• Pedro Sánchez se parapeta tras sus ministros para justificar su alianza presupuestaria con EH Bildu
La entrada de EH Bildu por la puerta grande de los pactos de Pedro Sánchez, tan jaleada por el vicepresidente Pablo Iglesias, ha provocado un indisimulado malestar en la familia socialista que, sin embargo, no provocará corrección alguna en La Moncloa. Las «líneas rojas» que Sánchez antes de pactar el Gobierno de Navarra no pensaba traspasar las ha convertido en lazos para el envoltorio de las nuevas alianzas. Y se han revuelto algunos dirigentes de las baronías, persuadidos de que el ‘sanchismo’ ha vendido la ideología socialista a cambio del poder.

A algunos militantes ilustres del socialismo les parece que la ambición, a Sánchez, se le está yendo de las manos. Su debilidad frente a Podemos y sus continuas cesiones a los independentistas es lo que ha hecho saltar las alarmas hasta sonar un decibelio más del que hasta ahora venían emitiendo los ‘barones’ de forma discontinua.

Además del llamamiento desesperado de Nicolás Redondo a sus compañeros de afiliación para que salven «su dignidad» ante un Gobierno de «autómatas sin alma», el economista Manuel Antonio Carmona ha puesto en circulación en change.org un manifiesto contra la ley Celaá. Lleva recogidas más de 150.000 firmas. Entre otros, Guerra, el sindicalista Cándido Méndez, el ex ministro César Antonio Molina o los expresidentes del Senado Juan José Laborda y Javier Rojo. Todos siguen esperando explicaciones de Sánchez y se encuentran con ministros sin pensamiento propio.

Las primeras voces críticas solo sirvieron para que Sánchez se reafirmara en el blanqueamiento de Bildu. Con un eslogan que repiten amigos y conocidos: «Todos los votos son iguales». Pero no lo son. El mismo Sánchez defendía las diferencias entre ser legal y estar asimilado a la democracia. Hasta que pactó el Gobierno de Navarra. Ahora, la ola del descontento en las filas socialistas ha ido creciendo y en Moncloa han optado por cerrar filas. Que si las críticas salen ‘desde dentro’ puede convertirse en un factor de desestabilización. La alianza entre Iglesias, Rufián y Otegi parece blindada. Y desde dentro no se pueden permitir ningún desmarque.

¿Qué ha cambiado desde que Sánchez hablara de las «líneas rojas» con Bildu que nunca traspasaría? En Bildu, nada. Son los mismos que no condenan la trayectoria de ETA y que homenajean a los excarcelados tratándolos como héroes.

En Sánchez, sí. Ha dado otro giro de 180 grados. Sin dar explicación alguna. Y como no tiene argumentos para justificar el viraje, sale el ministro Ábalos a explicar que Bildu está más integrado que el PP. Sánchez sabe que a Bildu se le debería exigir una retirada de su apoyo al terrorismo. Pero ni él lo va a exigir ni los herederos de ETA lo van a hacer. Por eso no es lo mismo una coincidencia de votos en el ámbito local que pactar unos Presupuestos con quienes, además, conspiran para «tumbar definitivamente el régimen».

Sánchez podría haber elegido otros socios para aprobar los Presupuestos. La insistencia de Arrimadas por pactar con el Gobierno y su negativa a admitir sus condiciones le han dejado al descubierto. Pero es Iglesias quien va marcando el camino. Porque Pablo, a diferencia de Pedro, sí tiene un proyecto político diseñado.

Y Bildu forma parte de sus planes. Otegi ha aterrizado en la misma cancha de juego del PNV. ¿Cómo encajará la competencia el partido de Ortuzar? Está por ver. Son malos tiempos para la crítica al poder. ¡Quién le iba a decir a García Page que, por objetar el blanqueamiento de Bildu, un compañero de su partido le iba a situar como aliado del PP!