Antonio Casado-El Confidencial
- Sí, por favor, al ‘bisagrismo’ de una fuerza política intermedia entre los pilares derecho e izquierdo del arco parlamentario y de inequívoco compromiso con la soberanía nacional
«Pactos y no bandos», pregonó Inés Arrimadas en la convención de Ciudadanos de este fin de semana. La propuesta coincide con el grito de una opinión pública secuestrada por el enfrentamiento de «unos contra otros», denunciado en su día por Felipe VI. Si la propuesta se abre paso entre la España de Pedro Sánchez y la España de Pablo Casado, lo celebraremos quienes creemos que la estabilidad del sistema no puede, no debe, estar en manos de los declarados enemigos de un sistema estable, consolidado e incompatible con el vigente marco constitucional.
Por lo tanto, sí, por favor, al ‘bisagrismo’ de una fuerza política intermedia entre los pilares derecho e izquierdo del arco parlamentario y de inequívoco compromiso con la soberanía nacional única e indivisible. Aun a sabiendas de los males que arrastra el partido de Inés Arrimadas, Edmundo Bal y Luis Graciano, por citar a sus tres primeras figuras, las que escenifican el propósito de la enmienda en una organización seriamente afectada por la falta de credibilidad.
Por intentarlo, que no quede, en la seguridad de que harán un impagable servicio a su país si logran levantar cabeza, tal y como han prometido en su encuentro con la militancia este fin de semana.
Rivera malogró la oportunidad gobernar con el PSOE sobre una mayoría absoluta
La eventual descomposición de Ciudadanos, como consecuencia de sus propios errores, es una mala noticia en la vida política de un país sediento de centralidad. Esa tendencia declinante viene marcando el devenir de esta organización desde que, tras las elecciones del 28 de abril de 2019, su máximo dirigente de entonces, Albert Rivera, malogró la oportunidad de haber gobernado con el PSOE sobre una holgada mayoría absoluta (180 diputados), que habría aportado la estabilidad que ahora echamos de menos.
No está libre de pecado el PSOE de Sánchez. Al igual que Rivera tampoco quiso apostar por la coalición de centro izquierda que hubiese reforzado el sistema frente a la arrogancia del secesionismo catalán y el desquiciante populismo de Podemos. Uno por otro, Rivera por Sánchez o Sánchez por Rivera, se cometió un error histórico en clave de Estado. Pero fue Ciudadanos el que se llevó la peor parte. Y cambiar de líder (Arrimadas por Rivera) tampoco sirvió para mejorar su cuenta de resultados.
El partido está vivo entre el partido que gobierna y el que puede gobernar
Desde entonces, con errores estratégicos tan graves como los culebrones de Murcia y Granada —por citar los más recientes—, ha ido cada vez peor en las urnas. No ha dejado de retroceder en todos los comicios convocados: generales, gallegos, vascos, andaluces, catalanes y madrileños.
El pasado fin de semana en Madrid, unos 300 militantes han secundado a sus principales dirigentes en el renacimiento del partido que, entre otras cosas, pasa por el ‘no es no’ a la rumoreada fusión con el PP. Con ese doble mensaje, levantar el vuelo y rechazar la opa de Pablo Casado, se pretende dar fe de que, pese al derrotismo y las fugas, el partido está vivo en su vocación de fuerza equidistante entre el partido que gobierna y el que puede gobernar.
Falta hace. Si lo consiguen, habrá que aplaudir la materialización del ‘tercerismo’ que nos cure de fórmulas de gobierno desestabilizadoras que acaban empoderando a los enemigos del Estado.