TONIA ETXARRI-EL CORREO

 

La ganadora de las elecciones autonómicas de Madrid se mantiene con los pies en el suelo para no incurrir en el peligro de morir de éxito. Reconoce que su voto es transversal, «prestado». Porque ha recibido apoyos del centro derecha y de la izquierda desencantada. Se agradece una actitud tan poco soberbia; no ha sido lo habitual en el clima político que estamos viviendo en los últimos tiempos. Isabel Díaz Ayuso ha derrotado a la izquierda, absorbido a Ciudadanos, ha puesto el ‘germen’ del reagrupamiento del centro derecha y noqueado al presidente del Gobierno. Y en el último tiempo del partido ha provocado la retirada de Pablo Iglesias. Se ha ganado al electorado. Y ha conectado con la gente.

La rabia de Pablo Iglesias en su dimisión forzada (no se va, le ha echado el electorado) provocó que la volviera a llamar ‘trumpista’ y otras lindezas de injustificable atribución. La periodista Díaz Ayuso, que ha sufrido el desprecio más absoluto de aquel feminismo que solo se muestra solidario con las mujeres de izquierda, sigue en el centro de la diana, una vez confirmado su éxito electoral. Iglesias dimitió insultando pero el PSOE está encajando mal su derrota. Ayer la vicepresidenta Calvo persistió en el error de ridiculizar a Díaz Ayuso diciendo que había ganado las elecciones hablando de cañas, berberechos y de sus ex.

Contradiciéndose a sí misma al añadir que la ganadora del PP había asumido el discurso radical de la derecha española. Una facha, vamos. Con esta reacción que denota el mal perder del Partido Socialista, no parece que vayan a cambiar mucho las cosas entre los dos principales partidos del país. Los socialistas todavía son incapaces de preguntarse por qué han fracasado. En la noche electoral dejaron solo a Gabilondo para que asumiera en primera persona el fracaso de los resultados y Pedro Sánchez sólo se asomó a un tuit.

Isabel Díaz Ayuso ha sido premiada por su capacidad de reacción en la gestión del covid, su modelo liberal frente a la deriva intervencionista del populismo de la extrema izquierda y el rechazo a volver a las trincheras. El mejor jarabe democrático no son los escraches, como defendía el fracasado Pablo Iglesias, sino los votos. Habló la mayoría, tal como quería la izquierda, y ha arrasado la derecha de Díaz Ayuso. Por mucho que se empeñe Ábalos en separar el resultado de estas elecciones del resto de España, la legislatura de Sánchez ya no será la misma. Se le ha ido el muñidor de los pactos con los socios secesionistas de la cárcel y con Bildu. Y en Madrid ha surgido otra izquierda que le ha hecho el ‘sorpasso’. Se le acumulan los problemas. La pregunta no es solo si Casado va a iniciar la remontada del PP gracias al éxito en Madrid sino, sobre todo, qué va a hacer Sánchez. Si está tentado de dejarse arrastrar por un revanchismo trasnochado y se instala en el espacio radical de Podemos o decide retomar la vía del consenso. Las primeras reacciones no vislumbran una corrección de rumbo.