Hubo un tiempo en el que Inés era la gran esperanza blanca de Cataluña y aun de España entera. Uno era muy adicto de los vapuleos dialécticos que Albert Rivera propinaba a Artur Mas en el Parlament, de los que Inés Arrimadas empleaba para humillar a Torra, cuando Albert se fue a Madrid a disputar a Rajoy el liderazgo del centro-derecha. Tengo pensado y escrito que si Arrimadas se presentase por la circunscripción en la que estoy censado mi voto sería para ella. Despertó grandes expectativas y las defraudó en dos ocasiones: primero, en las elecciones de 2017, que ganó Ciudadanos, al alzarse con el 25,35% de los votos y 36 escaños, sin dar el paso de proponerse para representar a sus votantes. Cometió otro error, consistente en seguir los pasos de Rivera hacia Madrid. Siempre me ha parecido curioso que siendo notorios ambos, no han sido registrados como errores, ni siquiera en los análisis para consumo interno.

Su último movimiento táctico, presentado junto a su fiel Carrizosa en Sabadell, ha consistido  en ofrecer a Salvador Illa un Govern de coalición entre los partidos de ambos con el fin de evitar un tripartito es de difícil comprensión, por más que se ajuste a un patrón de conducta sobradamente repetido: postularse para algo que le viene grande. Lo hizo cuando propuso un pacto a un Núñez Feijoó que iba a sacar mayoría absoluta y cuando intentó aquel portentoso acuerdo que estaría sustentado por los 221 escaños que sumaban el PSOE, el PP y C’s. Era evidente que si Sánchez estuviera por la faena le bastaría una gran coalición con el PP que sumaría 211.

¿Un pacto con Illa? ¿Le parece a Inés que el ministro-candidato ha demostrado poca incompetencia, que ha mentido pocas veces, que ha hecho pocas trampas? Lo resumía este fin de semana uno de los padres fundadores de Ciudadanos, Xavier Pericay: “Gracias a los partidos de oposición que no se opusieron a la prórroga del estado de alarma hasta el 9 de mayo, las autonómicas catalanas se celebrarán cuando lo decida el ministro de Sanidad y candidato socialista a la Generalidad. Como lo leen. Para desbarajuste, el de España”. El sentido que tiene de los pactos Arrimadas es el que consiguió en Euskadi con los populares. Estos ponían los votos y Ciudadanos sacaba la tercera parte de los escaños.

Se percibe algo de pánico en estos movimientos, ya desde su formulación. Es impresionante la propuesta de conseguir una pinza constitucionalista entre C’s y PSC, que tendría que concentrar el voto en el partido naranja para que el PSC rechace la posibilidad de formar un tripartito nacionalista y forme un Gobierno moderado con los suyos. El problema es que la encuesta de Tezanos no da, aunque augure al PSC un aumento de diez puntos. A ellos les pronostica un descalabro de 15,75. Los números no dan, Inés, y el ambiente sugiere que tus resultados en Cataluña serán peores todavía de los que vaticina el CIS. No parece haber razón para que Sánchez e Illa, dispuestos a gobernar con. los golpistas, decidan convertirse al constitucionalismo porque Inés Arrimadas tiene tanto empeño en ello. Pudo hacerlo Rivera, aunque solo valiese para poner en evidencia a Sánchez. Pero aquella ocasión pasó y no se volverá a presentar otra.