Tonia Etxarri-El Correo
Tienen razones suficientes para avergonzarse del espectáculo que llegaron a dar la pasada semana, pero los dos socios del Gobierno se culpan mutuamente de los desencuentros y nadie está dispuesto a soltar amarras a menos de cien días de las elecciones del 28 de mayo. El Gobierno de coalición ha degenerado en el Gobierno de choque desde que la Ley de Igualdad (vaya paradoja para dos partidos que se definen como feministas) les haya situado en los lados enfrentados de la trinchera. A los dos socios les interesa que los daños no sean tan irreparables como para no poder seguir juntos después de las elecciones. Sus aliados les recuerdan que la alternativa de gobierno sería peor. Para ellos, claro. La propia Itxaso Atutxa, desde el PNV, advertía en EL CORREO que si llega a gobernar el PP (con Vox) «no traería estabilidad ni en Euskadi ni en el Estado». Independientemente de lo que se entienda por estabilidad (no es ésa la imagen que está proyectando ahora el Gobierno de los líos de La Moncloa) no está previsto que rompan por la cuenta que les trae. Sánchez les podrá hacer luz de gas, pero no irá a más aunque no pocos dirigentes socialistas aplaudirían en privado que aprovechase la crisis que debe hacer para dar salida a sus dos ministras candidatas (Carolina Darias y Reyes Maroto) para quitarse de en medio a las excéntricas de Podemos. Pero eso no ocurrirá. En primer lugar, porque Sánchez no tiene potestad sobre el destino de las ministras de Pablo Iglesias y, en segundo lugar, porque dejaría en una posición incómoda a Yolanda Díaz, que todavía vive sin vivir en ella buscando su propio espacio después de que votara junto a Podemos en contra de la tramitación de la reforma del PSOE a la ley del ‘sólo sí es sí’.
Sánchez ha dado la orden de bajar el diapasón del enfrentamiento con Podemos, aunque de esta confrontación él salga mejor parado al resituarse más centrado que sus socias de Gobierno. Pero las ministras Belarra y Montero, más debilitadas después de su enrocamiento con el fiasco de sus leyes, seguirán escenificando el enfrentamiento con el PSOE hasta que vayamos a las urnas.
La pregunta del millón es cómo se puede seguir gobernando con este clima de desencuentros. Cómo van a aguantar hasta mayo. ¿Y hasta diciembre? Negando los escándalos que les van estallando, como hace Patxi López con el caso del ‘Tito Berni’ («no hay caso») no parece un buen método. Sobre todo porque esta actitud de opacidad choca con la ostentación de transparencia que suele hacer el discurso sanchista oficial. ¿Les puede funcionar la campaña contra Feijóo? Es una salida a la desesperada pero no cuela para movilizar el voto mientras las ministras antiOTAN sigan socavando la imagen de estabilidad y solvencia gubernamental con sus chapuzas jurídicas y procurando atraerse a ERC y Bildu a su alineación.
Sólo queda la huida hacia adelante, ignorando las polémicas y hablando de economía y de pensiones. En eso está el presidente, diciendo que lo que está haciendo es «tan importante» que necesita gobernar otros cuatro años. O más. Total… Feijóo espera su turno. Pero sabe que no puede contentarse con leer las encuestas o hacer de cronista de las mentiras del Gobierno. O limitarse a destacar que Bruselas cortocircuita sus planes intervencionistas. Hoy, con la dirección de su partido, sacará músculo. Pero recomendará prudencia. La debilidad del PSOE le puede enviar mensajes equivocados si no se asegura apoyos para la próxima legislatura. Y no me estoy refiriendo a Vox.