- Sánchez, Bolaños y Sicilia, amenazan acerca de lo que puede pasar esta semana.
“Las consecuencias de adoptar lo que plantea el PP serían muy graves”, “Feijóo lleva al límite las instituciones e intenta controlar la democracia por la puerta de atrás”, “Mientras el PSOE redactaba la Constitución, la derecha estaba a otra cosa”, “Hace 41 años el PP quiso parar la democracia con tricornios, hoy con togas”, “Largo Caballero actuó como queremos hoy actuar nosotros”. Son frases dichas estos últimos días por Sánchez, Bolaños o por Sicilia. No se puede desbarrar más ni decir mayores majaderías. Esta es la prueba del nerviosismo reinante en el gobierno, nerviosismo aumentado por las ultimísimas encuestas que dan a PP y VOX una más que amplía mayoría y castigan al partido sanchista y a sus socios podemitas a un duro descenso.
Sabe el gobierno que de lo que dicte el Pleno Extraordinario del Tribunal Constitucional, a saber, si paraliza la tramitación de esas leyes que se cargan el Código Penal y al sistema de elección de jueces en el CGPJ y el TC, se puede desprender el inicio de su ruina política. Y, sin que sirva de precedente, tienen razón al decir que las consecuencias podrían ser muy graves. Porque si, coaccionados por los elementos progresistas que ya dilataron el pronunciamiento esta semana pasada, se inhibieran o aceptaran dejar que se rompa la Constitución, el sistema de convivencia pacífica emanado del gran acuerdo de 1978 podría darse por muerto y enterrado. Una vez asumido que no existe el delito de sedición, que la malversación, siempre que el dinero de todos se lo des a otro, está permitida o que los jueces de los altos organismos puede elegirlos el gobierno sin necesidad de pactarlo con nadie, el siguiente paso sería transformar nuestra norma de convivencia en un instrumento para convocar referéndums separatistas en Cataluña, vascongadas, Galicia o en cualquier otro punto de la geografía española. La república confederal. Después tocaría otro referéndum acerca de la forma de estado. Monarquía o República, pero no como la francesa o la alemana, no, una república popular, como Venezuela, como Cuba, como aquella de los años treinta que cuenta en su triste haber con miles de asesinados por violencia política, una caída del PIB espectacular, varios estados de guerra, de alarma o de prevención, una censura brutal y directores de medios de derechas encarcelados, miles de huelgas, la quema de conventos y edificios religiosos. Ah, y con Largo Caballero, ese individuo que tanto admira Sánchez, espetando lindezas como “si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución, tendremos que conquistarlo de otra manera”, “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”, “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad” o la más ominosa y actual “Si los socialistas son derrotados en las urnas irán a la violencia, antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos”.
Efectivamente, las consecuencias de dejar a esta gente campar a sus anchas pueden ser gravísimas. Que Dios ilumine a sus Señorías.