Luis Ventoso-ABC
- Hasta los políticos se pasman de que no podamos desplazarnos mientras llegan los foráneos
Como tanta gente con padres mayores en otra localidad pensaba aprovechar los festivos de Semana Santa para salir de Madrid, ahora mismo abierto, e ir a La Coruña a ver a mi madre (y de paso contemplar un poco las olas desde el piso que allí tenemos, si es que no cuenta ya con un okupa acantonado por cortesía del Gobierno de progreso para todas y todos). Pero no podrá ser, porque hemos entrado en ‘Fase Kafka’. Alemania tiene hoy una tasa de incidencia del Covid superior a la de España, hasta el punto de que Merkel acaba de ordenar el cierre del comercio hasta el 18 de abril. Sin embargo, un alemán puede venir a España de vacaciones, pero
un español no puede ir de una localidad de nuestro país a otra. Lo paradójico de la situación se percibe con un ejemplo: si volase de Madrid a Fráncfort y de allí a Santiago de Compostela, sí podría ir a Galicia, pues me beneficiaría de las libertades del espacio Schengen. Pero no puedo hacerlo conduciendo por la A6, porque la comunidad de destino está cerrada con una tasa de 75 casos por cien mil (en Navidad era de 177 y sí permitían viajar). En cambio sí puedo ir a Extremadura, que está abierta, al igual que Madrid, teniendo ambas más incidencia que Galicia. Los de Madrid pueden ir a bañarse a Punta Cana, pero no a darse una vuelta por las murallas de Ávila. Kafka.
La propia UE alertó el lunes de estas incongruencias, que estaban ya en boca de todos los españoles, y ayer por fin se las afeó al Gobierno nuestra clase política. Afortunadamente siempre disponemos de las aclaraciones de la ministra María Jesús Montero, una portavoz que posee el don de la inintengilibidad: «Este virus no entiende de fronteras, tenemos que coordinar fases». Hasta ahí, bien. En efecto: debe haber unas decisiones comunes para toda España, que lógicamente ha de tomar el Gobierno central. Pero la realidad es que Sánchez se lava las manos y son las comunidades las que deciden, lo que la ministra explica con esta genialidad dialéctica: «No es que se deje la responsabilidad a las comunidades, sino que se asumen las decisiones que adoptan». Traducción: deciden las comunidades. Los periodistas le plantearon una duda razonable: ¿por qué no se hace con los españoles lo mismo que con los turistas alemanes, exigir un test y permitirles viajar si es negativo? Aquí Montero se vino arriba con una de sus contestaciones parasicológicas: «La respuesta no es binaria, en el sentido de que las comunidades son las que tienen capacidad de hacer el cierre perimetral». Le voy a pasar la frase al genio matemático Grigori Perelman, a ver si él capta el concepto, porque a mí no me da el melón para desentrañarlo.
Todo este festival de incoherencias atiende a una realidad simple: el Gobierno no gobierna, pues ha renunciado a tomar decisiones comunes para todo el Estado ante el mayor problema del tiempo presente, una epidemia que -en efecto- ‘no entiende de fronteras’. Resultado: alemanes al sol de Mallorca, franceses de cumbia por Madrid y los de Ponferrada que no pueden ir a hacer un recado a Lugo.