobiernos municipales y en gobiernos autonómicos, y participar, aunque sea desde una posición modesta, en decisiones cruciales sobre la dirección del país”.

No oculta su falta de sintonía con otra de las vicepresidencias, la económica que conduce Nadia Calviño, con la que está enfrentado en cuestiones tales como la renovación del escudo social, y presume de estar ganándole el pulso gracias a la coyuntura actual: “Se puede usted imaginar lo que las ministras económicas del gobierno pensaban de la deuda y del gasto público y la política fiscal antes de la pandemia”, ironiza.

Lo más relevante de la entrevista, no obstante, es su señalamiento al Rey. Dice que “la república es el nuevo horizonte” para España, la única vía para la defensa de los servicios públicos, la modernización económica, los derechos de las mujeres y los derechos colectivos.

¿Monarquía o república? El debate comenzó con la abdicación de Juan Carlos I en Felipe VI y ha cobrado fuerza con el Gobierno de coalición incluso en estos tiempos víricos o, precisamente por ello, por la excepcionalidad de los momentos que nos han tocado vivir y que están estresando nuestro sistema de garantías constitucionales hasta cotas nunca vistas.

El vicepresidente azuza la cuestión sin esconderse en circunloquios, tratando de meter todas las monarquías en el mismo saco, como si fuera lo mismo la de Arabia Saudí que la de Reino Unido o España, y sin hacer distingos entre repúblicas, que también las hay buenas y truchas, caso de las islámicas.

Del 15-M a la república: “El talento de la dirección política tiene que ver con ocupar los espacios que quedan disponibles”

Iglesias deslegitima no tanto al monarca anterior, Juan Carlos I, a quien atribuye un papel crucial en la Transición y en la interlocución virtuosa con sectores progresistas, como a Felipe VI, al que pretende dibujar como el ‘Rey facha’, en una estrategia bien definida por los socios del PSOE en el Congreso: “Vox no es solo los votos y diputados que tenga, es el hecho de que son imprescindibles para entenderel bloque de gobernabilidad de la derecha, lo que ya muchos podrían llamar el ‘bloque monárquico’ de gobernabilidad en España”.

Tampoco resulta baladí que el miembro más crítico con la Corona fuera el elegido por el Gobierno para acompañar al Rey en la toma de posesión, este domingo 8 de noviembre, del sucesor de Evo Morales y nuevo presidente de Bolivia, Luis Arce.

“Unidas Podemos es la fuerza republicana de implantación estatal con más peso electoral y creo con un discurso ya armado. ¿Eso quiere decir que Podemos hace siete años era nacional-popular y ahora es republicano? Eso quiere decir que la política presenta escenarios en donde el talento de la dirección política tiene que ver con ocupar los espacios que quedan disponibles”, señala como nueva hoja de ruta de la formación morada.

Un proceso destituyente que cuenta con adeptos no solo en Unidas Podemos, sino en el resto de formaciones que conforman el bloque de gobierno, incluidas las juventudes socialistas. Si el PSOE de Rubalcaba no consiguió el apoyo de sus diputados para el aforamiento de Juan Carlos I cuando la abdicación, no es difícil imaginar qué puede ocurrir en el PSOE de Pedro Sánchez, aparentemente aturdido por las informaciones sobre el opaco patrimonio del emérito.

El cuestionamiento de Felipe VI va calando en la opinión pública española, no solo por la campaña emprendida por Unidas Podemos sino también gracias a la inestimable colaboración de la Corona española y las tres líneas de investigación que mantienen abiertas los fiscales del Supremo y que tantos titulares acaparan. No, no es solo Iglesias. En estos años, y a la espera de que se pronuncien los tribunales, la monarquía española parece haber hecho méritos más que de sobra para encontrarse en la situación actual.