- La ‘mano de Irulegui’ tiene cuatro líneas de símbolos de clara ascendencia ibérica, pero sólo han conseguido descifrar la primera, con un parecido remoto al euskera.
El problema es que la realidad y la ciencia que la desentraña son mucho más complejas y diversas.
Porque la ‘mano de Irulegui’ presenta cuatro líneas de símbolos gráficos de clara ascendencia ibérica, pero sólo han conseguido descifrar la primera, donde parece poner algo parecido a zorioneko, que en euskera actual significa de buena suerte o afortunado.
Pero los dos términos que lo componen, zori (pronunciado sori) y ona, están íntimamente relacionados por etimología con el latín.
De las otras tres líneas no han podido deducir nada en el año largo que ha pasado desde la extracción de la pieza hasta la presentación a los medios.
Es lo mismo que ocurre con la antigua lengua ibérica, muchos de cuyos términos parecen euskera, aunque los especialistas han concluido que no lo son. A Joaquín Gorrochategui, catedrático de Lingüística Indoeuropea de la UPV, le preguntaron en la presentación del hallazgo: «¿Es vasco la inscripción de la mano de Irulegui?».
Y contestó: «No puedo responder a esa pregunta».
[Hallada una mano de bronce con la inscripción más antigua en lengua vasca que se conoce]
Pero esa escasez de resultados no les ha arredrado lo más mínimo y han salido exultantes desde los ámbitos nacionalistas para proclamar la antigüedad del euskera y, con ella, del pueblo vasco. Aunque luego, si intentamos concretar qué entienden por «pueblo vasco», la cosa empieza a complicarse.
En el resto de España se nota un cansancio evidente ante estos episodios de ensalzamiento del euskera. No debería ser así, puesto que una lengua está para ser hablada, para ejercer como elemento de comunicación. Sin embargo, el euskera es, más que elemento de comunicación, elemento simbólico de reivindicaciones políticas.
¿Dónde se ha visto que un Gobierno autonómico salga, encabezado por su presidenta, como hizo María Chivite el otro día desde Navarra, para anunciar el hallazgo? Por lo menos el lehendakari se ahorró esa desmesura.
«Hubo hasta quien denunció que en el municipio donde se encontró la pieza el euskera todavía no es oficial, por ser zona mixta dentro de la partición de Navarra en zonas lingüísticas»
Salió en su lugar el consejero de Cultura, Bingen Zupiría, resaltando lo que aporta la pieza «para la historia y la convivencia».
Para la historia se entiende. Pero lo de la convivencia no sé a qué venía. Al menos no tiró la casa por la ventana como la presidenta de Navarra.
Y en los medios nacionalistas, qué vamos a decir. Hubo hasta quien denunció que en el municipio donde se encontró la pieza el euskera todavía no es oficial, por ser zona mixta dentro de la partición de Navarra en zonas lingüísticas. Por esa regla de tres, cada vez que encontremos un topónimo con raíz eusquérica en Huesca, La Rioja o hasta Soria, que los hay, ¿qué hacemos? ¿Declarar el euskera lengua oficial de ese municipio?
A mí la verdad es que esto me recuerda la historia del vasco-iberismo, que fue, durante el siglo XIX y bien entrado el XX, la teoría que explicaba al euskera como último resto de las lenguas íberas.
Aquella teoría se desterró en los años 50 del siglo pasado, para gozo del PNV, que veía así convertido el euskera en una suerte de lengua-isla, sin conexiones conocidas.
En 2015 salió otra noticia que vendría a corroborar eso de que los vascos serían los últimos íberos. Con quien más parecido tiene, entre las poblaciones actuales de la Península Ibérica, el ADN de los restos humanos de ocho individuos enterrados entre hace 5.000 y 3.500 años en la cueva de El Portalón, en el complejo arqueológico de Atapuerca (Burgos), es con los vascos.
Los investigadores dedujeron que dichos restos corresponderían a «los primeros grupos de granjeros de Iberia», por lo que Juan Luis Arsuaga, uno de los directores de Atapuerca, aprovechó entonces para afirmar que esos agricultores y ganaderos instalados en la Península Ibérica y procedentes del Oriente Medio, que es donde se inició la agricultura, habrían podido traer consigo la lengua antecesora del euskera actual, puesto que «parece difícil que los indígenas asumieran los adelantos y la cultura de los agricultores y ganaderos y, sin embargo, les impusieran su lengua».
«¿Llegar el euskera desde fuera del País Vasco? Qué ocurrencia, cuando los que hacían fuego en las cuevas de Santimamiñe ya lo hablaban»
Por su parte, la teoría ahora en pleno desarrollo, conocida como «vasconización tardía», no se va a ver afectada en ningún sentido por el hallazgo.
Los que la sostienen afirman que esas manifestaciones ibérico-vascónicas desaparecieron con la presencia romana, como el resto de lenguas de la zona, y que no sería hasta el final del Imperio romano, hacia el siglo VI, cuando entraría desde el norte, desde la Aquitania francesa, el antecedente del vasco actual, por Navarra y luego Álava, para expandirse al final por Vizcaya y Guipúzcoa.
Pero este tipo de estudios y conclusiones no interesan nada a los nacionalistas. ¿Vincular el origen de los vascos con el del resto de los españoles? Qué cosa más vulgar, por favor.
¿Llegar el euskera desde fuera del País Vasco? Qué ocurrencia, cuando los que hacían fuego en las cuevas de Santimamiñe ya lo hablaban.
Los más exultantes con la ‘mano de Irulegui’ piensan que el hecho de que haya aparecido esa pieza de hace 2.100 años corrobora la antigüedad del euskera y su continuidad en el tiempo hasta hoy, desconectado de todo lo demás y, por supuesto, más antiguo que todo lo que le rodea.
La singularidad de la lengua es para ellos prueba irrefutable de la singularidad de lo vasco. Y de la singularidad de lo vasco se deduce la necesidad de un nacionalismo que la respalde.
Pero esto, que parece tan natural, no ocurre por ejemplo en Francia, donde el euskera no es oficial y no tiene ningún partido nacionalista que lo reivindique.
«Manuel Romero Pardo consiguió la alcaldía de Aranguren por primera vez en 1995, por lo que lleva siete legislaturas seguidas como alcalde»
Y, sin embargo, desde el nacionalismo no se ataca de manera furibunda a los franceses y a su país. Siempre se les ha considerado mucho mejor que a los españoles, y eso que en España es donde el nacionalismo encuentra su verdadera fuente de aprovisionamiento y de medro político, social y económico.
[Opinión: Los vascos son los verdaderos maketos del País Vasco]
La llamada ‘mano de Irulegui’ se llama así porque ha salido de una excavación emprendida por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en el paraje del mismo nombre sito en el Valle de Aranguren, que es un municipio de algo más de 11.000 habitantes, de la parte central de Navarra, al norte de Pamplona. La financiación de esta excavación corresponde al gobierno de Navarra y al municipio del Valle de Aranguren.
Y sobre este último habría que decir algo de su alcalde. Se llama Manuel Romero Pardo, nacido en 1961 en Badajoz, y a quien su familia trajo con diez años para instalarse en Mutilva Alta, que en 2010 se fusionó con Mutilva Baja para conformar lo que hoy es Mutilva, el núcleo urbano más importante del Valle de Aranguren y que ejerce como su capital.
Manuel Romero Pardo consiguió la alcaldía de Aranguren por primera vez en 1995, por lo que lleva siete legislaturas seguidas como alcalde. En total va para 28 años. Caso único en Navarra y probablemente en toda España.
Consiguió la alcaldía al frente de una Candidatura Popular del Valle de Aranguren, al margen de los partidos políticos, y hoy gobierna con once concejales sobre un total de 17. En una entrevista reciente, Manuel Romero Pardo declaraba que: «Lo importante no es la ideología, sino lo que aporta cada uno. Y eso es muy valorado».
Tengo verdadero interés por saber si se presenta a las próximas municipales y ver qué tal le va. Y es que a mí me parece que el caso de Manuel Romero Pardo merecería la misma atención, al menos, por su trascendencia y significado político, social y cultural, que la llamada ‘mano de Irulegui’.
*** Pedro Chacón es Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV-EHU. Su último libro es ‘Sabino Arana: padre del supremacismo vasco’ (La Tribuna del País Vasco).