- Concebir la disuasión y la inversión en Defensa como un gasto innecesario es irresponsable. Dar la paz por garantizada sería cometer el mismo error que Ucrania.
Entre los insultos habituales que uno recibe (no sin cierta alegría) hay uno que reza así: «Estando como está la Sanidad o la Educación, dedicar más presupuesto a Defensa es de retrasados».
Esto me ha hecho recordar una pregunta que me han formulado reciente. ¿Por qué Ucrania no estaba preparada cuando se produjo la invasión? ¿Por qué su gasto en Defensa fue del 1% entre 1990 y 2014 y de sólo el 2,2% entre 2014 y 2022?
Ambas cuestiones tienen una misma respuesta: sesgos.
Ucrania, esto es así, pudo haber invertido mucho más en Defensa. De hecho, sólo este año ha tenido que dedicar casi el 50% de su PIB a la guerra. O lo que es lo mismo: en un solo año ha gastado la misma cantidad de dinero que había invertido en total desde la disolución de la Unión Soviética, en 1989.
Naturalmente, de haber previsto este conflicto, Ucrania habría gastado mucho más. Probablemente el 5% o hasta el 10% de su PIB anual con un solo objetivo: disuadir a Rusia de iniciar la guerra o, como mínimo, forzar al Kremlin a adoptar una estrategia gradualista y menos agresiva que comportara menos sufrimientos a los ucranianos.
Pero ya es tarde. La disuasión falló, el Ministerio de Defensa de Ucrania, el Gobierno de Ucrania y la sociedad en su conjunto fallaron y hoy el precio es el hundimiento del PIB, la muerte de decenas de miles de compatriotas, millones de desplazados internos y de refugiados, ciudades reducidas a ruinas humeantes, matanzas.
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España también tiene vecinos complicados. Marruecos reclama Ceuta, Melilla y las islas Canarias. Como dijo el ex primer ministro marroquí Al Otmani, «llegado el momento se abrirá el asunto de Ceuta y Melilla».
Entre 2014 y 2022 casi nadie prestó atención a las palabras de Vladímir Putin. Hoy, sus intenciones parecen retrospectivamente obvias. Con Marruecos sucede algo parecido.
Tendemos a pensar que, dado que España es una sociedad pacífica encastillada en su atalaya peninsular, no podemos ser víctimas de una guerra. Creemos que el conflicto es cosa del pasado y que a nosotros no nos va a suceder. Pero lo gracioso del asunto es que Marruecos es un país más pobre, rudimentario y atrasado que la Federación Rusa: apenas 3.700 dólares de PIB per cápita anual frente a los 12.300 rusos.
Si una sociedad cristiana, con baja natalidad y un PIB que triplica al de Marruecos puede mandar a sus hijos a morir tras un reclutamiento masivo, ¿qué es exactamente lo que hace que los españoles nos sintamos tan seguros de que Marruecos jamás se atreverá?
«La paradoja de la disuasión es que cuanta más existe y más larga es la paz, más cala la sensación de que las Fuerzas Armadas son poco útiles»
En última instancia, las guerras son una constante histórica que sólo hemos logrado aplacar en los últimos 70 años gracias al uso de la disuasión. Es decir, de la prevención. Una disuasión que sigue funcionando de la misma forma que la vacuna contra las paperas nos hace olvidar que sin la vacuna, las enfermedades regresan.
Y no por ello vamos a dejar de vacunarnos.
La paradoja de la disuasión es que cuanta más existe y más larga es la paz, más cala la sensación de que las Fuerzas Armadas son poco útiles. Más cala la idea de se debe gastar menos en ellas dado que existen necesidades sociales más urgentes.
Sin embargo, la realidad es la contraria. Si tienes que gastar movido por la necesidad de vencer o combatir en una guerra inminente es que las cosas no han funcionado. Y entonces es la ciudadanía la que paga el desastre. A veces, con su propia sangre.
«Las consecuencias económicas de un conflicto (o de la amenaza de este) pueden ser desproporcionadas en términos económicos, políticos y humanos»
Por eso se debe gastar en vacunas, para combatir el menor número de pandemias posibles. Y por eso se debe gastar en disuasión, para evitar la guerra.
Por último, hay que recordar los costes del conflicto (que ni siquiera necesita transformarse en una guerra convencional para ser dañino). España tiene una enorme población marroquí o de origen marroquí con ingresos bajos, riesgo siempre presente de radicalización, unas relaciones económicas bilaterales formidables y un reto migratorio común. Las consecuencias económicas del conflicto (o de la amenaza de este) pueden ser desproporcionadas en términos económicos, políticos y humanos.
Ahora bien, si los efectos directos de un enfrentamiento con Marruecos son obvios (economía, migración, choques sociales), los indirectos son impredecibles.
Pongamos un ejemplo.
Cuando la CIA armó a los muyahidines afganos contra la URSS, no pudo haber previsto que alentaría un movimiento yihadista global que desestabilizaría Asia Central, el Cáucaso y Oriente Próximo. Un movimiento yihadista que desembocaría en Al Qaeda, el Dáesh y la destrucción de varios países con cientos de miles de muertos.
¿Qué posición adoptarían los países árabes ante un conflicto entre Marruecos y España? ¿Qué explosiones sociales podría provocar en nuestro país? Igual que el desastre de Cuba en 1898 fue el germen del separatismo catalán moderno, ¿qué efectos tendría para la unidad de España un descalabro ante Marruecos? ¿Qué presión fiscal comportaría la necesidad de invertir repentinamente en Defensa?
Existen demasiadas incógnitas y riesgos como para tomarnos el asunto de la disuasión y la inversión en Defensa como una opción de «retrasados». Dar la paz por garantizada sería cometer el mismo error que cometió Ucrania.
*** Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.