TONIA ETXARRI-EL CORREO

  • Se necesitan más expertos técnicos y científicos y menos políticos

Haremos balance después de Navidad. De la evolución de la pandemia, se entiende. Que es lo que más ocupa y preocupa a los ciudadanos. El miedo a que, después de las reuniones familiares y sociales, el virus se expanda en una tercera ola colisiona con el pánico de nuestros gobernantes a adoptar medidas impopulares. En Italia se han atrevido con el ‘cerrojazo’ en fechas tan comprometidas. Y tanto Macron como Merkel han impulsado medidas más restrictivas mientras pedían perdón por el sufrimiento que tantas prohibiciones van a acarrear. Pero ‘Spain is different’. Aquí el Covid se mezcla con la cogobernanza autonómica y se dispara el caos. Quienes pedían con más insistencia que el gobierno de La Moncloa delegara poder ahora reclaman directrices más claras. ¿Añoranza del mando único o reclamación de un liderazgo que no se está ejerciendo? Gobernar es lo que tiene. Que hay que tomar decisiones. Y cuando son impopulares, desgasta.

En la búsqueda desesperada del equilibrio son los colectivos de sanitarios quienes están emplazando a las autoridades a que sean prudentes y responsables. Y las autoridades, después de pasarse el testigo, están a punto de preguntarnos a los peatones qué hemos hecho nosotros por nuestro país. Traducido en términos pandémicos: qué hemos hecho nosotros para evitar el contagio. Y ahí, a ras de suelo, es donde anida el descontento. A la desesperación de los hosteleros se suma la desconfianza de amplios sectores de la población ante indicaciones tan contradictorias. Empezaron negando la necesidad de las mascarillas y han terminado enredados en un galimatías entre ‘familiares y allegados’ como si se tratara de un juego de mesa. Entre Belenes y árboles navideños transita el cansancio. Un fantasma recorre Europa, que no es otro que el miedo.

Y aquí, el embrollo de normas sin criterios comunes ante la inhibición de Pedro Sánchez, deja un poso de inseguridad ante las Navidades más desiguales y asimétricas que hemos conocido. El halo de esperanza en las vacunas no logra disipar el resquemor. Seguimos por decreto en estado de alarma sin dar mayor crédito a los portavoces. En Euskadi, la mar de fondo se revuelve cuando alguien recuerda el nombre de Jonan Fernandez (exportavoz de Elkarri) como coordinador de los asesores del Labi. Se necesitan expertos, científicos y técnicos. Y menos cargos políticos.

El reproche es general. Pero en el caso de La Moncloa se agrava con la opacidad que ha rodeado el extraño misterio de la identidad secreta del comité de expertos en el caso de que exista. Lo peor de todo es la mentira desde el poder. Una falta de respeto. No pudo ser más contundente el añorado Rubalcaba cuando sentenció que no nos merecemos un gobierno que nos mienta. Tenía razón en el mensaje. Seguimos sin merecerlo.

Pero ahora parece que las mentiras no pasan factura. Porque Sánchez no solo ha pactado con partidos de quienes había renegado en público. También ha trampeado con los cambios legislativos realizados de forma ‘exprés’ sin consultar con los sectores más afectados. La ‘ley Celáa’ y la de la eutanasia han dejado muchos juguetes rotos en el camino. Tezanos asegura que en su CIS no tiene sentido preguntar por la Monarquía porque el tema interesa a muy poca gente. Por mucho que se empeñe el vicepresidente Iglesias. Podría, sin embargo, preguntar por las mentiras del Gobierno. Aunque los resultados demoscópicos no coincidan luego con el sentido del voto.