IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Las administraciones públicas están desbordadas y se encuentran inermes ante la evolución de la pandemia. El espectáculo de desorientación, desorganización, titubeos e inoperancias resulta tan lamentable como intolerable. Sinceramente creo que hay dos niveles. En el plano sanitario no hay más remedio que ser comprensivo y paciente. Nadie podía prever que la enfermedad iba a llegar con la contundencia y rapidez con que lo ha hecho. Nadie estaba preparado para enfrentarse a un desafío tan extremo. Ni había vacunas ni existía tratamiento adecuado y, por eso, el desborde sanitario entra dentro de lo disculpable. ¿Se podía haber hecho mejor? Sin duda. Si en lo puramente médico no era posible, en los aspectos de gestión, de acopio de materiales, de su distribución y de la planificación asistencial la capacidad de mejora es evidente. La duda quizás sea si se podía haber hecho peor. Cada vez que Pedro Sánchez sale a decirnos que somos el asombro del mundo, mi tensión baja sobrepasa a la alta. La vacunación se ha hecho bien, pero todo lo demás… Para complicarlo un poco, está claro que las esperanzas puestas en las vacunas como elemento de solución al problema han resultado infundadas.

Pero cambiemos de plano. Si el desbarajuste sanitario se puede justificar por la virulencia y lo imprevisible de la pandemia, el tratamiento de los temas conexos, como el sistema de altas y bajas laborales del que se quejaba ayer Confebask, con tanta amargura como razón, resulta incomprensible. ¿De verdad que en el estado actual de la informática -cuando no se ha reparado en medios materiales para dotar de equipos modernos a las administraciones y cuando las plantillas públicas no han sufrido el mínimo rasguño, más bien han aumentado como consecuencia de la enfermedad- es admisible que no seamos capaces de solucionar un tema exclusivamente burocrático y, ese sí, más que previsible tal y como evolucionaban los datos de contagios?

Nadie puede pretender que el sistema sanitario esté permanentemente sobredimensionado para atender a esta urgencia. Como nadie puede pretender que en la isla de La Palma exista un sistema permanente de vigilancia de volcanes del tamaño adquirido durante la explosión del Cumbre Vieja. Pero vivimos en la era de la digitalización, se nos llena la boca con el término y dedicamos tal cantidad de recursos a ello que ver el desbordamiento actual del sistema causa auténtica perplejidad. El problema de nuestros dirigentes no es que no sepan gestionar una pandemia como la actual. Su problema, y el nuestro claro, es que la mayoría de ellos no sabe gestionar. Simplemente. Así nos va.