Cristian Campos-El Español

Lo ha dicho Fernando Garea en Twitter. En la sala de prensa del Congreso han comparecido hoy jueves los tres protagonistas de la moción de censura de Vox a Pedro SánchezSantiago AbascalRamón Tamames y el ego de Tamames, al que ha habido que ponerle un sillón Chester de tres plazas ante la evidencia de que una sencilla silla no iba a ser suficiente para acomodar tan pantagruélico corpachón.

A la vista de los acontecimientos, es fácil adivinar por qué Tamames aceptó la propuesta de Fernando Sánchez Dragó de encabezar la moción de censura de Vox.

Resulta más difícil adivinar por qué escogió Vox a Tamames, más allá de esa supuesta voluntad de transversalidad que no se ha creído nadie y menos que nadie los propios votantes de Vox. ¿Transversalidad en un partido cuyo eslogan oficioso es «sólo queda Vox»?

El despropósito ha sido tal, filtración incluida del texto del discurso a un periódico de la esfera de Podemos (un servidor apostaría que obra del propio Tamames por amigo interpuesto), que uno se pregunta por qué Vox no retira la moción de inmediato.

Aunque la respuesta es obvia: porque el partido de Abascal ha superado el punto de no retorno y el daño reputacional ya está hecho.

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Dice Tamames que el texto que se ha filtrado a la prensa es una versión «anticuada» del que leerá el próximo martes. Anticuada, desde luego, lo es.

Tamames dedica los tres primeros capítulos de los 31 de su moción a él mismo. A su visión de España, a sus «saberes», a su «experiencia» (estoy citando expresiones literales) y a su voluntad de rendir «un último tributo a su país».

Tamames recuerda luego su pasado como «agente subversivo» contra el régimen franquista y sus «contribuciones» a la defensa de la Transición, repasa su curriculum vitae durante unos párrafos que harán la delicia de los diputados con insomnio y cita incluso las supuestas críticas que se le han hecho desde algunos medios:

«Cumpliendo 90 años en 2023, el profesor Tamames acomete su última osadía: llevar un mensaje a los representantes de la soberanía nacional y enaltecerse él mismo, con los propósitos de mayores adhesiones personales y elogios profesionales».

No soy capaz de encontrar en Google un texto siquiera remotamente similar al citado por Tamames, de lo que deduzco que este es una recreación más o menos aventurada del propio profesor. Pero la definición es, desde luego, impecable: «Enaltecerse él mismo, con los propósitos de mayores adhesiones personales y elogios profesionales».

Pero es el «acomete su última osadía» el que le delata. Porque ningún detractor verdadero diría algo tan elogioso, y con un lenguaje tan vetusto, de aquel al que está intentando defenestrar.

Que Tamames dedique parte de su discurso a refutar los ataques de la prensa, sean estos imaginarios o no, dice mucho, en fin, de la intención con la que acomete la moción. Intención que se confirma al final del texto, cuando Tamames afirma que «el acto de hoy es para mí como una de las últimas secuencias del guion de mi vida».

O sea, que Tamames ha escrito el epílogo de su autobiografía y, de paso, pero sólo de paso, ha censurado a Pedro Sánchez utilizando al primero que pasaba por allí. Que en este caso ha resultado ser Vox. Como decía Rafa Latorre en La Brújula hace sólo unos días, la duda no es ya qué votará el PP, sino qué votará Vox a su propia moción de censura.

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El contenido político del discurso de Tamames incluye nostalgias personales (reivindica los desaparecidos ICONA e Insalud, disueltos en 1995 y 2022 respectivamente). También, reivindicaciones de una memoria histórica que parece más bien memoria personal (y no demasiado buena: los errores abundan). Incluso pide la devolución de Gibraltar: «No se concibe cómo en el año 2023 del siglo XXI puede mantenerse el anacronismo de una colonia como Gibraltar».

Basta tener en mente que cuando Tamames habla de sus andanzas «durante el siglo pasado» está hablando de 1956, no de 1998. Es decir, de Juanito Valderrama y Lolita Sevilla.

Pero, sobre todo, llaman la atención algunos detalles en los que un viejo comunista como él no habrá tenido problemas para coincidir con esa extrema derecha que ve a Vladímir Putin con mejores ojos que el demócrata medio: «Es difícil entender cómo se envía un ingente armamento de guerra a Ucrania sin haberlo discutido en este hemiciclo, que se supone es sede de la soberanía nacional».

Este último será, con total seguridad, el único punto que se verán tentados de aplaudir los grupos parlamentarios que apoyan a Sánchez en el Congreso. Y a la cabeza de ellos, Podemos. Pero resulta chocante que Tamames quiera escribir la última secuencia de su vida con fragmentos prestados de la propaganda anti-OTAN y anti-Ucrania del Kremlin.

«España se asemeja a una autocracia absorbente» dice Tamames en un texto en el que también acusa al presidente de intentar controlar el Poder Judicial, de la inseguridad jurídica que sufren las empresas, del abuso de los decretos leyes, de un Ministerio de Trabajo que es «sindicato y patronal» al mismo tiempo, de la «sobrerrepresentación» de los nacionalistas, de la natalidad, de la quiebra de las pensiones, de Marruecos, de los okupas, de los problemas de la vivienda, de la ley del ‘sí es sí’ y del declive del sector industrial.

En todo ello, lo que no son obviedades son banalidades.

En ninguno de esos casos menciona Tamames una sola idea remotamente original. Ni siquiera la propuesta de la semana laboral de cuatro días es suya, sino de Más País, que la ha copiado a su vez de algunos economistas socialdemócratas anglosajones.

Filtrado el discurso y conocido el resultado de la votación, cabe preguntarse qué sentido tiene la moción de la semana que viene. Especialmente a la vista de un discurso que apenas sobrevuela los problemas reales de la España de 2023 y que propone para solucionarlos una vuelta al pasado idealizado por un anciano que, efectivamente, busca «enaltecerse él mismo, con los propósitos de mayores adhesiones personales y elogios profesionales».

Pedro Sánchez saldrá en pie, y quizá hasta reforzado, de la moción de censura de la próxima semana. Lo de Santiago Abascal está por ver. Ningún político que aspire seriamente a presidir algún día el gobierno de su país permitiría que un Tamames, por muy vinum optimum rare signatum que sea, le monte un circo que le haga quedar como un líder naif, torpe y atolondrado a merced de un Narciso de 90 años.