IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
- No solo necesitamos atraer a personas, sino que sean capaces, eficientes y competentes
La demografía es el futuro. No recuerdo quién lo dijo así de rotundo. Pero si es cierto, el nuestro es complicado. Somos una sociedad vieja, con la segunda mayor proporción de mayores de 65 de toda Europa, y la tasa de crecimiento es asíntota al ridículo. El análisis realizado por Confebask es rotundo y altamente preocupante. Máxime cuando coincide con el de todos aquellos que han tratado el tema, incluido el propio Gobierno vasco. La secuencia es terrible. Euskadi es la comunidad en donde menos crece su población entre las cinco más prósperas. Y si la población crece poco, la población laboral decrece. Nada menos que 74.000 personas en los últimos 10 años. Eso es lo que vemos si miramos hacia atrás; pero si posamos la vista en el futuro, la cosa es aún peor. En la próxima década se jubilarán el 25% de las personas empleadas hoy. Habrá menos gente trabajando y tendrán que sostener a más personas jubiladas, con un coste creciente de pensiones, salud y dependencia.
Aquí son sumas y restas. Y como las restas -una fuerza laboral menor- nos vienen dadas por la tendencia, hay que centrarse en las sumas. Las empresas nos aseguran que van a poner al servicio de la sociedad los puestos de trabajo suficientes, así que necesitamos asegurar que habrá personas para ocuparlos y que tendrán la suficiente preparación para enfrentarse a las necesidades crecientes de la competencia futura. Es decir, no solo necesitamos atraer a personas, necesitamos atraer a personas capaces, eficientes y competentes en las nuevas necesidades sociales.
Pedir y conseguir ayuda externa es el reto del presente en el que nos jugamos el futuro
Como no parece nada evidente que la tasa de natalidad vaya a estar a la altura, por muchas ayudas que se den y por mucho que mejore la conciliación, nos veremos obligados a recurrir a la emigración. Aquí, junto al problema de la cantidad -cómo traemos a tan gente-, nos enfrentamos al dilema de la calidad. ¿Abrimos las puertas a quien quiera venir con independencia de su nivel de formación y de sus antecedentes sociales y laborales o seleccionamos candidatos? La solidaridad con el mundo nos lleva a la primera alternativa; la necesidad con nuestro futuro nos obliga a incorporar la segunda a la ecuación.
De momento, creo que el saldo migratorio cualificado nos es desfavorable. Es decir, se marchan más jóvenes cualificados de los que nos llegan. Invertir esa tendencia es un requisito obligado para garantizar que el sistema económico va a ser capaz de generar los recursos suficientes para sostener nuestro costoso sistema de bienestar. No tenemos en Euskadi los brazos suficientes para acometer la tarea. Tendremos que pedir ayuda externa. Pedirla y conseguirla, con la cualificación necesaria es, sin duda, el gran reto del presente en el que nos jugamos el futuro.