IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El desastre de su partido homólogo francés debería preocupar a Pedro Sánchez

Es el único dato de verdad contundente de la primera vuelta de las presidenciales francesas: la práctica desaparición del PS. El mismo partido que llegó a sobrepasar con Mitterrand los once millones de votos y que aún contabilizó más de diez millones con Hollande en 2012 se ha quedado en poco más de 600.000 electores (el 2%) con una Anne Hidalgo, que en estos días pide el voto para Macron. El desastre del socialismo francés debería preocupar a su homólogo español porque el PS y el PSOE no han seguido derivas muy distintas. Ambos partidos vienen jugando, desde los tiempos de Zapatero y Ségolène Royal, a una contradictoria mezcla de identitarismo izquierdista por un lado y, por otro, de disolución ideológica en causas peregrinas y evanescentes, ajenas a la izquierda clásica y en clara sintonía con las del populismo posmarxista.

¿Por qué ha quedado la socialdemocracia reducida a cenizas en Francia? Pues por la misma razón por la que puede ocurrir mañana otro tanto en España: porque en una época de graves crisis (la de 2008, la del covid, la de la guerra de Ucrania…) sus líderes, entregados a una pájara endogámica y estratosférica, no han sabido empatizar con un electorado al que le empezaba a fallar lo básico: el trabajo y el poder adquisitivo. Un votante progresista prototípico puede estar dispuesto a asumir las nuevas adquisiciones ideológicas que han nutrido a la izquierda posterior a la caída de la URSS. Puede ver con buenos ojos el cuidado del medio ambiente, el pacifismo, el matrimonio gay y todas esas causas que a la izquierda clásica le importaban un huevo si no las perseguía directamente. Pero cuando ese votante no puede pagar la factura de la luz ni llegar a fin de mes, o se va directamente al paro, empieza a ponerse nervioso con unos tipos que sólo le hablan de la necesidad de acabar con el heteropatriarcado capitalista, que es el que a él le permitió vivir; del veganismo que ha dejado de ser una opción voluntaria porque no le llega el sueldo para carne; de la energía sostenible cuando el primero que necesita energía para sostenerse es él; de la libertad para elegir el género y, en definitiva, del sexo de los ángeles.

Lo que ha pasado en Francia puede pasar en España con una socialdemocracia que ha dejado de serlo hace dos décadas. En el panorama de una inflación galopante, Sánchez responde al Feijóo que le habla de bajar impuestos con la necesidad de pactar la renovación del Poder Judicial, una medida que, sin duda, mejorará la vida de los españoles. Algo hemos avanzado. Zapatero encaró la recesión económica de 2008 adhiriéndose al proyecto Gran Simio, que reconocía la dignidad de los orangutanes, chimpancés, gorilas y bonobos.