Ángel Villarino-El CONFIDENCIAL
ENTREVISTA CON FERNANDO ALEJANDRE MARTÍNEZ
  • El exjemad repasa su trayectoria en un libro pensado para reivindicar la importancia de las Fuerzas Armadas. Llega en la peor crisis bélica que ha atravesado Europa desde la II Guerra Mundial

PREGUNTA. ¿Qué quiere decir exactamente con el título de su libro? 

RESPUESTA. El título es el lema de uno de los barcos de la Armada, pero también es el epitafio que escribió Lope de Vega para uno de los más insignes militares que ha habido en España. Pero además es el lema con el que un montón de gente sirve a España. Y para eso no hace falta ser militar. Siempre lo he usado en discursos y era un momento de hacer un guiño al cierre de una carrera. Es un lema con el que yo creo que nos sentimos a gusto los militares, pero estoy seguro de que también los guardias civiles, los agricultores y los empresarios del ramo del jabón industrial.

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P. Usted sostiene que en España hay un distanciamiento entre las Fuerzas Armadas y la sociedad. En 2014, el entonces candidato Pedro Sánchez dijo en una entrevista que eliminaría el Ministerio de Defensa. En la mayoría de los países, esto habría hundido sus posibilidades de llegar al Gobierno. 

R. En cualquier otro país, sería una hecatombe. Es un contradiós. Pero muy probablemente no es algo que Pedro Sánchez haya pensado seriamente nunca. Lo que ocurre es que en España, por esa desconexión que hay entre las Fuerzas Armadas y la sociedad a la que sirven, se trata todavía de un razonamiento popular. En los análisis sociológicos que hace el CIS se ve que hay un número importante de españoles que dicen que no merece la pena defender a su propia nación. Esto en Francia no lo piensa absolutamente nadie. No hay que irse a Estados Unidos o a Israel. En Holanda tampoco lo piensa nadie. 

P. ¿Por qué cree usted que existe este distanciamiento? 

R. Eso es una de las cosas que yo pretendo hacer con este libro. Darnos a conocer. Una cosa que no se comprende es imposible de respetar. Y, si no se respeta, ¿como la vas a querer? ¿Y cómo vas a querer dotarla? Esto nadie lo entiende. Nadie nos entiende. No sé si te has fijado en que cuando los políticos llegan al Ministerio de Defensa, ya sean ministros o subsecretarios o lo que sea, al cabo de pocos meses hacen una entrevista en un periódico y dicen que les ha sorprendido la enorme profesionalidad de las Fuerzas Armadas. ¿Se puede saber qué significa eso? Yo no me sorprendería de la enorme profesionalidad de un hospital cuando me ingresan para operarme de apendicitis. Sería ridículo. Pues hay un montón de gente que todavía se sorprende de lo profesionales que son los militares. ¿Qué se pensaban que éramos? El sargento Arencibia, el de ‘Historias de la puta mili’, nos hizo mucho daño. Salía en ‘El Jueves’. ¿Te acuerdas de él? Yo creo que hay gente que todavía se piensa que las cosas son así.

P. ¿Se siguen percibiendo las Fuerzas Armadas como una institución franquista? 

R. Claro. Es ridículo, pero está enraizado. Yo creo que tiene también un trasfondo histórico. España no se ha defendido de un enemigo exterior desde hace 200 y pico años, desde la invasión napoleónica. Hay quien me dice que es más reciente la Guerra de Cuba, pero aquello tuvo unas connotaciones coloniales y de separación de la metrópoli que afectaron tanto a los ejércitos como a la política. De hecho, abrieron una brecha entre la política y las Fuerzas Armadas ya entonces. Yo creo que ahora, en la actualidad, todavía no hemos cerrado esa herida. Es verdad que las Fuerzas Armadas es una de las instituciones mejor valoradas. Pero ¿cuántos estarían dispuestos a que les quitaran un euro más para dotarlas mejor? 

P. Los soldados españoles son mileuristas. 

R. Eso es una vergüenza. Y es una vergüenza que en la actualidad haya suboficiales de las Fuerzas Armadas que se plantean dejar las Fuerzas Armadas y alistarse como número de la Guardia Civil. Lo hacen simplemente porque un número de la Guardia Civil, que ya de por sí cobra infinitamente menos que un ‘mosso’ d’Esquadra, cobra mucho más como número que un sargento de Infantería o de Artillería. Es asombroso, pero es así. No solo tenemos una falta de dotación de materiales, que la tenemos. Es que también hay una falta de respeto. Al soldado español no se lo considera profesional a pesar de que lo sea ya. Sobre el papel hemos dicho que tenemos un Ejército profesional, pero no lo pagamos como tal. ¿O es que pretendemos que con el sueldo que les pagamos sea profesional? Es imposible y por eso nos vemos obligados a echarlos a la calle. Empezamos dejándolos marchar a los 35 y ahora les echamos a los 45. La realidad es que no hemos dado ese salto al ejército profesional.

P. ¿Cómo son estos salarios comparados con los de otros países? 

R. Siendo yo teniente coronel, le conté a un teniente coronel británico lo que yo cobraba y recuerdo que me miró como si estuviera mirando a un extraterrestre. Él cobraba cuatro veces más que yo y sin estar desplegado en operaciones. Aquí hemos utilizado un subterfugio, que consiste en que cuando estamos desplegados en operaciones se nos paga más. Pero no se nos debería pagar por ir a operaciones, que es nuestro trabajo. Al contrario, se nos debería pagar un salario decente también cuando estamos aquí. ¿Es que lo que hacemos aquí no tiene validez? Eso entronca con ese desconocimiento de las Fuerzas Armadas del que hablábamos. Siempre acabamos hablando de las emergencias. Yo soy oficial de ingenieros, como cuento en el libro. He ayudado en emergencias como riadas. Eso lo hacemos con toda la normalidad porque somos gente que tiene una estructura muy jerarquizada y responde en muy corto plazo a cualquier tipo de reto. Pero que la gente no se olvide de que nuestro verdadero cometido es hacer la guerra. 

P. ¿Están bien armados y suficientemente dotados? 

R. Nosotros entendemos perfectamente la situación en la que vive nuestro país. Hubo un momento, allá por 2007-2009, en que era patente que había que recortar gastos porque había que recortar por todos lados. El problema es que después no hemos vuelto ni siquiera al origen. En euros contantes, nuestro presupuesto es todavía más pequeño de lo que era en 2008. La ministra Robles ha prometido un incremento del 7%, pero es que el 7% sigue siendo muy poco.

P. La OTAN pide que esa cifra llegue al 2% del PIB. Eso supondría duplicar el presupuesto. 

R. Bueno, la OTAN no exige, sino que recomienda el 2%. Yo muchas veces, estando en activo, he dicho que el 2% no tenía ningún sentido. Que pasar del uno al dos de golpe no tiene ningún sentido. Hay que hacer una cosa más progresiva. En alguna conferencia he dicho que con un 1,4% me daba con un canto en los dientes. Ahora estamos en el 0,9. Hay veces que sube el presupuesto de Defensa porque baja el PIB. Desde luego, no es una solución. 

P. Luego están las partidas extraordinarias por los compromisos adquiridos en el pasado. 

R. Dedicamos a ello entre un 10 y un 15% del presupuesto anual. Un dinero que se utiliza para pagar gastos del año 2000. Aquel año entramos en una deuda por compra de armamento que esperábamos haber pagado en 10 años. Pero, como no hemos recibido el dinero, seguimos pagando y todavía nos queda deuda hasta 2026. Es decir, que en lugar de modernizar, estamos pagando la modernización de 2000. La ministra ahora está intentando comprar nuevos materiales, pero tiene que mantener un equilibrio entre lo que debemos y lo que queremos comprar. 

P. ¿No se está quedando viejo parte de ese armamento que todavía seguimos pagando? 

R. Alguno materiales están empezando a ser obsoletos o se sitúan cerca de la obsolescencia. Todos ellos han alcanzado la mitad de su ciclo de vida. Las fragatas necesitan reemplazarse, por ejemplo, porque hay alguna que lleva más de 20 años navegando.

P. Una pregunta que se plantea la sociedad española a menudo es si realmente tenemos alguna amenaza externa para la que necesitemos defendernos, teniendo en cuenta que estamos bajo el paraguas de la Unión Europea y la OTAN. ¿De quién tenemos que defendernos? 

R. Nos tenemos que defender de mucha gente. Para empezar, vivimos en una península, en una esquina de Europa. Es muy difícil convencer a nuestra propia población de que la situación en el este de Europa nos afecta también a nosotros. Pero mira lo que nos está ocurriendo ahora. La crisis de Ucrania está sucediendo a 3.000 y pico kilómetros de distancia. Parece mucho, pero no es nada. Hace años fue muy difícil explicar por qué había que llevar carros de combate a la operación de presencia avanzada que hay en Letonia. Son solo cinco carros de combate y para enviarlos hubo que vencer resistencias de todo tipo, porque nadie entendía qué hacían carros españoles en Letonia. 

P. ¿Y hay amenazas en el sur? 

R. El flanco sur está tremendamente expuesto. La mayor parte de los países de Europa saben que tienen un río enorme que se llama Mediterráneo entre ellos y el norte de África. Pero hay un país que no tiene esa distancia. Y ese país es el nuestro. Tenemos dos fronteras en África. Dos fronteras pequeñas, pero que ahí están. Las dos con un país vecino que debería ser nuestra mayor prioridad. Y que lamentablemente ha entrado en el ámbito de la influencia francesa. Esto supongo que a mis compañeros franceses no les hará ilusión, pero a mí me molesta mucho ver que Rabat mira mucho antes a París que a Madrid.

P. ¿Qué opina de la crisis que mantenemos abierta con Marruecos? 

R. Es una crisis bastante seria y nosotros tendríamos que tener una relación de privilegio con Marruecos. Es nuestro vecino natural. Debería ser una relación casi al mismo nivel que con Portugal o con Francia. Y lo que tenemos son frecuentes tiranteces y demasiados malentendidos. 

P. ¿Podría llegar a ser Marruecos una amenaza militar? Hay quien sostiene que es nuestro mayor problema de seguridad. 

R. Es que están ahí, al otro lado. Ahora mismo la situación en Marruecos probablemente está controlada por el Rey. Pero nosotros deberíamos prever qué puede ocurrir si pasa algo diferente. Y puede pasar. Y hay que prever. Y eso implica preparar. Hay que saber exactamente cómo se hace una guerra híbrida porque luego ocurre lo que ocurrió en mayo del año pasado. Una guerra híbrida es algo que puede empezar con una simple manifestación o con un movimiento de personas inesperado a través de una frontera.

P. En su libro habla también de la amenaza interior, que entiendo que se refiere al terrorismo, pero no solo. 

R. Al terrorismo y a otro tipo de cuestiones que todo el mundo entiende. Hemos sido objetivo del terrorismo islámico y estos desequilibrios luego tienen impacto en la situación política. Recordemos el 11 de marzo, los atentados de las Ramblas. Fueron la antesala de algo que ocurrió un mes y medio después. Aquello puso al Gobierno en una situación terrible en Cataluña. Nosotros tenemos que tener la mirada clara y estudiar y analizar cuáles son las posibilidades de ese enemigo. En esto las Fuerzas Armadas ocupan un papel auxiliar de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero tenemos que estar preparados para reforzarles cuando sea preciso. Y también tenemos que estar preparados para cualquier cosa que ocurra dentro de nuestras fronteras que pueda afectar a nuestra soberanía, a nuestra integridad territorial. Todo eso, lamentablemente, ocurrió en 2017. Tuvimos un espectáculo en primera línea que podría haber acabado muy mal. 

P. Se ha hablado mucho del papel precisamente de Rusia en aquella crisis. 

R. No hace falta que te diga que hubo un interés espurio de otros países en el conflicto de 2017 en Cataluña. Todos sabemos que había granjas de ‘bots’ influyendo sobre la opinión pública española e internacional en aquel momento. Curiosamente, eran granjas de ‘bots’ que no estaban ubicadas en París, sino en San Petersburgo y en Caracas. Hubo un intento de atizar un problema interno con el propósito de desestabilizar a nuestra nación. Y eso debemos tenerlo planeado y debemos tenerlo previsto.

P. Cambiando de tema, en su libro habla de ‘disciplinitis’. ¿Qué es y en qué se diferencia de la disciplina? 

R. Nosotros tenemos muy clara la subordinación de la cúpula de las Fuerzas Armadas al poder político, pero subordinación y decir siempre lo que el otro quiere oír no es lo mismo. La lealtad bien entendida empieza por uno mismo y hay que decirle al político de turno la verdad, aunque no le guste. Si empezamos a tergiversar, y eso es algo que con frecuencia se hace en el estamento militar, lo que tenemos es ‘disciplinitis’. Es una inflamación de la disciplina para complacer al superior. Eso no es muy decente, ni es muy honrado, ni es muy profesional. 

P. ¿Le molestan los eufemismos que se utilizan para hablar de las operaciones militares. Por ejemplo cuando se habla de «operaciones de mantenimiento de la paz» o de «armas defensivas»? 

R. En 1991 yo era capitán de la Brigada Paracaidista y hubo un problema con los refugiados kurdos que huían de Irak, camino de Turquía, donde no les dejaban pasar. La comunidad internacional entendió que había cometido un error en el sur con el mantenimiento de Sadam Husein en el poder y decidió establecer una especie de zona de seguridad para los iraquíes de etnia kurda que estaban en el norte asediados. Entonces es cuando se acuñó en España el término de ayuda humanitaria. Y si tú revisas los telediarios de aquella época, en todos salen imágenes de paracaidistas repartiendo ayuda humanitaria, repartiendo mantas, levantando tiendas de campaña o llevando a niños de la mano hacia el ambulatorio. 

P. ¿Y no estaban haciendo eso? 

R. Sí, pero lo que nadie supo es que nos atacaron los peshmergas. Nadie supo que para que los paracaidistas pudieran repartir ayuda, había otros que estaban en un ‘checkpoint’ todo el día, 24 horas al día, con un calor de justicia, en pleno desierto. Allí estuvimos con los paracaidistas, en los puestos de tirador y con armamento. En aquel momento el Ministerio de Defensa llegó a negar que llevábamos armamento. Lo cual a ningún militar se le ocurre. ¡Por Dios bendito, que nos estamos jugando la vida! Yo no puedo ir a ningún sitio sin asegurarme de que mis hombres van a volver o, al menos, sin tener una certeza razonable de que van a volver. Cuando nosotros nos desplegamos en una zona y nos dicen que tenemos que mantener alejados a los iraquíes a 60 kilómetros, pues lo que tenemos que hacer es echarles. Pero, claro, no es lo mismo que decir que estamos invadiendo Irak, que es lo que hicimos aunque fuese con el amparo de una resolución de las Naciones Unidas.

P. En su libro habla de sus experiencias con gobiernos del PP y con gobiernos del PSOE. 

R. Es que yo soy el único que ha tenido esa posibilidad, el único que ha tenido ambas experiencias. 

P. ¿Y qué conclusiones comparativas puede establecer? 

R. No, no. Establecer comparaciones es muy dificil porque lo que cambia es el contacto personal. No es una cuestión de partidos, sino de personas. Lo que trato de analizar es el distinto punto de vista que tiene cada uno. 

P. ¿Es una cuestión de ministros más que de partidos entonces? 

R. No, creo que depende más de los segundos y terceros escalafones, de los más afectados por la ‘disciplinitis’. Hay un montón de gente que, pensando que al ministro de turno no le va a gustar lo que el militar dice, se dedican a mandar un mensaje completamente tergiversado sobre lo que hacen los militares.

P. Cuando un militar se retira en España, normalmente no tiene ya mucha actividad profesional. En Estados Unidos es diferente. Es normal que un oficial del Ejército tenga unos últimos años en una empresa privada, donde su trayectoria es muy apreciada y gana mucho más dinero. 

R. Hay que tener en cuenta que lo único que en este mundo no se puede copiar son los mercados. Y el mercado de trabajo español es completamente diferente al norteamericano. Pero sí, tienes toda la razón. Yo he tenido muchos compañeros americanos que tras un periodo de servicio en las Fuerzas Armadas, solo con su hoja de servicios, podían plantearse pasar al escalón directivo de cualquier empresa. De hecho, sigo en contacto con algunos de ellos que están en empresas o pasan a dar clases en la universidad sin mayor quebranto y sin ningún escándalo. Eso en España es poco menos que imposible. De hecho, la justificación que se dio al cambio de la enseñanza militar que se produjo al final de los dos mil, es precisamente que tuviéramos un título perfectamente equiparable con la vida civil. Pero se nos olvidó hacerlo con la tropa, de tal forma que pudieran tener un diploma o un título de grado cuando volvieran a la vida civil. 

P. Se está volviendo a hablar mucho estos días de crear un Ejército europeo. ¿Cree que es buena idea? 

R. A mí me gustaría decirte que sí, que es buena idea. Pero lo más difícil de tener un Ejército, ya sea europeo o nacional, no es construirlo, ni siquiera dotarlo. Lo más difícil es tener la voluntad de emplearlo. Y esto no es un trabajo de los militares, sino de los políticos. Es decir, si tenemos una herramienta y no la vamos a usar… mejor no tengamos esa herramienta. ¿Para qué la queremos? A mí lo que más me preocupa de la idea de crear un Ejército europeo es quién decide luego para qué lo empleamos. Porque tú y yo sabemos perfectamente que la Unión Europea no es una unión como tal. Tiene un montón de flecos y tiene frecuentes enfrentamientos entre un bloque más centrado en París y otro bloque más centrado Berlín. ¿Quién decide cómo se emplea el Ejército europeo entonces?

P. ¿Tenemos que seguir confiando en la OTAN entonces? 

R. Lo que hace diferente a la OTAN es que las decisiones se toman por consenso, pero también que el peso de Estados Unidos es muy importante. Washington puede ir convenciendo al resto de aliados de tomar una decisión, como ocurrió en Afganistán. La OTAN es una organización política con un brazo armado. Pero la Unión Europea no tiene brazo armado. Habría que cambiar la filosofía completa de lo que es la Unión Europea para aceptar ese Ejército europeo. Si, por el contrario, pensamos el Ejército europeo como la suma del francés, el italiano, el portugués y el español… puede servir. Pero antes tendríamos que tener un mecanismo de empleo.