Conocido el informe del Tribunal Supremo contrario, por unanimidad, a los indultos a los condenados del ‘procés’ por sedición y malversación, la pelota ha quedado sobre el tejado de La Moncloa. El Gobierno puede conceder estas medidas de gracia a pesar de la gravedad de los delitos cometidos, de la escasa pena cumplida y de la voluntad de reincidir aunque el alto tribunal se oponga. Con indultos parciales. Y Sánchez, que acaba de destapar el tarro de las esencias secesionistas emulando su lenguaje, ha decidido dejar al descubierto su carta más explosiva en lo que le queda de legislatura. Con los dictámenes contrarios de la Fiscalía y el Supremo y traicionando sus propias palabras (los presos cumplirían íntegras las penas y él se encargaría personalmente de traer a Puigdemont ante la justicia), Pedro Sánchez procederá a los indultos. El alto tribunal señala, en su informe demoledor, que quienes reclaman los beneficios contra los condenados «pretenden que el Gobierno corrija la sentencia», cuando se trata de un proceso penal ya resuelto. Y Sánchez está en ello, consciente de que su decisión será contraria a derecho.
En plena crisis de credibilidad, el presidente del Gobierno necesita salvarse y mantener su alianza, entre otros, con ERC. A precio de indultos. Se trata de una apuesta arriesgada. Porque será difícil que Sánchez encuentre el equilibrio entre la necesidad de seguir agradando a sus socios y la incomprensión por parte del electorado, más allá de nacionalistas catalanes y vascos. Con su apuesta, el inquilino de La Moncloa fulminará la separación de poderes y deteriorará la imagen del Estado democrático.
Al contraponer la justicia a la venganza o la revancha, da por hecha la anomalía democrática de que en nuestro país existen «presos políticos». Puigdemont le habrá dado la bienvenida al club. También por los detalles. No fue casual el escenario elegido por Sánchez para preparar a la opinión pública ante los posibles indultos: Bruselas, el corazón de la Unión Europea. Justo donde el presidente fugado tiene sus recursos pendientes. Y ahí fue donde Sánchez quiso hablar de indultos como símbolo de la concordia.
Es probable que Sánchez, además de asegurarse el apoyo de ERC desafiando al TS, quiera trascender a los anales de la historia como el presidente que apaciguó a los independentistas catalanes. Premiando a quienes violentaron el orden constitucional intentando romper las bases de la convivencia. Nada que ver con la libertad de expresión o con el voto en una urna. Pero topará con la legalidad. Porque le exigirán más y más: la amnistía y la autodeterminación. Lejos de frenar la pulsión soberanista, Sánchez inflamará la insaciabilidad del independentismo. Le tienen cogida la medida. Ya se lo dijo Rufián: «Me fío de su necesidad, no de su voluntad». Y Sánchez no tiene escrúpulos y está muy necesitado.