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  • El verdadero debate es cuántas de esas necesidades que percibimos con tanta nitidez nos las podemos pagar

Esta semana hemos estado muy entretenidos con el debate sobre el estado de la nación, un espectáculo fantástico que no se celebraba desde hace años por unas y otras razones. Han pasado muchas cosas, se han dicho barbaridades y sensateces, pero yendo a lo sustancial, el debate nos ha dejado lo siguiente. Un nuevo paquete de medidas anticrisis que conlleva ciertos alivios para el ciudadano, como es la rebaja o la eliminación del coste de muchos enlaces ferroviarios -en las islas, y como no tienen ferrocarril, echan las muelas- y el aumento de las becas estudiantiles. Otras medidas, las estelares, las más celebradas por el público asistente, se centraron en dos sonoras subidas de impuestos, una para la banca y otra para las energéticas.

El paquete de medidas es el tercero del año. El Gobierno mantiene un ritmo frenético. Uno fue de 6.000 millones, otro de 9.000, este no se ha cuantificado todavía, pero será voluminoso, por supuesto. De momento ninguno de ellos, ni todos en su conjunto, han conseguido doblegar a los precios, pero supongo que habrá aliviado el extra del coste de la vida. Está muy bien todo, pero hay enfermedades que carecen de cura, como es el ansia de contentar y de subvenir a todas las necesidades, aunque no se disponga del dinero necesario para financiarlas. A nadie le importa que tal actitud implique la necesidad de emitir toneladas de deuda.

Y no es solo el problema de quién y cuándo la va a pagar, que eso no nos preocupa porque lo miramos con los ojos cerrados. Tampoco es problema su coste de financiación, que va a aumentar espectacularmente en cuanto el Banco Central Europeo se dé cuenta de que no se pueden mantener ilimitadamente unos tipos reales negativos de casi un 10% y pretender controlar, a la vez, una inflación desbocada. Lo peor de todo es considerar que podemos crear unos cuantos billones, con b, de liquidez sin que el sistema genere una contrapartida similar de bienes y servicios y pensar que eso iba a ser inocuo para los precios.

Los excesos del pasado solo se pueden curar con la sobriedad del presente

Los excesos del pasado solo se pueden curar con la sobriedad del presente. Y, claro, nadie, ningún político, esta dispuesto a cargar con el ‘San Benito’ de aguafiestas, y pasar a engrosar el capítulo que engloba a los canallas de la Historia, por proponer algo tan simple y sencillo, tan habitual en todas las familias, como es eso de ‘gastar lo que se tiene’. Por eso, el verdadero debate no es sobre si las necesidades sociales existen o no, que existen, ni sobre si es conveniente o no arreglarlas, que lo es. El debate es sobre cuántas de esas necesidades que percibimos con tanta nitidez nos las podemos pagar.

Confundir deseos con derechos ha sido una equivocación que nos va a costar carísimo. Suponer que todos los deseos hay que materializarlos de inmediato y sin demora ni plazo es un error capital; e ignorar las capacidades disponibles para afrontar todas las necesidades sentidas es suicida. Claro que siempre se puede apelar a eso tan bonito de que ‘pague más quien más tiene’, como si eso no sucediera desde hace muchas décadas. También se puede acudir al populismo en busca de coartada para el error y castigar a las grandes empresas, olvidando su enorme función social en la creación de empleo, en la generación de riqueza y en la provisión de fondos para sostener los gastos sociales.

En este apartado tuvimos un gesto para la galería, en forma de impuesto a las energéticas y a la banca. Nadie se ha tomado la molestia de definir cuál será la base y cuál el tipo del nuevo impuesto, pero sí nos han dado ¿a voleo? las cifras de la recaudación extra que generarán. Aquí, creo, se han producido algunos despistes. Como olvidar que una gran parte de los beneficios obtenidos han sido generados en el extranjero, gracias al esfuerzo realizado por internacionalizar las empresas. ¿Qué sería de ellas si no lo hubieran realizado? Si toda la banca española gana menos de 10.000 millones y una buena mitad se genera en el extranjero, ¿cuál deberá ser el tipo necesario para obtener las cantidades previstas? Mejor ni pensarlo. Y en cuanto a las empresas no financieras, a quienes parte del Gobierno propone aumentar la carga impositiva (no solo a las energéticas), ¿ha leído algún ministro el informe del Banco de España en donde se asegura que no han recuperado el nivel de rentabilidad anterior a la pandemia?