Para el día de la madre

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • El mestizaje es la prueba viviente y fértil del legado español, es la forma habitual de ser hispano: provenir de la mezcla

Muchos la han vilipendiado. Aún lo hacen cuando colocan el artículo ‘la’ delante de su nombre. Reivindiquémosla el domingo, día de la madre. Habrá que sacudirse la propaganda, el mal llamado indigenismo, el nacionalismo de origen criollo para admitir hasta qué punto doña Marina, o Malinche, liberada y bautizada por los españoles, simboliza la maternidad de los mestizos y, dada su proporción numérica, la de los minoritarios hispanos de España, nosotros. Ningún otro pueblo europeo se expandió mezclándose con los nativos, compartiendo estatus con los indígenas (tan español como un castellano era quien vivía en Nueva España), promulgando desde el principio leyes humanitarias como las de Burgos (1512) y sembrando América (nombre del que se han apropiado los EE.UU.) de escuelas, iglesias, hospitales, universidades, imprentas. O confeccionando diccionarios de las lenguas nativas. El español sólo sería lengua oficial tras los procesos de emancipación.

¿Con quién se mezclaron los ingleses? ¿Qué fue de los pueblos que pasaron de la protección española al dominio estadounidense? Hasta lo de arrancar cabelleras es una historia tergiversada: fueron los ingleses, franceses y holandeses quienes pagaban por cada escalpelamiento; sus víctimas sólo los imitaron. Una persistente leyenda negra sigue atribuyendo a España atrocidades y genocidios que en realidad caracterizan a otras potencias europeas. El mestizaje es la prueba viviente y fértil del legado español, es la forma habitual de ser hispano: provenir de la mezcla. Mezcla que mantiene vivas y ricas la lengua española y la religión católica.

Una historia falsificada muestra como opresores crudelísimos a quienes de hecho liberaron a los nativos del actual México de la pequeña y poderosa minoría que los explotaba y asesinaba: los aztecas (o mexicas, si prefieren). En el territorio bajo su control sacrificaban a unas cien mil personas al año. Entre veinte y treinta mil en Tenochtitlan. Algunas de sus divinidades exigían la sangre de niños en los meses de sequía. A estos sacrificios humanos, y a la antropofagia, pusieron fin los españoles gracias a su alianza con pueblos indígenas sojuzgados.

El indigenismo, extraño movimiento iniciado por descendientes de quienes no se han mezclado (como el presidente de México AMLO, que insiste en que España pida perdón) está en un aprieto desde el descubrimiento en 2015 de la torre de las calaveras junto al lugar donde se alzaba el templo mayor. El hallazgo confirmó, para su disgusto, las descripciones de los acompañantes de Hernán Cortés. Los ‘amlos’ mantenían que lo escrito era leyenda.

La mezcla, el mestizaje, es nuestro sello, el de la España andariega y el de México, entre otras naciones americanas. Por eso, como comunidad cultural, deberíamos dedicar el día de la madre a Malinche, que concibió con Hernán Cortés a Martín, primer mestizo del que tenemos noticia.