Incapacidad política

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • El cerrado cruce de acusaciones y amenazas entre los partidos ocupa el espacio de los acuerdos y la colaboración justo cuando se avecina un horizonte ennegrecido

No hay manera. Tenemos una clase política incapaz de alcanzar acuerdos aun en las situaciones más extremas. Vivimos una época de enorme incertidumbre, con el horizonte ennegrecido. La vuelta del verano asusta al más templado. Pues ni así. Todo ello no ha sido suficiente para que nuestros políticos pacten un plan de actuación que aporte serenidad y algunas dosis de tranquilidad. Esta semana, el Gobierno ha presentado su plan de ahorro energético. Bueno, pues nos hemos pasado toda la semana con un cerrado cruce de acusaciones y amenazas que ocupan el espacio de los acuerdos y la colaboración.

Es cierto que, una vez más, el Gabinete de Pedro Sánchez no ha querido presentar sus planes al resto de partidos antes de adoptar decisiones que afectan a todos, lo que dificulta su aprobación posterior. La contumacia en el uso de contratos de adhesión no es la manera idónea de buscar acuerdos. También, otra vez más, ha actuado con exceso de precipitación, lo que daña la lógica de las medidas y puede causar lesiones competenciales en las autonomías. Pero igualmente irrita esa insistencia de la oposición -no solo del PP- en plantear una negativa absoluta y sin matices, en medio de una ausencia de alternativas.

Tanto el PSOE como UP llegaron al Gobierno cargados de ideas en materia energética, que los acontecimientos se han encargado de arruinar. El desbarajuste de los aprovisionamientos, agravado por las malas previsiones alemanas y las limitaciones de las infraestructuras, ha tensionado el mercado hasta límites insoportables y elevado los precios hasta alturas insufribles. Cuando era jefe de la oposición, Sánchez exigía la dimisión de Mariano Rajoy por culpa de unos precios que subían un 10%: «Usted es un presidente que nos sale muy caro». Claro que él culpaba al propio Rajoy y ahora se agacha y apela a Putin.

Hay que abordar los temas que realmente importan en estos momentos, aunque sean incómodos por impopulares y controvertidos

El Ejecutivo ha reñido con los agentes del sector, hacia quienes deriva muchas responsabilidades, olvidando que el mercado y la responsabilidad de su funcionamiento dependen de sus asfixiantes y omnipresentes decisiones normativas. Ha mantenido duros enfrentamientos con las instituciones comunitarias. Primero, para conseguir la ‘excepción ibérica’ para su plan estrella de topar el precio del gas en el sistema marginalista de fijación de los precios de la electricidad. Lo logró, pero en tres días subió su precio en un 25% y, desde entonces, subvencionamos la electricidad en Portugal y, en especial, en Francia, lo que le supone uno de los mayores ridículos posibles. Luego se opuso tajantemente a aplicar las restricciones al consumo decretadas por la UE y, tras otra pelea, consiguió rebajarlas hasta la mitad, arañando el principio de la solidaridad.

Y, a la hora de concretar las medidas que vamos implantar llegó la última chapuza. El Decreto 14/2022 sobre ‘sostenibilidad económica y eficiencia energética’ tiene 83 páginas, de las que la exposición de motivos ocupa treinta de ellas. Curiosamente, su objetivo principal, que son las medidas de ahorro energético, llenan solo dos. El resto es un cajón de sastre en el que caben ayudas a los autónomos, a las empresas en crisis, hay becas, subsidios, ayudas al transporte, corrección de errores anteriores, etc…

Ya el título es incorrecto, pues la eficiencia energética consiste en hacer lo mismo con una utilización menor de energía, mientras que el ahorro pretende consumir menos energía, así a lo bruto. Contiene un montón de imprecisiones y errores. Los escaparates tendrán que apagarse a las diez de la noche. Ya, pero ¿cuanto tiempo deberán apagarse? La norma no lo dice, de tal manera que alguien que los encendiera cinco minutos después de apagarlos no la incumpliría. Y resulta increíble que nadie en el Ministerio de la Transición Energética, ni ninguno de sus múltiples asesores, se diera cuenta de que los límites de las temperaturas permitidas colisionan con lo dispuesto en la regulación de salud en el trabajo.

Es lamentable, pero estas chapuzas no son lo importante. En vez de hablar de las corbatas, tendríamos que estar hablando de la ley que prohíbe explotar e incluso explorar yacimientos de gas. Si debemos consentir en la vuelta al consumo de carbón o si debemos revisar los planes de apagado de las centrales nucleares. Estos temas son incómodos para todos, por lo impopulares y controvertidos, pero son, exactamente, lo que importan en estos especiales momentos. Pues, lamentablemente, no hay acuerdo. Ni siquiera hay ganas de alcanzarlo.