ESTEBAN GOTI BUENO Junta de la Sociedad ‘El Sitio-EL CORREO

  • El Premio Gregorio Balparda a título póstumo distingue su discurso humano y político ético frente al terrorismo y justo con sus víctimas

La Junta de la Sociedad ‘El Sitio’ ha decidido por unanimidad conceder a título póstumo el Premio Gregorio Balparda 2022 a Joseba Arregi Aramburu (1946-2021). El patrón de entrega de este galardón está dedicado de forma alterna a un historiador o jurista. La salvedad que personifica Joseba Arregi, teólogo y sociólogo, se apoya sólidamente en sus más que evidentes méritos para edificar un discurso humano y político ético frente al terrorismo y justo con sus víctimas. Hemos querido apuntar, además, un paralelismo claro entre algunas de sus decisiones y las de nuestro presidente Gregorio Balparda. Estas semejanzas no se deben tanto a las convicciones ideológicas como a la exigencia de una serie de condiciones, sin las cuales Balparda y Arregi entendieron que no era posible estar en la primera línea. Ambos se mostraron en contra de posturas que habían adoptado sus respectivos partidos, y los abandonaron. Joseba Arregi se dio de baja en el PNV en 2004. De nuevo, habría sido más beneficioso para los dos aguantar el paso y gozar de los beneficios de la vida política, pero era inasumible para sus conciencias.

Teniendo en cuenta la obligada distancia histórica, debemos mencionar que Balparda se retiró de la política activa como consecuencia de que la formación que había contribuido a crear, la Liga de Acción Monárquica (LAM), decidió mayoritariamente integrarse en la Unión Patriótica del dictador Miguel Primo de Rivera, aceptando la nueva situación creada tras el golpe militar de 1923. Balparda, que desde comienzos del siglo XX personificó un liberalismo de carácter democrático y de avanzadas posiciones sociales, sintió un profundo rechazo por la sublevación de Primo. Cursó, por tanto, la correspondiente petición de baja en la LAM. Le acompañó en esta actitud el conservador José Félix de Lequerica. Balparda renunció a la vida de partido para no dimitir de su liberalismo. En el ámbito del socialismo, también Fernando de los Ríos e Indalecio Prieto se mostraron contrarios a la posición de importantes sectores del PSOE de permanecer dentro de la legalidad que les ofrecía el régimen primorriverista.

En Joseba Arregi, de igual manera, podía apreciarse que la política contenía exigencias morales. Por éstas se apeó de la posibilidad de alargar sus compensaciones como parlamentario, consejero del Gobierno vasco, cargo orgánico de su partido o cualquier otra responsabilidad inherente a una trayectoria que no hubiese mudado. No pudo aceptar el Pacto de Estella (1998) ni el conocido como Plan Ibarretxe (2001-2005), puesto que sus ideales señalaban que ningún atajo político podía atemperar la gravedad de lo que significaba el terrorismo o la relevancia que debían tener las víctimas.

Gesto por la Paz llevó a cabo, a comienzos del verano de 2002, unas jornadas centradas en las víctimas del terrorismo. Allí pude escuchar sin ningún tipo de interferencia interpretativa que Joseba Arregi llevaba la contraria al entonces corriente pensamiento, por el cual las víctimas no debían estar en el centro del debate político. Para Arregi era más que evidente que sí, que tenían que figurar en él, que era del todo imposible que no nos provocaran reflexión en aquello que fuese nuestro ordenamiento político. Y éste es el punto de distinción de lo que significó en la política vasca nuestro premiado; la imperiosa necesidad moral de que quienes habían sufrido la violencia terrorista tuviesen un papel destacado en la memoria y en la definición política del país. En definitiva, se trataba de la inclusión del elemento moral en el desarrollo de los acontecimientos colectivos.

Esta condición fundamental de Joseba Arregi ha sido constante hasta el final de su vida, y así se entiende que en 2018 impulsase un manifiesto contra la impunidad tras el final de ETA. Florencio Domínguez, director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, manifestó sobre Joseba Arregi que fue uno de los padres de este proyecto. En 2015, Arregi manifestaba que a los vascos aún nos quedaba un largo camino para ser realmente libres. Se nos hacía preciso asumir la gravedad del terrorismo; de lo contrario, pareceríamos gozar de libertad, pero no lo haríamos realmente. Un espejo esperaba nuestra mirada.

A fin de cuentas, Joseba Arregi fue la expresión del humanismo en la narración política, la argumentación honesta y desglosada a favor de una vida en común ética, el vuelco personal hacia el mundo intelectual con la pretensión de que tuviese eco en el exterior. En estos aspectos se produce una coincidencia definitiva entre Gregorio Balparda y el premiado Joseba Arregi. De formas diferentes, les alcanzó la violencia y sus trágicas consecuencias. En el caso de Balparda, fue en propia carne, a causa de la tortura sufrida y su asesinato en el barco prisión ‘cabo Quilates’; en el de Arregi, como honorable altavoz de quienes directamente habían padecido el terror, con las complicaciones que ello le reportó. El reconocimiento a su paso por nuestras conciencias es más que un premio, un deber.