El problema energético europeo se cuenta de manera rápida. 1. Consumimos mucha energía y somos muy deficitarios en energía primaria. Nos faltan el gas y el petróleo. 2. Tenemos muy poca capacidad de almacenamiento y unas redes de interconexión deficientes. El mercado común de la energía, que lleva décadas en marcha, está lejos de ser tan ‘común’ como debiera. 3. Tenemos carbón, pero no queremos quemarlo, porque contamina; tenemos algo de gas, pero no queremos explotarlo, porque no es ecológico; tenemos centrales nucleares, pero no son aceptadas en todos los países y tampoco nos gusta inundar pantanos, ni afear montes con molinos, ni ensuciar campos con parques solares. 4. Nuestras fuentes de suministro exterior se han establecido en el tiempo en base a conveniencias geográficas y a reducción de inversiones. El resumen es también rápido: somos muy dependientes del exterior y lo somos de países tan poco fiables como Rusia. Como lo es también la conclusión: pagamos la energía muy cara y eso lastra nuestra competitividad y empuja con fuerza a la inflación.
«Nuestra realidad es que dependemos de países tan poco fiables como Rusia»
Nada de esto es nuevo, pero la invasión de Ucrania nos ha puesto delante de los ojos la cruda realidad y lo ha hecho en su versión más dramática. Ahora aparecen las prisas. Lo que no se ha hecho en décadas hay que hacerlo en meses. La UE quiere reducir la dependencia del gas ruso en dos tercios y lo quiere hacer en el plazo de un año. Para ello está dispuesta a olvidar su escasa disposición a emitir más deuda y, esta vez, además será mutualizada. Irá destinada a financiar inversiones en energía y en esfuerzo bélico. Antes, en periodos de guerra, la gente moría en el frente y pasaba hambre y frío en la retaguardia. Ahora sigue vigente lo primero, pero lo segundo se evita con deuda. Ya sabe, esa deuda que se pagará cuando no estemos aquí quienes la emitimos y gastamos. La idea de eliminar el efecto del coste del gas en el precio de la electricidad debe de ser más complicada de lo que muchos desearían, pues ha quedado pospuesta para más adelante.
Y nos queda por ver la reacción de Rusia. ¿Aceptará pacíficamente el anuncio de sus clientes de dejar de comprarle gas en unos meses y seguirá inyectando gas en la tubería hasta entonces, o, ya puestos, adelantará el final de la relación comercial con la UE? No sé. Me da cierto miedo eso de lanzar órdagos a una mente tan retorcida y perversa como la de Putin y hacerlo desde una posición tan débil como es la europea.