TONIA ETXARRI-EL CORREO

De los muchos frentes que tiene abiertos el presidente Pedro Sánchez con sus socios de gobierno y aliados de legislatura, su posicionamiento en el conflicto de Ucrania que acaba de provocar Putin ha desatado una guerra doméstica en La Moncloa que el ala oeste podemita tiene intención de airear. A Podemos le van las autocracias, exhibir el antiamericanismo militante y justificar a Cuba, Irán o Venezuela. Sin disimulos.

Rusia llevaba tiempo exhibiendo su despliegue militar en sus fronteras con Ucrania y los del ‘No a la guerra’ han mantenido el silencio de los corderos hasta que la OTAN ha reactivado sus mecanismos de defensa. Y el presidente del Gobierno español, esta vez, como no puede desentenderse de cumplir con los compromisos de la Alianza, ha anunciado el envío de buques. Para mejorar su influencia en la OTAN y para ganarse los favores de Biden que sigue resistiéndose a mantener una relación con él. Podemos puede defender el derecho de autodeterminación de una nación virtual como Cataluña y, sin embargo, niega a Ucrania su derecho a la soberanía porque topa con el zar que añora el Telón de acero de la guerra fría. Les puede ocurrir que sigan perdiendo votos, como preconizan las encuestas, pero no tienen la responsabilidad que recae sobre Sánchez.

La cohabitación en La Moncloa rechina pero a ninguno de los dos partidos les interesa que se rompa. Hasta ahora han podido hacer componendas con la memoria histórica, la ley trans, la eutanasia o la pandemia. Pero, con el conflicto en Ucrania, han topado con material sensible. El presidente ruso, exagente del KGB, al que no le tiembla el pulso a la hora de eliminar disidentes y periodistas críticos y que fomentó redes de injerencia para crear noticias ‘fake’ en Cataluña y así desestabilizar un rincón de Europa, quiere demostrar con la exhibición de la fuerza que puede imponer sus condiciones. Que la OTAN no se extienda a Ucrania. Lo mismo que reclama Podemos. Sobre todo el tertuliano Pablo Iglesias mientras en La Moncloa se mantienen expectantes ante el silencio mantenido por Yolanda Díaz.

Bildu también rechaza el envío de tropas a la zona limítrofe con Ucrania. Y exige lo mismo que Iglesias. Es decir, ellos con Putin. Diálogo y diplomacia es su mantra actual. Qué pena que llegue con tanto retraso. Si hubieran defendido esa actitud dialogante cuando ETA practicaba la diplomacia del tiro en la nuca, nuestra democracia habría topado con menos obstáculos.

Sortu celebró su congreso el mismo día en que los familiares, amigos y compañeros de partido rendían un homenaje al popular Gregorio Ordóñez asesinado por ETA hace 27 años. Y del cónclave resultó elegido, como ‘número cuatro’, David Pla, el último dirigente de ETA que comunicó, en la comparecencia de los tres encapuchados, el fin de las acciones terroristas. Es una forma de premiar su pasado, del que no se ha arrepentido y nadie le exige, en serio, que lo haga. Ni el PSOE, que, a pesar del emplazamiento de última hora de Eneko Andueza en Euskadi, ha negociado con Otegi el Gobierno de Navarra y la legislatura de Sánchez. Detrás de las referencias genéricas al sufrimiento (para ellos los victimarios son también víctimas y los presos de ETA son presos políticos) se le ha recibido con homenajes en la calle a ‘Mikel Antza’, se ha llorado a Troitiño, condenado por 22 asesinatos, y se han envalentonado porque ven a Sánchez debilitado, muy necesitado y sin escrúpulos.