IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Sánchez acabará mediando para recomponer la unidad de la extrema izquierda. Se juega sus opciones de supervivencia

Cuando acaben las elecciones de mayo, sea cual sea su resultado, Sánchez se pondrá a los mandos de una operación para recomponer la unidad del espacio político de extrema izquierda. Sus interlocutores de confianza convocarán reuniones, mostrarán encuestas y ejercerán de árbitros en una negociación donde el presidente se juega sus últimas opciones de supervivencia. Simplemente, el PSOE no se puede permitir una fractura del voto radical que divida las fuerzas e impida la consecución de bastantes escaños en las circunscripciones más pequeñas. Ya intervino al respecto en algunas capitales como Sevilla: ante el pronóstico de un recuento apretado, susceptible de decidirse por la mínima, un miembro destacado de la nomenclatura sanchista `bajó´ para propiciar que las tres candidaturas surgidas de la fragmentación del ámbito podemita acudiesen a las urnas unidas y evitar así una catástrofe como la de las pasadas autonómicas de Andalucía.

Lo que está ocurriendo entre los seguidores de Yolanda Díaz y de Pablo Iglesias es un forcejeo por las posiciones de peso, una disputa por los puestos de privilegio con las redes sociales como palestra del duelo. El caudillo de Podemos, que lo sigue siendo, quiere en primer lugar asegurarse escaños suficientes para poder formar, llegado el momento, un grupo propio en el Congreso, y en segundo término lograr que en ese grupo figuren Belarra, Montero y otros dirigentes de su entorno directo. Y en una cosa al menos tiene razón: entre ambos grupos no existe diferencia alguna ni en programa ni en ideas ni en proyecto; apenas unos matices tonales, de formas, que en todo este tiempo no han impedido su concurrencia en el mismo Gobierno. En realidad, tampoco las hay con el propio socialismo una vez que su líder ha asumido de pleno la línea populista como centro de su esquema estratégico. Y las pocas que se han producido se han resuelto sin mayor esfuerzo.

Con alta probabilidad, al final habrá acuerdo, aunque circula la teoría de que Iglesias da a Sánchez por amortizado y se prepara para liderar en solitario la resistencia contra la derecha después del descalabro. Es posible que así sea, pero esa hipótesis resulta compatible con el objetivo de obtener cierta masa crítica de respaldo parlamentario. Y para eso necesita subirse al barco de Sumar en condiciones de poder controlarlo en caso de naufragio y de entrar en el Ejecutivo si éste revalida el mandato por alguna inesperada conjunción de astros. Su mejor baza pasa ahora mismo por estimular el conflicto y esperar a que la dispersión provoque el 28-M un ataque de pánico. Dejar que Díaz sienta la presión y el presidente, promotor en la sombra del invento yolandista, intervenga ante la certidumbre del fracaso. Se trata de demostrar que el indio sigue en la puerta de la tienda, aunque se haya cortado la coleta, y que es mejor tenerlo dentro meando para afuera.