Urkullu anuncia que Patxi López no puede ser lehendakari, con el apoyo del Partido Popular, y querer acuerdos políticos posteriores con el PNV. Una lógica incontestable. Soplar y sorber. Pero no repara en el factor Ibarretxe, sus planes y Lizarra. He aquí el problema. Parece que Urkullu y su partido van a tener tiempo en la oposición para incorporar este factor a sus análisis.
Las palabras del presidente del PNV, Iñigo Urkullu, traslucen la sensación de la derrota a través de unos resultados electorales muy notables. El partido-guía de los vascos (y de las vascas, claro) ha sido en las elecciones del pasado 1 de marzo la fuerza política más votada y mejoró sus resultados del año 2005, al tiempo que laminaba a Eusko Alkartasuna (EA) hasta dejarla reducida a anécdota 22 años después de la escisión que dio lugar a su nacimiento. Era una constante histórica: la expresión de las dos almas del nacionalismo daba lugar a una ruptura que tiempo después se zanjaba con la vuelta de los díscolos a la casa del padre.
La entrevista que hoy publica Esther Esteban en este periódico retrata a Urkullu como lo que es: un hombre con bastante sentido común, aunque la sensatez de alguno de sus juicios quede lastrada por el subjetivismo. Su anuncio de que el socialista Patxi López no puede ser el próximo lehendakari del País Vasco, con el apoyo del Partido Popular, y querer acuerdos políticos posteriores con el Partido Nacionalista Vasco es de una lógica incontestable. Soplar y sorber.
Seguramente que el PP pensará lo mismo, salvo que tenga la autoestima bajo mínimos. Recuerda, no sin acritud, que Patxi López prometió evitar la compañía del PP: «No es ético haber tomado el pelo a sus electores. Los socialistas los han engañado de manera descarada y sin escrúpulos». Lástima que no pueda proponerse como ejemplo: ¿qué decir del partido que ahora plantea elevar el listón ético en la política antiterrorista? ¿Y dice usted que Juan José Ibarretxe va a subir como lehendakari el nivel que tan bajo ha mantenido durante sus años de Gobierno en el País Vasco?
Ibarretxe es el único factor en que Iñigo Urkullu no repara. No le vendría mal hacer memoria sobre la época en la que su partido era el centro absoluto de la política vasca. En los últimos tiempos de José Antonio Ardanza como lehendakari, el PNV mantuvo acuerdos con todo el espectro político vasco: gobernó con los socialistas en Lakua, mientras apoyaba al PP en el Congreso de los Diputados; cuando el Partido de los Socialistas de Euskadi (PSE) rompió el acuerdo, lo cambió por Eusko Alkartasuna (EA) pero siguió junto al socialista Odón Elorza en el Ayuntamiento de San Sebastián; se entendía con Herri Batasuna en varios ayuntamientos, con el Partido Popular en el de Bilbao y con Unidad Alavesa (UA) en el de Vitoria. No hay quien dé más.
Ardanza puso la bandera española en Ajuria Enea -la sede de la Presidencia del Gobierno vasco, en Vitoria- y ahora el candidato socialista se retrata sólo con la ikurriña. O tempora!, o mores! [¡Oh tiempos, oh costumbres!] El encorajinado Xabier Arzalluz, que ahora se queja de «la chulería de los socialistas» y tacha de «farsa» la suma del PSE y el PP, explicaba así en el diario Deia la versatilidad de su partido a mediados de los años 80: «No tenemos reparos en ir con la izquierda o con la derecha. Así fue la generación anterior y así somos la actual, salvo algunos acomplejados, generalmente los de cartera más gruesa, que van de progres por la vida. Aguirre, Leizaola y su generación comenzaron la República aliados con la derecha tradicionalista-fuerista-integrista-carlista», añadió. «Y la terminaron encabezando un gobierno de concentración con socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos, luchando con quienes venían con cruz y escapularios y con la bendición de los obispos».
Ibarretxe, sus planes y Lizarra, he aquí el problema. Tal como van las cosas, parece que Urkullu y su partido van a tener tiempo en la oposición para incorporar este factor a sus análisis.
Santiago González, EL MUNDO, 9/3/2009