Del negro al gris

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Las perspectivas de una posible recesión se alejan en EE UU y disminuyen en Europa

La situación económica emite sensaciones mejores o al menos menos malas que las emitidas el pasado año, cuando todo lo veíamos negro. El problema de la energía, que se encuentra detrás de muchas de nuestras penurias, ha mejorado sensiblemente por la acción conjunta de varias causas. En primer lugar, porque la propia reducción severa de la actividad presiona y disminuye el consumo. En segundo, porque los esfuerzos por mejorar el estado de las reservas europeas han dado fruto, ayudados por una primera parte del invierno más benigna de lo habitual. Resulta un tanto irónico eso de que hayan sido, precisamente, los supuestos efectos negativos del cambio climático quienes hayan ayudado a la reducción del consumo de combustibles fósiles y de las emisiones contaminantes que provocan. Hay menos demanda de gas, salvo en España, donde gracias a otro efecto paradójico, el tope a los precios del gas previsto para reducir el impacto de su consumo, lo haya logrado y a la vez haya inducido un aumento del consumo al haberse abaratado, con su corolario de unas mayores emisiones a la atmósfera. Y hoy hay más diversificación de fuentes de suministro y más reservas, así que la situación se ha aliviado y los precios se han reducido. Por si fuera poco, una vez superadas sus obligaciones de mantenimiento, las centrales nucleares francesas van recuperando su rendimiento habitual y las lluvias y los vientos han sustentado una apreciable generación en las renovables.

Gracias a todo ello, los precios de la energía aflojan y distienden los generales. El IPC continúa en alturas elevadas -en Europa supera en cuatro veces el objetivo del Banco Central y en España en tres-, pero ha bajado desde sus máximos. Además de bajar, la inflación ha ‘mutado’ y hoy la subyacente supera a la total. Es decir, otra paradoja, los precios de la energía, máximos culpables de las subidas, se han convertido ahora -gracias al efecto base de la comparación-, en un factor de estabilidad. Si la inflación continúa reduciéndose, los bancos centrales aflojarán la presión con la que empujan a los tipos de interés y, de ser así, podremos ver tipos menores a finales de año, con los beneficios que eso supone para el necesario consumo y la imprescindible inversión. Todavía nos quedan algunos indicadores favorables más, como las cadenas de suministro que se normalizan y los fletes que retornan a precios razonables.

Con todo ello, las negras perspectivas de una posible recesión se alejan en EE UU y disminuyen en Europa, muy dependiente de lo que suceda allí. En EE UU y en China, de donde nos llegan pocos datos sobre la evolución de la pandemia y los que nos llegan no se los cree nadie. Su evolución es muy relevante, pues no es lo mismo que los ciudadanos chinos recuperen la movilidad interna y las empresas la actividad externa a que se cierre el país, si la transmisión del virus se convierte en insoportable, dejen de comprar y abandonen las exportaciones. De momento no se explica muy bien que una situación que ha evolucionado mal en un entorno de severas restricciones a los movimientos vaya a mejorar con su eliminación. ¿No nos habían contado que moverse y relacionarse facilitaba la expansión de la enfermedad?

En conclusión, lo que se veía negro hace unos meses se ve gris desde hace unas semanas. No llegamos todavía al blanco, pero son noticias que alivian. Si le he convencido un poco y le he mejorado el ánimo, no mire la evolución del déficit y la deuda, que se le puede atragantar el desayuno…